El tesoro del Laberinto de Ala Taspor.
Versión Cero (esta versión tiene erratas y, probablemente, algunas incongruencias)
Primera Parte: La banda
Galdah
“Señora, a mi me llaman Galdah, soy hermana de Narish y Rossena, que ya perecieron en este laberinto. Mi padre me manda con la intención de que sea yo la que consiga el tesoro. Miedo no tengo porque no lo he conocido jamás, señora. Nací matando, esa es la verdad, a mi pobre madre cuando me trajo a esta tierra y de la que no tengo recuerdo alguno, permitame la broma, señora, era muy pequeña.
Aprendí a manejar el aguijón por mi cuenta, y le rezo a la “Dama de las Ratas”. Por eso llevo en la cabeza esta osamenta a modo de casco, señora. ¿Le gusta? Lo hice yo misma con la cabeza del primer ciervo alado que maté y dejé que se comieran las alimañas.
Si, ya sé que no huelo bien, señora. ¿Qué quiere que le diga? Soy carroña, o así me lo han hecho saber señores que hoy ya están muertos. Pero le aceptaré una ducha antes de cruzar la puerta, si no le parece mal. Una ducha e incluso unas horas tendida en un camastro, sea de pluma o de paja me vendrían bien.
No, no sabía que hubiera otros para pasar la prueba, ni que hubiera prueba a decir verdad. ¿Entonces los demás aún no han llegado? Mejor, entonces no tiene excusa para negarme ese lecho y ese baño”
Radmun
“No me interesa que me de ninguna información, se lo digo por enésima vez. Lo que le estoy pidiendo, señora mía, si tal cosa fuera posible, que con toda honradez le digo que no lo sé, es que si se hospeda en su fonda esa… “mujer”, le agradecería que me indicara otro sitio para pasar la noche. Es fácil reconocerla porque lleva un esqueleto de ciervo en la cabeza y huele como las entrañas de una oveja expuesta al sol. Así que le digo yo que si para en esta fonda sabe perfectamente quién es.
No quiero que me diga si viene a pasar la prueba o no, no le voy a entregar ni un billete ni dos para saber nada de ella. No quiero saber. Pero no voy a dormir bajo el mismo techo que esa rata.
El motivo, señora mía, es que insiste en que tenemos un asunto pendiente que ya le digo yo que no tenemos e insiste en que le adeudo una cantidad de dinero que no le adeudo. Asuntos todos ellos que a usted no le incumben. (…)
Así que está aquí. ¿Y me dice que no hay otro lugar dónde pasar la noche más que al raso? Debo descansar para la prueba, señora mía. Es de vital importancia que yo pueda entrar en ese Laberinto y acceder al tesoro. Mi pellejo depende de ello. ¿Ve lo que pasa? Ya estoy hablando de cosas de las que no debo hablar. Ese es mi problema. Siempre lo ha sido. Hablo demasiado.
En fin. Deme la habitación más alejada a la que tenga esa mujer y aquí tiene dos de veinte para garantizar que no le diga nada de mi. ¿Mi nombre? Soy Radmun, por supuesto. No, no Radmun “El Truhan”, señora mía. Qué falta de respeto es esta. Soy un caballero. ¿Aficionado a los naipes? Sin duda, pero caballero.
Y tenga, otros veinte por avisarme de quién más venga a presentarse a la prueba”.
¿Gregor? Ya veremos
“Como le dijo, señora, mi señor me envía como delegado y espera que se me trate con la misma diligencia que si él mismo estuviera aquí. ¿Qué? ¿Cómo se atreve a sugerir semejante cosa? Soy el criado del Lord Uptiny de Golatric y vengo… ¡Traigo una cebolla en el bolsillo por motivos que no le conciernen! No, no soy una mujer que se ha cortado el pelo para parecer un hombre. Me llamo Gregor, señora. No soy ninguna impostora y Lord Uptiny está en un estado de salud perfecto. La cebolla no es más que una cebollal. No sé de que profecía me habla. No creo en supercherías.
¡No se ría de mi, maldita sea!
Asi que sugiere que no soy más que una mujer que cree que si una doncella cruza el laberinto con una cebolla en la mano conseguirá el tesoro y que me hago pasar por enviado de Lord Uptiny porque no tengo dinero para pagar mi propia entrada al laberinto. Nunca antes mis muy viriles oídos llenos de pelo habían oído una falacia de mayor calibre. Aquí traigo el permiso firmado por mi señor. Eso es. Autoriza a Gregor. ¿Y quién es Gregor? Yo.
¿Aclarado? Estupendamente. Deme una habitación y dejémonos de juegos y suposiciones.
En cualquier caso, si la leyenda fuera cierta, cree que lo de ser doncella es un sentido… general o en concreto hay que ser doncella en lo que se refiere a… ¡En cualquier caso da igual! ¡Son supercherías y yo soy un hombre, Gregor es mi nombre!”.
Francoisse de La Verget.
“Hablo en voz alta porque, como vera, o más bien casi con toda seguridad, no verá, soy algo así como translucido y, por ese defecto que ha llenado vida de infortunio, la gente tiende a olvidarme y no hacerme caso. Así que si necesito algo me tengo que hacer notar. Y por ese motivo hablo en voz alta.
Ahora parece ser que usted, supongo que por encontrarse tan cerca del laberinto estará acostumbrada a lidiar con todo tipo de criaturas, resulta que me distingue perfectamente aún en la penumbra de este cielo nublado. Pues le pido disculpas por mi tono, pero también le digo que si cree que ha visto alguna vez a alguien como yo, ya le voy indicando que no es así. En primer lugar porque tengo está… “condición inmaterial” desde mi nacimiento, no fruto de un encantamiento, ni de haber comido algo que hubiera sido embrujado.
Pero eso no es todo.
Le invitó a que agarre ese trabuco que reposa a su derecha y descargue cuantas salvas quiera sobre mi persona. Pero le digo también que será inútil puesto que soy inmortal. Así es. ¿Qué como soy inmortal? Pues se lo podría contar de buena gana si no fuera un secreto. No podemos estar llenando el mundo de inmortales o la inmortalidad sería una ventaja realmente inútil. Así que le diré que somos apenas seis. Y yo soy uno de ellos. Así es, soy translucido e inmortal.
Lo que me pregunto, señora mía, es por qué estando yo aquí puede haber otras personas que crean que van a conseguir superar un laberinto famoso por ser una trampa mortal. Pues yo se lo digo, porque la gente no me ve y no me escucha. Y claro, se hacen ilusiones. Dicho ésto, ¿podría dormir en alguna de sus habitaciones? Tengo dinero, contante, sonante, opaco y, por las desventuras que suele provocar, diría que mortal. No como yo, que soy inmortal. No me gusta presumir, pero así es”.
La Cabeza.
“Si mi dinero vale, poco debería importar mi edad, señora. Es evidente, palmario, que no soy un niño. Tampoco un enano, no. No es que tenga nada a favor ni en contra de los enanos, pero se da el caso de que no lo soy. ¿Tendría un niño esta cabeza? Señora mía, llevo un refuerzo de hierro en el cuello para no perder el equilibrio. El Laberinto, según tengo entendido, es un prodigio de ingenio y desafíos para la mente, ¿no le parece que mi mente es algo que merece la pena ser tenida en cuenta? Yo creo que si. En cualquier caso, mi madre me ha hecho una nota en la que se explica que no soy un niño, sino que cuento la edad de 46 años.
Ya me gustaría a mi poderle entregar un documento que acredite mi edad fruto del trabajo, pero cuando ven mi portentosa testud, los patronos se asustan de mis dotes intelectuales y se niegan a contratarme porque piensan que mi cerebro desafiará su pobre capacidad de gestión. Entienden, señora mía, que una cabeza de portento, tenderá a la desobediencia y el desafío a sus superiores, cuando nada más lejos.
Soy tan leal como tranquilo, pero al no tener sustento propio vivo con mi madre y sólo me queda el tesoro del laberinto para salir adelante en la vida.
Deme una cama para pasar la noche y no haga que siga contándole mi vida, por favor se lo pido.
Si, tengo dinero. Siempre que salgo de casa mi madre me da algo de dinero”.
Oleana Monshey y Blorp
“No chille. Ya śe que la situación es extrala y horripilante, pero no chille, porque si chilla será algo menos extraña, pero sin duda mucho más horripilante. Gracias. Se lo digo de verdad. Mucha gente chilla al conocernos y eso pone nervioso a Blorp y, créame, no quiere ver a Blopr nervioso porque será lo último que vea. Si, es muy gracioso. Usted es una persona consistente y sin remilgos. Tampoco es necesario que coja ese arma. Las armas tampoco le gustan a Blorp, ni a mí — si nos ponemos precisos — pero yo no te voy a arrancar los pulmones antes de que puedas dispararme. A decir verdad, estoy aquí para evitar que Blorp se meta en líos. Soy su seguro. En serio. Mi nombre es Oleana Monshey. Si, de la familia Monshey, efectivamente. Mi padre, como parece ser que usted ya sabe, es dueño de la gran compañía de seguros Monshey y dicha compañía ha sido contratada por “el señor Blorp” — vamos a llamarle señor y así nos evitaremos dramitas — para que… Bueno, pueda desenvolverse en la vida sin sacar pulmones de las cavidades pulmonares ni hacer que personas ingieran plomo en cantidades mortales.
La cuestión es que, como verá, mi estado de ánimo está ligado a través de esta cadenita al del señor Blorp ya que tenemos un lazo mágico. Si yo me asusto, el responde, si el se enfada, respondo yo. Pero si no estamos tranquilos, yo tampoco lo estoy y… Lo que le explicaba de los pulmones. Dicho esto. Entiendo que hemos llegado a una hora de lo más intempestiva, que usted ya estaba durmiendo y que nos hemos colado en su humilde posada. Pero como sabe, mañana empieza el desafío quinquenal para conseguir atravesar el Laberinto de Ala Taspor y, tanto el amigo Blorp como yo, realizaremos -espero que victoriosamente — la prueba. Motivo por el cual nos han dicho que hay que venir a esta posada, apuntarse y, si puede ser, echar un sueñecito. Lo del sueñecito nos da francamente lo mismo porque Blopr no duerme y, por tanto, yo tampoco. Me mantengo despierta gracias a una mezcla de líquidos y hierbas que, bien mezcladas, producen un estado de alerta constante, pero un tono de voz de lo más relajado. Así que, como le decía… ¿Podría apuntarnos en la lista de acceso y así la dejaremos dormir? Mil gracias”.
Castolux Caronte
“Señora mía, le digo que es imposible que lo que me está contando sea cierto. Me dice que estas seis personas llegaron en noches distintas, solas, no hablaron entre ellas ni dieron signo de conocerse y hace dos días partieron hacia el laberinto y que usted no informo a la autoridad competente porque no vio nada narro. ¿Acaso no sabe usted quienes son esas personas que, de forma tan aparentemente azarosa, llegaron a su posada antes de dirigirse al laberinto?
No lo sabe. Pues yo se lo digo señora mía. Galdah, más conocida como “La Rata”, asesina profesional, espada a sueldo del mejor postor. Radmun, al que llaman El Truhan. En realidad Theodor Radmun Fancini, ladrón especialista en fugas. Escapado hace menos de un año de la prisión de Arassia. La mujer que se hizo pasar por criado del tal Gregor no sabemos aún quién es, pero el tal Lord Uptiny de Golatric no es más que una identidad falsa, un nombre que utilizan los ladrones y estafadores de todo el país para hacerse pasar por alguien de posición más elevada o, en este caso, su criado. ¡Y ni siquiera tuvo el cuidado o la vocación de ocultar sus rasgos femeninos ante usted!. ¿Sigo? Por supuesto que sigo. El cuarto en la historia. Nada menos que Francoisse de la Verget, más conocido como “El Inmortal”, una criatura mutante incapaz de morir (o más bien de ser matada) que en vez de utilizar sus habilidades para el bien, el orden y la prosperidad, se dedica al robo,la estafa y el engaño. Me quedan dos, señora mía, porque es que no tenía usted albergada ni un alma noble. La “Cabeza”, el hombre niño con un intelecto tan poderoso que ha hecho crecer su testud hasta límites grotescos. ¿No le llamó la atención? ¡Realmente sorprendente!. Pero claro, si ese no le llamo la atención, la última en la lista de la infamia tampoco le haría levantar una mínima ceja. La señorita Oleana Monshey y su amante gigante Blorp. Estos dos llevan saqueando propiedades desde que la joven hija del empresario Monshey se enamoró y rompió con su familia y con las leyes de nuestro país. Que digo país, es una anomalía continental. Y todos ellos, cada una de esas serie aberraciones, tiene cuentas con la ley y, desde luego, no se han internado en el laberinto de Ala Taspor con buenas intenciones. Se cierne un engaño, un infundio y una estafa. ¡Y usted tendría que haber dado cuenta de lo sucedido!.
¿Qué quién soy yo y a quién represento?
Señora mía, mi nombre no es importante. Y en cuanto a quién represento, pensaba yo que estos uniformes serían suficiente. Soy enviado directo del señor Taspor para defender sus intereses. El laberinto, como bien sabe, es un negocio muy lucrativo y no podemos permitir que un grupo de vulgares estafadores… ¿Cómo dice? ¿Que no soy la ley? Pues claro que no soy “la ley”. La ley está aún buscándose el culo con las dos manos. Soy un guardia privado. Y usted trabaja para el señor Taspor y su posada está en sus tierras. Así que si no ha entendido aún lo que está pasando aquí, yo se lo explico.
Está despedida”
En el exterior de la posada se escuchó un disparo. El grupo de 30 mercenarios que estaba esperando pacientemente ese sonido se dirigió al interior.
“Señores, usaremos la posada como base. Si el laberinto no acaba con esa pandilla de malnacidos, lo haremos nosotros cuando salgan. Nadie le toma al pelo al señor Taspor y, por extensión, a mi. Las habitaciones estarán destinadas para los mercenarios de mayor rango, el resto puede dormir al raso… Y que alguien venga a limpiar los restos de esta señora del suelo, lo está manchando todo”.
Fin de la primera parte.
Segunda parte: La Trama que trama.
“Bienvenidos, bienvenidas. Es un placer, de verdad, un verdadero placer, tenerles aquí. Me alegra muchísimo que hayan aceptado la invitación que les hice llegar a través de Shing Len, mi ayudante de cámara.
Espero que el viaje hasta aquí haya resultado cómodo y les pido humildemente disculpas por las medidas de seguridad, pero si mis informes son correctos, no es la primera vez que todos ustedes viajan con un saquito en la cabeza y sin ver a dónde van, ¿verdad? Es broma, claro, el sentido del humor es importante, ¿no lo creen así? Yo lo creo así.
Espero que entiendan que es por nuestra mutua seguridad. Si desean abandonar este… ¿refugio? ¿casa de verano? En cualquier momento podrán hacerlo con una única condición, no hablarle de mi a absolutamente nadie. Si lo hacen, y les pido por favor que sean conscientes de hasta que punto no pretendo amenazarles, sino simplemente informar de algo que, estoy segura, no sucederá… Si lo hacen me veré obligada a cazarles y matarles a ustedes y a cualquiera que considere que podrían haber sabido de mi gracias a ustedes.
Si, señor “De la Verget”. A usted también. Ya, ya sé que es inmortal. Es uno de los motivos por el que le he invitado a venir, pero le aseguro que a usted también le mataría. A todos y cada uno de ustedes.
Pero insisto, lo digo en serio, no hay amenaza en mis palabras. Toménselo como la consecuencia de una causa, siendo la causa que ustedes hablen de mí a alguien cuando salgan de aquí, sea ese momento cuando sea, y la consecuencia, su exterminación absoluta y la del resto de la gente que yo considere que pueden saber de mí.
Estoy segura de que ha quedado claro. Paso a explicar, entonces, por qué les he traído aquí…
Ah, si dos cositas más.
Señora… “Rata” y señor “Radmun”, les agradezco que hayan apartado sus diferencias el tiempo suficiente para poder escucharme.
Y para todos, podéis disfrutar de la casa en los términos en los que consideréis. Los criados están para serviros y os traeran lo que les pidáis. La biblioteca, las zonas de asueto y, por supuesto, la piscina natural, están a vuestra disposición también. Quiero que paséis un tiempo agradable en mi casa.
Lo único, si se bañan les pediría que no den de comer a la Galiata, porque se pone muy nerviosa y ha estado enferma, la pobre. La tenemos sólo a cositas frías: sopas y nobles triturados. Le encantan los nobles triturados. La sangre azul, supongo.
Disculpad, disculpad, disculpad. Me voy por las ramas y no termino de explicarme. Les he pedido a ustedes seis que vengan porque les quiero encargar un trabajo. Quiero que roben el Laberinto de Ala Taspor y, a cambio, yo les entregaré a ustedes lo que me pidan. Una sola cosa, del tipo que sea, les será concedida. Lo que deseen. Si, lo sé, tienen ustedes una imaginación muy ambiciosa, pero me da igual. Se lo conseguiré. De hecho, hasta dónde yo sé, ya le han indicado a Shing Len las cosas que desean y ya estamos preparando todo para que las consigan.
Ahora, ¿qué quiere decir “robar el laberinto de Ala Taspor? Para eso, lo primero, es entender qué es el laberinto de Ala Taspor… ¿Me explico?
Coman, coman si lo desean, la comida está ahí para ustedes.
Si, ya sigo…”
“… Del laberinto debéis saber que es un truco, una trampa y un engaño como todo lo que sale de la cabeza del hijo pequeño de lord Taspor.
Aclaremos un asunto antes de empezar a hablar, no quiero que se me tenga por una “anti-nobleza” como hay tantos ahora correteando por aquí y por allí y tampoco me importan vuestras opiniones al respecto. Tengo la intención de pagaros con enorme generosidad, entre otras muchas cosas, para callar cualquier idea que podáis tener. No me importantan las ideas. Lord Taspor, el padre, es un noble excepcional, la verdad. O lo era, hasta que sus hijos decidieron heredar por la vía rápida y se repartieron su territorio. Tenía tres hijos, ¿sabéis ya todo ésto? Porque igual os estoy aburriendo. Os estoy aburriendo, lo veo en vuestras caras. Correcto. Pues concreto, no perdamos tiempo.
Lord Taspor tenía tres hijos y al pequeño, la rata de Ala, le toca el ducado de Taspor, que aparentemente suena muy bien, porque es dónde estaba el castillo del padre y “las montañas de la bruma”. ¿Y qué son las montañas de la bruma? Pues un excremento territorial de primera magnitud. ¡Ja! La hermana mayor y el otro, el rubito, el otro hermano… ¿Cómo se llama? “¡Aleon!” le dejaron al pequeño los restos de roca y el castillo. Muy bonita la estampa, pero nada más. Le dijeron que había oro en las montañas. Lo digo para que atendáis a la calaña intelectual de la que estamos hablando. Son ratas. La familia entera.
Total, que el bueno de Ala, visto que no hay más que rocas y barro en ese sitio dejado de la mano de cualquier dios, decide que va a hacer una expedición a las montañas en busca de oro y desaparece durante dos años. Vuelve cuando ya el castillo estaba al borde de la sedición interna porque, ¿quién mantiene un castillo sin su señor dos años sin saber qué hacer? Pues ya os lo digo yo, mis queridos malandrines: nadie.
El caso es que vuelve de las montañas y dice que oro no, que de oro nada, que ha encontrado algo mejor: Un gran tesoro. Un tesoro milenario. “El milenario tesoro del Laberinto de Gulash Aktor”. De esta hazaña hace 200 años, lo de Gulash Aktor por supuesto ya nadie se acuerda y ahora es ya simplemente el laberinto de Ala Taspor, porque el miserable truhan ha tenido a bien ponerle su nombre a ese zoo de la aventura para incinerados mentales y pechitos amplios.
Y durante estos doscientos años, cada cinco años más o menos, cuando la luna está en la posición adecuada… Cuando la luna está en la posición adecuada se convoca a los héroes y heroínas de todo Flavia y de reinos más allá de Flavia, a venir a resolver el enigma del laberinto y del maldito tesoro.
Ya. Ya sé que ésto lo sabéis porque es el acontecimiento más importante de tal y cual en Flavia. La cuestión es, que no existe ningún Laberinto de Gulash Aktor y nunca existió. Es todo un embuste y, por supuesto, no existe ningún tesoro. Lo que sí existe es la estafa colosal que este mequetrefe sifilítico nos ha colado durante dos cientos años. Hasta hoy. ¿Me seguís?”
“… ¿A qué me refiero con estafa colosal? Pues a que no existe ningún tesoro. No hay nada en ese yermo. ¿Hay un laberinto? Efectivamente, lo hay. ¿Es el laberinto de Gulash Aktor? En absoluto, porque tal cosa no existe ni ha existido jamás.
El niñato sifilítico de Ala se fue de su castillo en busca de fortuna con cuatro hombres de su confianza, amigos de toda la vida, niñatos de familiares nobiliares menores que había conocido en la universidad de Otomar, dónde fue a estudiar y no estudio más que la forma de mojar su espantoso churrito en cuantas personas tuvieron a bien dejarle y, me temo, que algunas más que no dieron permiso, porque este asqueroso dispone del cuerpo de otros, (más bien de otras) a su retorcida voluntad.
El grupito de cinco se fue a la montaña y apenas tres días después uno se había partido el cuello borracho cayendo por un risco. Lejos de deprimirse, lo metieron en la fábula mentirosa y ahora se conoce al lugar como “El Pico del Ahogado”, que no es más que el idiota del primer amigo de este infraser que tras partirse el cuello se quedó colgando de una rama y ahora hace bonito.
El segundo amigo les robó la comida y el dinero, porque por supuesto que se llevaron sacos de dinero de una montaña inhóspita. Hablamos de personas que son incapaces de sacarse la cabeza del culo y no entienden las más básicas nociones de economía, como que para comprar a alguien hace falta que ese alguien exista, cosa dificil en una montaña gigante y abandonada. No hay ni cabras ahí arriba.
Quedaban otros dos amigos, que en el frío de la montaña descubrieron que sentían algo más que una sincera amistad y decidieron que si salían de aquella se amarían y casarían, y hoy viven muy bien a expensas del negocio que decidieron montar entre los tres.
No os voy a negar que tuvieron una buena idea. Esperaron el tiempo suficiente y volvieron de la montaña como iluminados que habían descubierto un tesoro increíble. Se inventaron el nombre de Gulash Aktor, que el “señor cabeza” puede confirmar que no hay ni el más mínimo rastro de semejante sitio en ningún documento escrito ni hay códice fantasma alguno con testimonios de este supuesto laberinto. Por lo que sabemos, el Gulash sigue siendo un puto guiso y nada más.
Después, usaron sus menguantes — pero aún contundentes — recursos y construyeron en secreto el laberinto en cuestión y armaron el negocio. Como sabéis, para conseguir acceder al laberinto es necesario pagar un ingreso. En realidad, ese no es más que otro truco de verosimilitud, porque a los ricos les encanta pagar para demostrar que pueden hacerlo. Ese no es el auténtico negocio.
El negocio real son las apuestas. Los dos amigos de Ala fundaron la primer casa de apuestas de Flavia. Un negocio exclusivo, con el que el condado de Taspor financia la mayor parte de sus aventuras ya que participa del mismo (y de sus beneficios) en un 70 por ciento. El otro 30 es para “Mordie y Turam”, los dos amigos — hoy matrimonio — y dueños del tinglado.
Vosotros. En fin, no vosotros vosotros, porque vosotros sois personas de mente afilada y diseñados para el engaño y la infamia y jamás os meteríais en una gesta, porque no hay nada más imbécil en este mundo que una gesta, sea por amor, prestigio o dinero, pero los que como haréis vosotros, intentan atravesar el laberinto para conseguir el inexistente tesoro, no saben que hay un grupo de mercaderes, nobles, autoridades de todo tipo, que apuestan por todo tipo de cosas en relación al laberinto. Quién lo conseguirá, quién morirá el primero, quién morirá el último, quién traicionará a quién, quién intentará escapar, etc.
¿Alguna duda? Si, veo varias manos levantadas. Contadme. Contadme mis pequeños depravaditos exiliados de la ley. Ah, estoy contenta.
¿Que por qué vamos a robar un sitio dónde no hay tesoro y cómo lo vamos a hacer?
Pues es una buenísima pregunta”
“… Sobre el motivo por el que vamos a robar el laberinto de Ala Taspor si no es más que espejismo contable, precisamente, lo que vamos a hacer es demostrar que no hay tal botín.
Vamos a robarle… el alma. No me gusta la cursilería, así que en este caso me refiero a una expresión casi literal. Vamos a despojarle de su aura para que se hunda en el pozo de podredumbre del que salió.
¿Y por qué quiero hacer yo eso? Pues queridos rufianes, creo que la forma más ajustada de exponer esta asunto es que no es cosa vuestra. ¿Queda claro? Sois peones de un plan que os supera y que tiene una enorme complejidad que no os incumbe. Os pago lo suficiente para que os de igual el motivo. Me alegra haberlo aclarado.
Ahora, con respecto al cómo lo vamos a hacer.
Para realizar el siguiente truco de robo de un laberinto inútil necesitaré de los siguientes elementos. Siete seres excepcionales con habilidades diversas, poco apreció por las vidas ajenas, predisposición a la violencia y el engaño y.. En fin, vosotros.
Y, por otro lado, necesito… Una cebolla.
¿Una cebolla, os preguntaréis? ¿Qué locura ancestral es ésta? ¿Que ingeniosa forma de abordar el complejo asunto que nos ha traído hasta aquí? Así es, una cebolla. ¿Y por qué?
Si se cuentan ustedes verán que son uno, dos, tres, cuatro, cinco y… seis seres excepcionales. Cuento a la señorita Monshey y el señorito Blorp como uno, no me sean quiquillosos. Lo que quiero decir es que para superar el laberinto necesitáis a una septima criatura excepcional y que esa criatura está albergada en esta cebolla.
Voy a hacer una pequeña pausa dramática para que proceséis todo ésto, porque se que es complejo.
La cuestión es que grupos de héroes se dirigen al interior del laberinto cada cierto tiempo, ¿verdad? ¿Y qué sucede con ellos? Que tienen que superar diversas pruebas. Pero esas pruebas, mis simpáticas bolitas relucientes de hurto y oprobio, son muy diversas. Así que el héroe fuerte cae en la prueba de inteligencia y el inteligente en la de fuerza y si son fuertes e inteligentes se vienen abajo en la de resistencia emocional y cuando no es esa es que carecen de resistencia a la magia. Así que se necesita un grupo diverso para avanzar. Ese grupo diverso, por tanto, debe cooperar entre si. Esto ya ha sucedido. No somos los primeros en intentar llegar al final del laberinto con éxito, pero si somos los primeros que sabemos que no hay nada que ganar y, por tanto, que no tenemos nada por lo que pelearnos ni traicionarnos. Pero la sucia ladilla lacerante de Taspor (o más bien sus magos ingenieros) también han previsto esta eventualidad y han introducido una pueba imposible, que sólo se resuelve si alguno de los héroes se sacrifica. Y nadie se sacrifica. Porque nadie que va a conseguir un tesoro está dispuesto a morir por conseguirlo.
Y así pensarán que sucederá cuando os vean entrar a los seis y os vean cooperar para superar las pruebas. Diran que bueno, que ya llegaran a la prueba del sacrificio y ahí se matarán entre ellos.
Pero no cuentan conque tendremos… La cebolla.
¿Cual es la historia de la cebolla? Bueno, la cebolla no es una cebolla. La cebolla, esta cebolla en concreto, alberga el alma de doña “Marga Kolcha Reijdrandt” o como la conocieron algunos de ustedes… Kolch. Especialmente usted, señor Cabeza, supongo que ignoraba de este asunto. Kolch ha tomado la decisión de sacrificarse por algo mucho más importante que un tesoro y se pone al servicio de nuestra causa. Sé que es una perdida para su mundo, pero será para bien, se lo aseguro. En cualquier caso, si quieren guardar un minutito de silencio por la vieja Kolch quienes la conocieron y quisieron, lo entiendo. Lo podrán hacer al terminar esta reunión.
Así que cuando lleguen a la puerta sólo tendrán que convertir la cebolla en Koch y usarla.
Pero, ¿cómo podremos pasar una cebolla mágica sin que nadie sospeche? Bueno, ahí entra usted, Adora. Usted y sus habilidades.
Déjenme explicarles…”
“Hablemos entonces de cebollas, Adora. Como habrán podido comprobar, la señorita Adora lleva un rato cambiando de aspecto. Al contrario que la mayor parte de les metamorfes del país, Adora no insiste en exhibirse como una “fluncio emplumado” (precioso animal, por cierto) ni va por ahí haciendo el circo ni nada que se le parezca. Al contrario, es bsolutamente discrete. Motivo por el cual ha podido llevar una vida apacible y lejos de los ojos de la ley a pesar de una abultadísima experiencia en el arte de la sustracción y la estafa. Al contrario que la mayor parte de les metamorfes del país, Adora no está registrada en el sistema de control metamórfico del país. Es, a los efectos, invisible administrativamente. Aunque podríamos decir que es más bien multivisible, ¿verdad? Ja ja ja, es una palabra que me he inventado. No sean siesos e inventen palabras porque el mundo es más ancho que nuestras limitadas cajitas de pensar. En fin, no les voy a dar ahora una clase de apertura mental, es su problema. ¿Por dónde iba? Ah si. Las cebollas.
Si cualquiera de ustedes aparece a tres kilómetros del laberinto con una cebolla en la mano lo más probable es que no dieran veinte pasos sin ser asaetados, despedazados y, probablemente, carbonizados. Pero nuestre amigue, que para la ocasión lucirá una piel de mujer, joven y gracil y despista… ¡Efectivamente! Como esa. Que maravilla lo metamórfico.
Disculpen un momento porque… Ay. Disculpen. A veces me gustaría ser más de lo que soy, ¿saben? El palacio es grande y lleno de lujos, pero… En fin. La cabeza me pide más. No quería vomitarles. Menudo espectáculo. ¡Pido perdón!
No deberían haberme visto así. En fin. Espero que este pequeño momento de caótica biología emergente no les haya hecho dudar de mi total y absoluto control de la situación actual y futura sobre su, digamos, constantes vitales, porque les ASEGURO, que dicho control es absoluto.
¿Por dónde íbamos? Ah, si. Las cebollas. Bueno, creo que ha quedado total y claramente establecido que el Laberinto de Ala Taspor es una miserable y vergonzante estafa. Por tanto, y como pasa con todas las estafas, existe primordialmente en la cabeza de esa mayoría de la población que cree en ella, pero sus condiciones de existencia no se pueden, digamos, comprobar al ciento por ciento o el invento se vendría abajo. Esto provoca que, como un organismo vivo de una extraordinaria versatilidad, pueda adquirir e incorporar mentiras nuevas que van enmarañando una capa de ellas que, a la par que dificultan llegar al conocimiento real sobre lo que está pasando, ofrecen diversión. Y entran las cebollas.
Hace seis años, y con ésto espero que entiendan hasta que punto llevo preparando este plan maestro y la cantidad endiablada de matices que he tenido que controlar para tenerles a ustedes sentados a la mesa y a la señora Klothc en el interior de esta cebolla, hicimos correr el rumor de que una doncella, joven y virginal, había atravesado el Laberinto portando tan sólo una cebolla. La relación entre la cebolla y su cuerpo virginal producía un llanto mágico que hacía que, flops, las trampas e ingenios se apartaran a su paso. Como toda leyenda provocó su buena dosis de contradicción y la presencia de no pocas doncellas, pobrecitas mías, mandadas por sus padres empresarios, nobles, o altos funcionarios de la administración del país, a ver si armadas de llanto y cebolla, podían superar el laberinto. Ni que decir tiene que sus familiares las están echando muchísimo de menos. Así que pronto pusimos en marcha el relato contrario, que el asunto cebolla era un engaño para nobles tontorrones. Y con esa idea y venida lo que pasó es que cada vez que una muchacha encebollada aparece en el Laberinto se ha cogido la costumbre de dejarla pasar con un beso en la frente y sin hacer preguntas pensando que es una imbécil redomada. Pero esta vez no lo será. Esta vez será Adara multiforme y ustedes, mis moralmente reprobables empleados.
Y con eso conseguiríamos nuestro objetivo, ¿verdad? Pues no. La verdad es que no. La cosa es mucho más complicada que eso.
Les comentó.
“Cómo ya he explicado hasta la saciedad, el Laberinto no existía cuando el joven Ala y sus dos compinches volvieron de las “montañas de la brumma” y contaron que lo habían encontrado. Por tanto, tuvieron que construirlo.
No creo que sea un desborde de ingenio y pericia mental darse cuenta que ese contubernio de botarates flebíticos no tenían conocimiento alguno que les permitiera desarrollar semejante gesta. Disponían, eso si, del dinero de sus familias. Sobre todo la parte proporcional de la herencia de Lord Taspor que, se invirtió por completo en el desarrollo del laberinto de manera secreta.
Esto implica dos cuestiones que, con toda seguridad, no se les van a escapar a ustedes. Necesitaban a alguien para diseñar las trampas e ingenios del laberinto y a alguien para construirlo. Y necesitaban, también, proteger el secreto porque, truhanidades mías, la gente habla. Habla, habla, habla y las palabras emergen de sus bocazas como mariposas y los secretos, directamente, no existen. Es imposible, imposible que alguien que sabe algo realmente importante y absolutamente secreto se lo calle si no obtiene de ese silencio algo más gratificante.
Piensen en ustedes mismos. Yo sé que ustedes piensan que podrían contar que me han visto aquí y que, quizás, yo no podría exterminarles si lo hacen. Se equivocan, pero es inevitable pensar tal cosa. Por eso yo al inicio de nuestra charla que, les garantizo, está llegando a su fin, les indiqué que pensaba pagarles con aquello que ustedes más desean, una sóla cosa, sea del tipo que sea. Y yo sé que esa promesa les mantiene mucho más cerca del secreto que cualquier amenaza. Pero ese tipo de sentido empático que yo tengo a borbotones es un pozo sin fondo de alquiltran en el caso de Ala.
Y, aunque hubiera podido pensar semejante cosa, no habría podido pagarla. ¿Por qué con qué dinero pagar el silencio de una estafa colosal? No. Lo que hizo fue buscarse un silenciador.
Y a fe mía que lo encontró.
Supongo que les sonará y si no les suena empiecen a tallar ese nombre en la parte de su mente que gestione la memoria y a estudiarlo con todos los matices de los que puedan disponer porque desde este momento es su adversario y será la persona que irá tras ustedes cuando entren en el laberinto, no lo duden ni por un segundo.
El silenciador se llama Castolux Caronte. ¿Les suena? Ah, cierto, cierto, señorita Galdah, usted y él ya se han cruzado anteriormente. Esa es una prueba de sus mutuas capacidades. Si él fuera peor estaría muerto y si usted fuera peor también y, sin embargo, fíjese, sólo le arrancó media cara. No, no, por favor, vuelva a ponerse su mascarita de hueso, el espectáculo ya era suficientemente horrendo. Y no se ría, por dios, carece usted de carrillos. En fin.
Este caballero, al que conocen por su función de silenciador, juntó una pequeña hueste de psicópatas, entendiendo con el mejor de los criterios que necesitaba para desarrollar su misión era el de tener cerca a gente cuya pasión fuera distinta a contar secretitos o el problema se repetería ad infinitum, exterminó a cada persona que había participado en la construcción del laberinto y a sus seis, pues fueron seis, diseñadores.
Los obreros nos dan igual, porque sólo conocían una pequeña parte de lo que estaba sucediendo, como por otro lado la historia nos demuestra que les pasa a los obreros, ¿verdad? Siempre creen que lo están viendo todo cuando no tienen más que la parte que se planta delante de sus narices y así sus aventuras terminan siempre en tragedia. No pongan esa cara, saben que es verdad.
No, no son los obreros del laberinto los que necesitamos. Necesitamos a los ingenieros.
¿Qué? ¿Qué están muerto? Ustedes y yo sabemos que ese es un problema grande, pero no absoluto. ¿Qué? ¿Que la negromancia y el espiritismo están prohibidos? Ya lo sé, maldita sea. Y me parece muy bien. Pero, ¿quiere eso decir que no hay necrománticos y espiritistas que conocen su oficio? Los hay. Al menos, diría que hay tres en todo Flavia. ¿No es cierto señor Radmun? ¿No era su compañero de celda en la prisión de Arassia un necromántico? ¿Y no es cierto, señor Radmun que usted sabe como escapar de allí?
No chille y no se marche, maldita sea. Ya sé que no quiere volver. Nadie quiere volver a ese lugar horrendo. Pero tienen un trabajo que hacer, amiguito.
Vayan a la prisión, saquen al necromántico, traiganlo aquí y que nos permita hablar con alguno de los seis ingenieros y así sabremos exactamente como superar los ingenios y trampas del Laberinto.
Fin de la Segunda Parte.
Tercera parte: Entrar y Salir de Arassia
“Míreme, míreme a los ojos. ¿Parezco una persona que pierda los nervios con facilidad? ¿Parezco alguien que se ponga a chillar, se arranque pelo de la cabeza, se autolesione? No lo parezco, ¿a qué no?
Entonces, me pregunto ¿qué habrá pensado usted cuando me ha escuchado chillar por el intercomunicador esta mañana? Habrá pensado “Oh dios mío, mi vida como jefe de guardia ha llegado a su fin, me van a mandar a fermentar “bostas de trufo” a la taiga septentrional”. O quizás ha pensado… Quizás se ha dicho para si mismo, “creo que es posible que me hagan un consejo de guerra y termine en la misma prisión que he jurado vigilar siendo devorado lentamente por el “gusanito de la risa” O incluso, no lo descarto, ha pensado que yo iba a llegar aquí y le iba a arrancar el corazón con mis propias manos.
Esto es lo que yo creo, señor jefe de guardia Gulianov, que usted ha pensado. Porque a pesar de las evidencias, yo sigo confiando en que usted tiene algo en la cabeza y que, en consecuencia, sabe que su futuro inmediato es bosta, prisión o muerte. Si no lo sabe, si es más tonto de lo que yo pensaba — y a la vista de los acontecimientos es posible que así sea — usted habrá creído que igual tenía otras opciones que no fueran esas tres. Pues ya le digo yo que no. Que tiene esas tres y ninguna más. Así que lo que le pido ahora es que usted me explique con mucha claridad cómo es posible que nos encontremos en esta situación. Y es posible que usted piense que no voy en serio. Así que le voy a preguntar una cosa antes de que me cuente lo que me tiene que contar. ¿Usted recuerda cuando fue ascendido a jefe de guardia lo que le había pasado al anterior jefe de guardia? ¿Recuerda a su compañero Postrof? Por su brutal palidez y la intensidad de sus sudores voy a asumir que así es, que recuerda a Postrof. ¿Sabe dónde se encuentra Postrof en estos momentos? No lo sabe. Sólo lo sé yo. Pero quiero que sepa algo sobre el destino de Postrof que puede ser útil para que cuando abra ese pozo de fango que tiene por boca me diga cosas que me dejen un poquito más tranquilo.
Mire, la prisión de Arassia ha tenido fama por tres cosas: Es cruel y despiadada, funciona con una precisión que roza la psicopatía y nadie, absolutamente nadie, se ha escapado de ella. Pero resulta que hace seis años el señor Postrof cometió algún error y desde ese día seguimos siendo crueles y despiadados, seguimos funcionando como un reloj, pero ya no somos inexpugnables. Si cree que esto no ha afectado a esta prisión, le diré que tiene usted el cerebro tan licuado que me sorprende que puedan andar sin cagarse. No señor. La prisión ha estado a punto de perder el puesto en el ranking de mejores prisiones de Flavia. Seguimos arriba por los pelos. ¿Sabe el motivo? El motivo es que el señor Postrof pudo explicar la forma en la que se había producido la fuga.
No. NO. No me abra la boca sin decir nada, señor Gulianov porque le arranco la cabeza. No es usted un pescado, señor mío. Escuche y no me balbucee.
El señor Postrof pudo explicar lo sucedido y, a través de su explicación, a través del conocimiento del procedimiento de fuga el mundo supo que se nos había escapado uno, pero que la prisión era un prodigio de seguridad, señor mío. Porque le recuerdo que el señor Postrof presentó pruebas tales como la siguiente.
No lo tengo ni que leer, me acuerdo de memoria porque esa es otra de las características que me hacen apto para ser el responsable último de esta prisión, soy metódico hasta la psicosis, no pierdo los nervios y tengo memoria fotográfica.
El señor Postrof nos dijo “Señor alcaide, señor, déjeme explicarme. El preso, Radmun Fancini, tuvo que salir por los conductos de expulsión de desperdicio hasta el mar, para lo cual tuvo que dislocarse varios miembros del cuerpo y moverse gracias a un ingenio mecánico de su invención que a través de la captura de energia solar se… Se movía, señor. Y para tirar de él tuvo que atar uno de sus tendones al ingenio, señor. Debió tardar años en diseñarlo y conseguir magia suficiente para encantar el invento. Y… señor, para respirar necesitó hacerse una especie de bolsa que filtrara el aire. Señor, hemos encontrado ésto. Parece que se hizo un respirador con su propio saco escrotal y luego lo usó cómo si fuera el respirador de un buzo”.
¿Me está escuchando Gulianov? Se tuvo que hacer un saco mágico con sus propios testículos para salir de nuestra isla prisión. ¿Entiende que ese es, diría yo, un sacrificio importante? ¿Ha escuchado que salió con los huesos rotos y sin cojones, señor Gulianov? ¿Entiende que la gente sigue diciendo que nuestra cárcel es segura porque cuando no funciona con absoluta perfección aún así el preso que quiere escapar tiene que prescindir de sus propios testículos y de las articulaciones de su cuerpo?
Porque si lo entiende, lo que le pido es que me explique ahora con todo detalle, cómo es posible que se le hayan escapado la mitad de los presos que teníamos aquí metidos por lo que cualquiera diría que es un puto agujero gigante en la pared, señor mío.
Un puto agujero en la pared.
Y bien, a que espera, explíquese”.
“Alcaide Blachensko, le ruego que me escuche con atención, intentaré ir al grano y no… En fin, no querría yo enfadarle más de lo que ya está. Lo primero que necesito que entienda es que no hemos sufrido una fuga. Creo que si ésto llega a hacerse público esta es la parte más importante. No hemos sufrido una fuga. Una fuga sucede cuando algo… En fin, se fuga. Como la del señor Radmún que se cortó los huevos y los huesos y las articulación y consiguió salir de aquí. Eso es una fuga. Una fuga excepcional, estoy de acuerdo. Esto no lo es. No ha habido fuga. Hemos sufrido un ataque.
Le aseguro que no miento, las fugas son de dentro afuera y los ataques de fuera adentro. Así que esta no es nuestra segunda fuga, sino nuestro primer ataque y creo que eso, en términos estadísticos está bastante bien. ¿A usted no le parece…? No. Bueno, no quiero enfadarle más.
La cuestión es… ¿Está está cárcel preparada para resistir una fuga? Absolutamente. Nadie. Nadie más que el señor Radmun y desde que él lo logro nadie más, ha salido de aquí. Es un éxito. Ahora, ¿está esta cárcel preparada para un ataque? Pues la verdad que mucho me temo que no, señor. Porque un ataque, a nada que supere las fuerzas que aquí nos encontramos acuarteladas, que son más que suficientes para contener lo que tenemos dentro, nos hace un verdadero roto. Quiero decir, no se enfade, pero aquí hay un asunto que podríamos decir es casi, eh, filosófico. En el sentido de que fuera siempre va a ser más grande que dentro y por tanto, potencialmente, más caótico, más letal, más… Imposible de controlar […]
“No me pegue más, alcaide, se lo ruego de verdad, si me mata no podré explicarme. Seguro que usted se sentirá mejor a corto plazo, pero a medio plazo es bueno que sepa lo que ha pasado aquí. No pretendo ofenderle ni escabullirme con retórica. Es que nos han atacado. ¿Qué quienes eran? Una individua con la cara tapada con una especie de cráneo de algún animal asqueroso que manejaba el estoque cómo yo no he visto, y que olía… Mire que aquí la higiene, ¿verdad?, al ser la cárcel ésto, pues terminas por dejarlo estar. Yaún así, el olor de esa criatura criminal era…
Pero no iba sola. No señor. El agujero en el muro al que usted hacía referencia lo reventó una bestia terrible, más grande que dos hombres subidos a caballito — y esto lo sé porque dos de mis hombres cometieron la imprudencia de atacarla siguiendo está técnica, el mar de Flavia acoja sus vísceras y huesos — y que iba atada al cuello de una joven que no paraba de gritar barbaridades para asustar al personal. Algo que no habría sido tan efectivo si además no estuviera, claro, la bestia gigante a su lado. Y por si eso no fuera suficiente había también otro… Un ser, que aparecía y desaparecía, que no era especialmente ducho en ningún combate, ni en nada, pero que era invulnerable a nuestros disparos, golpes, etc. Un inmortal. ¿Cuanto hace que no veíamos un inmortal? Pues muchísimo. Y ahí estaba.
Pero eso no es lo más importante. Porque yo sé lo que usted está pensando, Alcaide Blachensko, está pensando: “¿Cuanto más de este horror tendré que aguantar antes de sacarle la cabeza a este cretino de Gulianov?”. Soy bastante intuitivo con las caras, por eso me eligió.
Bueno, está pensando en matarme, pero también está pensando que es imposible que hayan podido llegar hasta la isla sin conocer las corrientes de mar de Arassia. Un secreto que es casi un laberinto en si mismo. Y el motivo es que les acompañaba el propio Radmun. El fugado. Ya recuperado de las heridas que se auto infligió para escapar de aquí (salvo lo de los testículos, entiendo yo, porque no creo que le hayan florecido de nuevo… Si, que no haga bromas, le pido perdón, no me pegue más, de verdad) Radmun iba en la retaguardia del ataque y… Por lo que he podido comprobar, volvió hasta aquí a rescatar a su compañero de celda. ¿Qué quiere era su compañero de celda? Pues “Sandra, la negra”. Una necromántica que estaba aquí con la cabeza más para allá que para acá, porque ver fantasmas en una cárcel como esta pues digo yo que te deja la cabeza en un sitio regular.
Era un rescate. No una fuga. Con motivos claramente delictivos.
Y me consta que esa mitad de presos que escaparon por el agujero que hizo la bestia han muerto en las corrientes marinas, porque — como digo — sin saber el camino de salida no es posible escapar de aquí.
Quiero decir que, en esencia, se nos ha escapado una necromántica loca. ¿Y si tapamos el agujero y no decimos nada? ¿Qué puede pasar? ¿No le parece buena idea?
Veo por su cara que le parece buena idea. Pero también veo por su cara que eso no va a impedir que me mate aquí mismo. ¿Puedo comentar que no va a encontrar un mejor jefe de guar… ?”
Fin de la tercera parte.
Parte IV: Aventuras nicrománticas con Sandra la Negra.
“A ver si yo entiendo lo que me queréis decir, porque no creáis que os entiendo del todo, a veces me cuesta… A veces, bueno (CHILLA) ¿Eso del fondo es…? A veces veo cosas que no están ahí y, bueno, me pasa desde pequeña. Hasta los seis años pensaba que tenía una hermana divertidísima a la que nadie más que yo hacía caso y resulta que era el fantasma de una hija anterior de mi madreque se había caído a un pozo cerca de casa (RISAS) Es un tema que sólo me hace gracia a mi. Era encantadora. El único fantasma que me ha parecido un poco razonable. Lo pasábamos genial. Pero a mi me madre le pareció espeluznante mi habilidad y cómo era una mujer muy piadosa, me metió en un saco y me llevó a un lago cercano a nuestra casa y me metió ahí dentro y me tiro con una piedra dentro a que yo abandonara el mundo de los vivos y… Bueno (RISA Y LLANTO NERVIOSO) No sabéis la CANTIDAD de gente que habían tirado antes a ese lago. Una barbaridad. Y todos, TODOS, tenían unas ganas locas de hablar conmigo y contarme el tormento que supone morirse.
Sobreviví de milagro, no os penséis que los fantasmas hicieron nada por mi. En mi experiencia particular los fantasmas no son más que unos desagradecidos hijos de perra.
Total, que ese ser de cabeza gigantesca del fondo es una… persona, digamos. Vale. Viva y con enormes jaquecas (RIE) ¿No os va el humor? ¿No? Vale. Bueno. Entonces… A ver. Me habéis “rescatado” de la prisión de Arassia, cosa que os agradezco muchísimo porque si la gente que ha muerto ahogada en un lago os parece que tiene cosas horribles que contar, los que han muerto en esa prisión están a OTRO PUTO NIVEL. La gente me decía, si sufres tanto, ¿por qué no te suicidas? ¡Bueno, pues por qué entonces tendría que estar ahí muerta con toda esa gente terrible! Lo que me faltaba, vamos. Así que gracias.
Y ahora me pedís que os haga unas sesiones de nicromancia para hablar con unos ingenieros que han diseñado un laberinto que en realidad no es un laberinto ¿Es así?
Por qué hacer nicromancia no es como dar un paseo por el campo y coger de la mano a tu amada. Es más bien como si tu amada tuviera la cabeza llena de gusanos y te lanzara escrementos cósmicos para fragmentar tu sentido de la realidad. (RISAS) Es… La verdad que no me extraña que esté prohibido porque es un nivel de hurgar con cosas que no deben tocarse que la mitad de las veces salía del proceso con ganas de incrustar mi propia cabeza en una pica de hielo. Eso las buenas.
En serio, es horrible.
¿Es realmente necesario este asunto? Porque entiendo que estoy en deuda con vosotros y que… En fin, “os lo debo” de alguna manera, pero lo que más me apetece ahora mismo es saltar por esa ventana de ahí y quedarme en coma. Por cierto, la cantidad de magia que hay aquí dentro no sé de dónde viene pero me está poniendo el cuerpo como una moto. GUAU. En serio. Es como tener una intimidad muy intensa con un animal que te ha dado permiso.
No lo he hecho nunca. Bueno, es posible que si. La nicromancia es complicada.
¿Entonces queréis hacer ésto? ¿En serio? Ok. Lo hacemos. En el fondo me gusta. No, no es verdad, pero intuyo que si me niego toda esta amabilidad se irá a la porra. Recuerdo a Radmun de la prisión y, no siendo el peor de lo que había ahí en cuanto a bestialidad y salvajismo, hay un par de episodios en los que usó las cucharas del comedor de forma realmente creativa.
Yo no bajaba al comedor, estaba dándome cabezazos contra la pared, pero me lo contaron y… En serio, muy bonito. Bueno, bonito no, pero… En fin, creativo.
Si, lo de la nicromancia. ¿Dónde lo hacemos?
“Señorita…¿La Negra? ¿Es señorita o señora? Le da igual. A mi también me da igual, la verdad. No, no soy un fantasma ni he vuelto de entre los muertos. Mi nombre no es relevante porque por motivos evidentes se me llama “La cabeza”. No se ría… Le pido con toda humildad que no se ría de mi en mi enorme cara. Gracias. Le decía que mi nombre tiene poca importancia y que no se me denomina “La Cabeza” sólo por una cuestión de magnitud y dimensiones, cosa que es evidente. Ni tampoco como mofa. Sino porque mi inflamación craneal se debe a un cerebro portentoso. Puedo decir que soy, objetivamente, el ser más inteligente de cuantos estamos en esta sala. Eso no es ni bueno ni malo. La inteligencia es, muchas veces, una trampa, especialmente en este mundo hiper-complejo. Ser listo y no hacer nada, va a la par muchas veces. Pero, afortunadamente, he decidido dedicar mi vida al aventurerismo, la bravata y la estafa. A las nobles artes. Quienes no nacimos con el título comprado, ni la herencia garantizada, tenemos que ser capaces de ascender por la cadena trófica. Aunque sea a mordiscos.
En fin, baste saber señora mía, que soy listísimo.
Mientras mis compañeros se dedicaban a rescatarla de aquel lugar ponzoñoso que, en mi opinión, deberían ser demolido y que es una vergüenza para todo el “reino de Flavia”. Y digo “reino” con este tono porque me parece una obscenidad seguir llamando “reino” al país que tenemos, con un rey fantasma atado a un consejo de administración vulgar lleno de nobles y acaparadores de toda ralea. ¡Una vergüenza!.
Si, ya sé que a nuestra pagadora no le interesan nuestras opiniones sobre ésto y aquello, pero resulta que “la patrona” no está aquí en este momento. Sólo estamos nosotros. No hablaré más si no lo desean. Simplemente creo que llamar Reino al consejo de administración nobiliar de cuatro amigos de los ajeno a gran escala es una obscenidad. Aclarado este punto, les traslado lo que quería decirles.
Mientras ustedes traían aquí a nuestra hoy compañera “La Negra” para realizar la invocación de los ingenieros y los rituales necrománticos… Por cierto. ¿Es necro o nicro? No lo tengo claro. Ya ven. Ni una mente cómo la mía alberga todo el conocimiento. En realidad, capacidad de pensamiento y acumulación de conocimientos no son la misma cosa. Mi memoria, al contrario que mi capacidad de raciocinio es simplemente… Buena. Óptima.
Quiero decir que mientras estabais por ahí generando caos y rescatando señoras con enormes trastornos, yo me dediqué a la consulta de la generosísima biblitoeca de nuestra anfitriona, pagadora y, en fin, la patrona, ¿matrona? de este proyecto. Una biblioteca excepcional. Tan excepcional que me ha hecho albergar la sospecha de que nuestra amiga lleva en Flavia una cantidad de tiempo, digamos… geológico. Es posible que me equivoque, aunque lo dudo bastante.
He estado, como digo, leyendo sobre las invocaciones, la necro-magia y el arte de atraer a a los muertos y, no se ofenda señora mía, pero… Yo no lo haría.
Y no me refiero a las consecuencias personales y psiconeuróticas que puedan generar aquí en… “La Negra”, sino en otra serie de cambios de consecuencias inesperadas. Vamos a ver. Para conseguir traer a un muerto al terreno de los vivos, algo que yo no puedo hacer, algo que sólo una cantidad pequeñísima de gente puede hacer, hay que sacar esa energía de alguna parte. Es como una trasfusión del tejido vital del mundo al tejido necrótico. Esa energía, como toda energía, y más la energía que emana de la vida pura, es voluble, es altamente inestable. Usted no está como está señora mía, porque haya nacido con defecto alguno. Ni por hablar con fantasmas. Usted está como está porque ha hurgado intensamente en la materia que fabrica el universo. Y la cuestión es que para traer a uno sólo de esos ingenieros, uno sólo les digo, necesitaremos una cantidad de energía elevada. Primero porque Taspor se ha prevenido contra este tipo de posibilidades, y segundo porque llevan muertos una cantidad portentosa de años.
Tampoco es casualidad que haya tan pocos necrománticos. Como os digo, esta biblioteca fabulosa, tiene crónicas de auténticas masacres para evitar que el poder de los necromagos y las necrobrujas se extendiera. Y, no se ofenda, querida, por un buen motivo. Porque como digo, estamos jodiendo con el flujo de la vida y cuando el flujo de la vida se desordena pasan cosa.
¿Que cosas? Bueno, no sé. El duque de Forlang empezó a hablar un idioma que no conocía nadie y con el que se comunicaba con las piedras después de intentar contactar son su señora madre. Las piedras, al parecer, tienen poquísimo sentido del humor, así que se entendieron mal con el Duque, al que la historia conoce como Forlang “El aplastado”. En otra ocasión, una campesina intento hablar con su marido recién muerto y a su hija le salieron flores en los brazos.
Eso con invocaciones pequeñas y sencillas.
Lo que quiero decir, amigos, es… ¿No nos estaremos precipitando? ¿No deberíamos pensar otras forma de proceder? ¿O al menos pensar cómo vamos a garantizar nuestra propia seguridad?
Sé que todos estamos aquí para coneguir cosas que nos son sumamente valiosas, importantes (y secretas, por supuesto) pero… ¿A costa de qué?
Me pregunto… Si no podríamos coger esta energía y… En fin, garantizar que se canalice en algún otro lugar. En la casa de alguien, quizás. Un noble, por ejemplo. No un noble grande. Al fin y al cabo seguro que sus magos les tienen bien protegidos, pero un noble idiota sin mucha importancia… Por seguridad, digo. La nuestra, me refiero.
“Estaba escuchando lo que aquí mi amigo de noble cabeza nos decía y… ¡Estaba escuchando lo que aquí mi amigo de noble cabeza nos decia! No, a mi tampoco me gusta gritar, pero resulta que mi condición translucida hace que se me atienda poco. Una maravilla para que las monedas de los bolsillos de alguien pasen a mis bolsillos, pero un auténtico desastre para mi vida social. No me gusta gritar, pero me veo obligado a hacerlo.
Me preguntaba, escuchando al “Señor Cabeza” si no podría volcarse esa energía caótica del universo sobre mi, que al fin y al cabo soy inmortal, soy Francoisse de la Verget, EL inmortal, no hay otro como yo, soy una criatura única. Supongo que, por tanto, no corro ningún peligro, ¿no les parece? Veo por sus caras que no”.
“Estimado amigo de La Verget, supongo que no ha escuchado los ejemplos que he ido poniendo anteriormente, pero creo que está claro que el caos de energía mágica que puede provocar la invocación de tan sólo uno de los ingenieros le podría llevar a una situación peor que la muerte. Hay cosas peores que la muerte, ¿verdad? No, yo lo que digo, es que deberíamos intentar canalizar el caos en alguna dirección… Se me ocurría, más bien… Es sólo una idea, pero… Señorita Monshey, si no me equivoco, lo que va de su muñeca al cuello de su compañero Blorp es una cadena emocional. Un… Mecanismo de control que les proporciona tranquilidad a ambos… ¿No es así? Quizás si pudiéra quitárselo y pudiéramos enganchar la cadena desde aquí nuestra amiga la Necromántica hasta… No sé hasta dónde, pero hasta alguien a quién nos pareciera adecuado hacerle mucho mucho mal, podríamos sacar adelante esta tarea. ¿Cómo lo ves?”
“Pues lo veo que si le quitamos la cadena a Blorp van a pasarnos cosas horribles aquí y ahora. Blorp es muy apasionado, tanto para el amor, ¿verdad cielo? Como para todo lo demás. Nuestra relación se basa en esta cadena. No por mi, que ya le digo que nos adoramos, sino por ustedes. Porque Blorp no hace prisioneros. Podría matarles a todos, matar a nuestra Matrona, a su ayudante y matar este propio lugar. Blorp fue creado para destruir, es una bestia de guerra a la que sólo el amor, al compasión y esta cadena, mantiene calmada mínimamente. A mi tener a mi amado atado con una cadena me parece una aberración espantosa, pero le aseguro que la alternativa es peor. No digo que el plan sea malo, pero con esta cadena no. Sería ponernos en peligro a todos”
“Si se me permite, perdonad, compinches… Si se me permite. Si. Aquí Radmun, ¿si? Gracias. En nuestra segunda visita a la prisión de Arassia tuve a bien… Ehm… Bueno, robe algunas cosillas. Un par de armas, unos títulos de propiedad falsos (una pena, la verdad) uniformes variados, bombas de diversos tipos que habían fabricado los reclusos y, bueno, cadenas. Tengo cadenas de Arassia. Son irrompibles y, por lo que yo sé por el tiempo que mi amiga La Negra y yo pasamos allí, resistentes a la magia. Tuve que falsificar la mía para poder conseguir algún encantamiento que funcionara, me llevo bastante tiempo, así que entiendo que estas deberían servir. No lo sé. Quizás si la señorita Monshey pudiera… arreglar mi cadena para que haga lo mismo que hace la suya… Pues…”
“En ese caso, lo que nos faltaría sería a quién colocar al otro lado de la cadena para recibir la energía energía caótica, ¿es así? Creo que puedo tener una idea de alguien. La cabeza ya ha mostrado su preferencia por el pueblo llano frente a los nobles, por lo que un noble podría ser una opción de su conveniencia. La señorita Galdah le raza a la dama de las Ratas, por lo que no creo que tenga problemas si hablamos de un noble que sea un ferviente seguidor de la Iglesia de la Santísima Acumulación Original, lo cual no es raro porque las casas nobiliares y “los santos acumuladores” suelen ir de la mano. Es evidente que el señor Radmun, no le tiene ningún cariño a la prisión de Arassia, así que uno de los nobles que ayudó a construirla podría valer. No creo que sea ninguna sorpresa pensar que el señor de La Verget no tiene afecto a las casas nobiliares, pues sólo los hijos bastardos de los nobles pueden ser translucidos de nacimiento y si su padre le hubiera reconocido no estaría aquí robando. No se ofenda, pero es transparente también en sus intenciones. Ya, ya sé que translucido y transparente no son la misma cosa. No tengo la cabeza del señor cabeza pero no soy imbécil. Lo que nos lleva a mi, Adora. Como saben soy una metamorfe no registrada. Eso no quiere decir que no le tenga afecto a mis hermanes metamorfes, es que no me da la gana que nadie me identifique. Y hay un noble, devoto de la Acumulación Original, cuyo padre consiguió comprarle un título gracias a sus negocios de seguros por toda Flavia y que tiene la mala costumbre de asesinar metamorfes en nombre de su religión porque les considera una aberración. Su hermano, señorita Monshey, ordenado recientemente “Obispo de la acumulación”. No sé hasta dónde llega su cariño hacia su hermano, pero…”
“Se llama Farlo, y no veo la hora de sacarle las entrañas a ese fanático retorcido”
“Bueno, bueno, bueno. ¿Qué tal estás bollito de crema? Mírame. Mírame a los ojos y deja de chillar como una rata. Tienes el cuerpo gordo y flebítico y chillas con un tono que sólo pueden escuchar los perros.
¡Mírame! Soy Sandra La Negra y tú eres Farlo. Concéntrate en tu nombre y en tu vida, piensa atentamente en eso porque dentro de unos segundos te van a adoptar cosas horribles que van a hurgar en tu cerebrito y van a hacerte fuegos artificiales en la cabeza, retoñito. ¡Que no grites!.
Aquí no hay nadie más, Farlo. Estamos tú, la cadena que te ata a mi, yo… Y los espectros, por supuesto. Has sido secuestrado en medio de la noche por tu propia hermana y sus amigos y ahora te vamos a hacer potaje la cabeza. Es un proceso horrendo, la verdad. Pero de alguna manera es bonito, como son bonitas algunas enfermedades o, no sé, una flor luchando por no extinguirse cuando llega el invierno. Bello e inevitable, corazón.
Concéntrate, te digo, en tu nombre y en tu vida. Eres Farlo, eres “obispo de la acumulación”. De momento parece que te has dedicado a acumular, sobre todo, grasa. Y a quemar metamorfes a quienes llamas “abominaciones”.
Te comento, Farlo. No has visto una abominación en la vida. Una abominación es cuando varios fantasmas se unen en un todo ectoplásmico e intentan asaltar el plano físico. Nada que ver con les metamorfes. Si tiene más de cinco piernas y dos cabezas, suele ser una abominación. Si intenta comerte, sin duda lo es. Tampoco es que importe toda esta información porque como ya te vengo diciendo en unos minutos te va a hacer chimpun flash la cabeza.
Te cuento como vamos a hacer. Yo ahora voy a decir unas palabras prohibidas en un lenguaje muerto. La gente cree que el idioma necromántico es una especie de lenguaje florido y ancestral. A veces pasa. Cuando las cosas llevan mucho tiempo muertas la gente se cree que son más sofisticadas. Pero una traducción bastante fiel de lo que voy a canturrear en breve sería algo así como: “Eh tu, si tú, el fantasma, no corras puto idiota, no ves que te voy a coger. Ven aquí que te quiero comentar unas cositas”. Y luego viene una parte que son insultos creativos que, personalmente, es mi favorita.
¿Te gustaría aportar algún insulto creativo? ¿Cómo? ¿Perra demoníaca? He dicho creativo, Farlo. Cosas que rimen e incluyan partes del cuerpo. Cosas que hagan daño.
Al fantasma hay que convencerlo y, sobre todo, evitar que te cuente su vida. No hay nada más pesado que un fantasma, ¿me entiendes? ¡Pero no llores! Madre mía. Que no te voy a matar ni nada. Eso te lo aseguro. Si acaso puedes desdoblarte en varios planos de existencia o convertirte en excremento de pájaro, pero siempre manteniendo la conciencia y todo eso que hace que tú seas tú. ¿No es genial? Ya veo que no. Bueno mira, pues qué le vamos a hacer. Si no le ves las cosas positivas a la vida como hago yo, qué le vamos a hacer.
Bueno, entonces yo digo esas palabras y se abre la puerta espectral. Ahí es probable que tú ya estés notando algo, no te agobies en esa parte porque es como un cosquilleo comparado con lo que viene después. Después es cuando yo meto la cabeza en la puerta y me vuelvo LOCA (no puedo esperar a que llegue ese momento) y pregunto por alguien (de nuevo en el idioma ancestral y perdido). Esto puede durar un rato, hasta que encuentro a quién busco y le convenzo de que, oye, vamos a tener que llegar a un acuerdo o me pondré MUY TONTA. Ahí es posible que les diga que te voy a entregar a ti como seguro de que no voy a hacer nada malo. Es probable que para entonces te hayas desmayado, pero si no fuera así ya te digo yo que es un truco. Yo ahí abajo no he dejado a nadie jamás.
Bueno. A ver. Jamas jamas jamas tampoco. Pero casi jamás.
Y luego, cuando llegamos al acuerdo, tiro y me traigo al muerto. Ahí, la verdad, no lo vas a pasar bien. Ahí puede que te quieras golpear con algo y prefieras estar muerto. Por eso te hemos atado, porque cuando todo eso pase, pues ya está.
Ya está en el sentido de que tú ya… Pues lo que sea que te haya pasado por culpa del caos energético. (RISAS)
Venga. No chilles eh. Y luego si me dices qué tal la experiencia, te lo agradecería porque no suelo tener feedback.
Una, dos… Y Tres.”
“Efectivamente, mi nombre es Glordio Satso Maluctar y soy ingeniero. O lo era, antes de morir en mi cama hace más de 20 años por lo que yo pensaba que era un infarto y que ustedes me comentan que fue el certero golpe de una maza, llevado a cabo por un tal Castolux Caronte. Quizás por eso mi cabeza tiene esta forma tan curiosa que junta frente y nariz y el ojo derecho no parece haber hecho acto de presencia.
Debo entender también que se me asesinó por el conocimiento que tenía de la construcción secreta del laberinto del las montañas de la Brumma, que me dicen que ahora se llama “Laberinto de Ala Taspor”, con lo que debo suponer también que el muchacho atolodrado que se pasaba por las obras de tanto en tanto, se ha convertido en alguien de importancia. Nunca pensé que ese chico estuviera detrás de todo. A nosotros nos contrató otra persona, un amigo suyo, un tal Mordie, que siempre iba con otro chico. En fin, tampoco importa ya.
Así que si, diseñé y construí una parte importante del laberinto que, por lo que entiendo, ustedes pretenden ahora atravesar. Y entiendo que pretenden hacerlo con un poco de información extra que yo les proporcione. Supongo que mis diseños, los dibujos, mapas, etc. Fueron… Quemados. Claro, ya lo suponía.
Voy a serles muy sincero. Llevo más de veinte años muerto. No he tenido una existencia fantasmal, como otras personas. No sabía que había sido asesinado. Nadie me lloró, no tenía a nadie para hacerlo. Morí y al instante me encuentro aquí, deformado por los golpes, podrido y oliendo (supongo) bastante mal. Pero no he tenido tiempo de odiar, ni de enfadarme o buscar venganza. Esos veinte años no han pasado para mi. Entiendo que quieran que les ayude, pero si lo hago… ¿Qué pasará conmigo? ¿Volveré a morir? Entonces en mi mente sería cómo si, en realidad, me hubieran matado más ustedes que ese tal Caronte del que me hablan. No. Creo que no es un trato justo para mi y que la venganza no es lo que me motiva. Se me quitó la vida, pues bien, si quieren que les ayude quiero vivir. No necesito vivir vivir, con este aspecto ya me imagino que… En fin, pero mi vida antes era muy sencilla. Lectura, diseño, introspección, no necesito nada nuevo. Si me garantizan seguir con vida, yo con mucho gusto les contaré todo lo que sé sobre el laberinto.
Por lo poco que sé de Necromancia, esta mujer inconsciente que tengo agarrada a mi brazo es la que ha realizado el acto mágico y el individuo que se encuentra atado a su propio brazo con esas esposas es… El receptáculo de la energía mágica que ha sido necesaria. Supongo que por eso está cambiando alternativamente de color y tiene esa cara entre el terror y la sorpresa. Entiendo entonces que para mantener este vínculo sería necesaria una cantidad importante de magia, pero… En fin, por lo que parece en este sitio en el que estamos hay magia en cantidades, ¿no lo notan? No pretendo aprovecharme. Calculo que mi vida, si no hubiera sufrido este ataca prematuro, habría durado otros veinte o treinta años. No pido tanto. Dejémoslo en 15. Quince años más. Yo mismo podría diseñar un artilugio para minimizar el uso de magia para mantenerme con vida y… no sé, que no genere tanto caos a mi alrededor. El artilugio se podría quedar aquí con usted, señora, que entiendo que es la dueña del terreno. Un sitio precioso, si me lo permite. Yo podría quedarme aquí, estudiar, nadar en esa preciosa pisina natural que veo con mi único ojo desde la ventana y… Bueno, hacer mi vida. Si invento algo se lo pueden quedar. A cambio pido un sitio dónde dormir, materiales de trabajo y comida. Y otorgarles la información sobre el laberinto que poseo, por supuesto. No les quiero engañar. Como saben éramos seis los ingenieros y por tanto no conozco abolustamente todos los detalles de los ingenios y pruebas correspondientes. Pero si tengo bastante información al respecto.
Entonces, ¿qué les parece? ¿Tenemos trato? ¿Si? Oh, me alegro muchísimo. Volver a estar vivo es algo que, la verdad, está bastante bien.
FIN DE LA PARTE CUATRO.
Parte V: El Informe de Castolux Caronte.
“Me presentó ante vuesencia, Lord Taspor, para relatar los acontecimientos de las últimos mesesy proponer un curso de acción adecuado. ¡Viva Lord Taspor! ¡Viva el condado de Taspor! ¡Viva Flavia y su nobleza.
Muy señor mío meritísimo. Como bien sabe, fui informado por uno de mis espías de varios acontecimientos extraños que paso a relatarle. En primer lugar, la desaparición de varios conocidos delincuentes de Flavia. Todos en la misma semana, todos tras haber pasado por una posada en la frontera con el condado de Euli. Lord y Lady Euli no saben absolutamente nada de ésto y, por lo que yo sé, no podemos considerarles parte de lo que hoy yo puedo afirmar que es un complot contra usted y contra los intereses del condando de Taspor. La posada, como digo, es uno de esos lugares dados al complot, se llama “La dulce doncella”. Ya se puede imaginar que allí no hay ni dulces, ni por supuesto doncellas, tan sólo el vino más picado y las mujeres de peor suerte. La cuestión es que en el plazo de dos semanas, cayeron por allí siete (en realidad, ocho, ahora le explicaré) personajes de la peor calaña. Con uno de ellos, a la que se conoce como Galdah, ya me medí en una ocasión anteriormente, de ese encuentro yo guardo esta cicatriz que me recorre la cara y ella guarda la ausencia de sus carrillos, que tuve a bien arracanrle antes de que la disputa quedara en tablas. Además de esta asqueorsa abominación, pararon por allí un par de conocidos estafadores y ladrones. Aquel al que se conoce como La Cabeza (que por si fuera poco odia a los nobles) y también otro compinche ocasional, el señor Radmun. De este Radmun corren dos rumores, uno de ellos es que carece de testículos, quizás por eso se mueve apoyando en un bastón. El otro rumor es que el único ser que ha podido escapar de la prisión de Arassia, ¿qué le parece? En fin. El cuarto es un tal Francoisse de la Verget, que podría ser el hijo bastardo de algún noble, ya me gustaría a mi decirle cual, pero no lo sé. La quinta persona, que en realidad son dos, son esa hija rebelde del Señor Moonshey, supongo que sabe a quién me refiero, el de los seguros. La hija, una descarriada peligrosa, anda siempre con una criatura abominable a la que ata con una cadena mágica. Se dicen que yacen juntos, la bestia y ella. No lo quiero ni imaginar. Hay una sexta persona que mi contacto no sabe decirme aún quién es, y por último, una vieja conocida, Marga Kolcha Reijdrandt, o Koch. De esta individua no le tengo que decir nada porque ya la conocemos de sobra. Desde luego, que ande embarcada en alguna aventura con los otros siete es una pésima noticia.
Como le decía, estas personas fueron cayendo por “La Dulce Doncella” durante dos semanas y, aquí viene lo extraño, no se las volvió a ver. Puf. Se esfumaron. No salían de la posada. Y, hay otro dato, que creo que es interesante, la única persona que estuvo registrada en la posada durante esos quince días es un individuo de las costas orientales al que se conoce como Shing Len y del que no sólo no sabemos absolutamente nada más, sino que también ha desaparecido. Es creíble que el señor Shin Len sea la persona que ha contratado a este grupo o que actua como intermediario de otros. ¿De quién? No tenemos ni idea.
Pero hay cosas que si sabemos, señor. Sabemos que semanas después de esta curiosa situación se vivió otra curiosa situación en la prisión de Arassia. Parece ser que las autoridades de la prisión se han empeñado en tapar el asunto, pero ya sabe lo que pasa, la gente habla. Y el alcaide de la prisión es alguien cercano y, a cambio de mi discreción, me comentó (por el bien del ducado y de la propia Flavia) que estos individuos habían atacado la prisión y ayudado a escapar a numerosos presos. Él dice que todos murieron en el asalto, pero yo creo que no. Porque si el tal Radmun iba con ellos, es bien probable que hablemos de alguien que sabe cómo salir de ella. Así que fueron a Arassia a sacar a alguien. ¿A quién? Con toda honestidad, no tengo idea.
Pero sé algo más. Hace un mes fue secuestrado en la noche el segundo hijo de Moonshey, había sido ordenado santo acumulador. Un acumulador excepcional por lo que tengo entendido, y muy devoto. Este chico, el hermano de la descarriada bestialista que le comentaba antes, ha sido secuestrado también. Y eso no es lo peor. Lo peor es que semana después apareció en el sur de Flavia, como un naufrago con severos problemas de orientación y, convertido en pulpo. Un pulpo acumulador y también devoto, pero señor mío, un pulpo, no un noble hecho y derecho. Un pulpo que cambia de color, predice el cambio de las horas y dice no recordad más que una intensa historia de amor con una Galiata, que parece ser que ahora es la esposa que nunca tuvo.
Para un ojo sin experiencia, todo esto sería un simple hechizo, pero señor mío, sabe que mi familia se ha dedicado al orden y el cuidado de Flavia desde hace generaciones. Mi tatarabuelo, un hombre pío, lucho contra los nigromantes y le puedo asegurar que en mi familia se nos ha advertido bien contra estas amenazas y sabemos reconocerlas y atacarlas. Ese pulpo ha estado sometido a energia necromántica.
Así que, señor mío, lo comento con mi contacto en la prisión de Arassia y me dice que la compañera de celda del tal Radmun es una tal Sandra La Negra. ¿Que está completamente loca? Y señor mío, me digo… ¿Para qué quieren a una necromántica? ¿Qué traman y dónde están? Y entonces me viene a la mente. Recuerda señor, y no quiero que me entienda mal, no hay en mis palabras atisbo de crítica. ¿Recuerda cuando me mandó a pacificar a los ingenieros que le habían ayudado con el laberinto…? ¿Recuerda que le dije que quizás era mejor idea comprar su voluntad que liquidarlos? ¿Recuerda que le comenté, de forma muy educada, por supuesto, que debía acompañarme un “cancelador”? Y que usted me dijo “qué demonios es eso de una “cancelador”, Caronte, ¿te has bebido tu propia orina? Habla como es debido”. Yyo le expliqué que eran los sacerdotes que garantizan que un muerto no pueda ser levantado de nuevo por un necromántico y usted me dijo… “¿Cuanto cuesta eso?” Y yo se lo dije y usted me dijo que si me había follado el cerebro una cabra montañesa?
No lo recuerda. Bueno, no importa. Yo se lo dije, usted me dijo que no hacía falta y creo que ahora alguien está levantando a los ingenieros.
¿Para qué? Bueno, parece evidente. Alguien quiere tener información privilegiada porque va a intentar atravesar el laberinto y conseguir el fabuloso premio final.
Si, señor, ya sé que no hay premio alguno. Por eso lo digo.
¿Le parece que trace algún tipo de plan? ¿Si? De acuerdo”
“Muy señor mío Meritísimo, Lord Taspor, conde de Taspor y dueño del Laberinto del mismo nombre, hombre noble y bueno como son buenos todos los hombres nobles. Apiádese de mi falta de discernimiento, pruebe en mi los tacones de su botas, disponga de mi cuerpo como yo dispongo del cuerpo de aquellos a los que comando. Déjeme ser el can de sus órdenes, el perro que corre tras el hueso que usted me lance. Gloria, gloria eterna a los que mandan pues nos dan sentido a nosotros, sus servidores. ¡Viva Taspor! ¡Viva Flavia y su nobleza! Y también sus buenísimas costumbres gastronómicas y cómodas posibilidades de acceso a viviendas a precios asequibles, especialmente en zona de playa.
Buenas tardes, muy apreciado señor mío. Tras la información que le presenté hace unos días sobre los planes de un conjunto de malandrines para hacerse con las riquezas y tesoros que usted y sus socios le han dicho al mundo que esconde el laberinto que se engalana con su nombres pero que, al tratarse de una afirmación no confirmable por la realidad, convendría que no llegara a saberse, me dispongo a exponer el proceder con el que yo creo debemos actuar en este asunto.
Creo que lo prudente es actuar aunando cautela y paranoia a partes iguales. La paranoia nos dice que es posible que estos sucios rufianes tengan información suficiente para poder desactivar el conjunto de trampas e ingenios que guarda el interior del laberinto. La prudencia nos dice que, a pesar de ello, no podemos rehacer del laberinto de forma completa. No nos daría tiempo y sería demasiado sospechoso, además de una inversión económica de la que vuecencia ya me indicó que no estaba dispuesto a participar. Tampoco parece razonable que neutralicemos a nuestros antagonistas al entrar en el laberinto, porque podría hacer sospechar que tenemos miedo y, con ello, bajaría el interés de las apuestas que nutren de vida económica a vuecencia y al conjunto del condado de Taspor y, por ende, a una parte de los ingresos que recibe el consejo de Flavia.
Mi propuesta es, por tanto, la siguiente. Por un lado preparemos un grupo de sanguinarios matones de moral limpia comandados por mi mismo que esperen en la posada cercana al laberinto, mientras nuestros supuestos héroes están en el interior. Preparado, como retén de emergencia, por si fuera necesario que actuáramos. Es posible también que los dueños del mesón den la voz de alarma a las autoridades cuando vean llegar a semejantes parásitos. Si así fuera, mejor, aunque dudo que la autoridad de Flavia vaya a estar preparada para enfrentarse a estos sujetos. No, mejor tener un retén de emergencia en la zona.
En segundo lugar y de forma pretérita, quiero decir antes de hacer esto del retén y preferiblemente, si usted da su permiso, de inmediato, sería prudente modificar alguna de las pruebas que componen el laberinto. Si se me permite, creo que sería imprudente tocar la “Campana de Muerte”, pues suele ser aquella en la que más héroes terminan por caer cuando aparecen como grupo, ya que… En fin, sacrificar a alguien por un bien mayor es algo que nadie que vaya a por un tesoro suele hacer. Por tanto esa la dejaría.
Del resto de pruebas, creo que lo razonable es modificar aquella que nos permita acabar con un número mayor de malandrines en una única prueba. Una que sea igual de efectiva para grupos que para particulares. Ahí, como sabe, tenemos dos opciones. O bien el “Caleidoscopio Celestial”, o bien “El Engendro”.
Personalmente creo que “El Engendro” ya nos ha dado suficientes alegrías estos años y ha terminado por resultar… Aburrido. No sé si lo comparte. Veo por su cara que no. Que le gusta “El Engendro”. Si me permite, señor, no es más que un martillo enorme y un montón de cuchillos golpeando sin cuartel hasta convertir en pulpa a los visitantes. No es bonito, señor. Conceptualmente quizás si, pero luego hay que limpiar… A usted le gusta. Si a usted le gusta no se hable más. Usted es la bota que se posa sobre mis vértebras, señor. Yo soy el can que busca los huesos que usted me lanza. Servir es mi posición en el mundo. Gracias a usted, existo.
En ese caso, tendremos que retirar el “Caledoscopio Celestial” y sustituirlo por otro dispositivo de igual efectividad, pero de reciente invención, que permita que cuando lleguen a esa prueba en cuestión se encuentran la sorpresa de que no es lo que esperaban. Ojalá poder hacerlo con más cosas, pero la idea de un laberinto milenario con un tesoro ancestral casa malcon cambiar cada dos por tres las pruebas del mismo. No. No, no. Por supuesto que mis palabras no esconden crítica alguna. No me atrevería.
Necesitaria entonces contratar a algún mago ingeniero que pueda hacer un nuevo ingenio cuanto antes, no sea que entren en el laberinto antes de que hayamos podido tocarlo todo. Si tenemos suerte, no habrán podido traer de entre los muertosa más de un ingeniero, vendrán con una información limitada y se llevarán una sorpresa. Si por el contrario nos encontramos con que llegan al final… En fin, mis hombres y yo entraremos en el laberinto y les daremos caza. Llegado a ese punto creo que sería prudente preparar algún tipo de nueva mentira que podremos improvisar por el camino. En eso ya sabe que es usted mucho más fino que yo. En la mentira, digo. En eso es usted uno de los nobles más profesionales que conozco, si no le molesta que se lo traslade a vuecencia”.
“Muy señor mío Meritísimo, Lord Taspor, conde de Taspor y dueño de mi espíritu y de la forma que adoptan en ocasiones, cuando no siempre, mis entrañas. Señor del Laberinto del mismo nombre, gestor, gerente y capitán de la buena equivalencia entre gastos e ingresos con la voluntad férrea totalmente enfocada a estos segundos, le escribe su siempre humilde servidor Castolux Caronte desde el puesto avanzando del retén de control a las afueras del laberinto.
Llegamos al puesto hace apenas cuatro jornadas con sus días y sus noches acompañado de una treintena de mis mejores asesinos y honestos soldados a su servicio, cuyo comportamiento debo decir que está siendo una auténtica delicia.
Tal y cómo yo suponía la dueña del mesón (su esposo, por lo que me cuentan, murió de unas fiebres hace ahora dos años) no había dado importancia alguna a la presencia del conjunto de desalmados malandrines a los que nos enfrentamos. Consideré oportuno acabar con su existencia, cosa que supongo entederá, y tomé la posada como base de operaciones.
Durante la primera jornada esperé. No pasó nada.
La segunda jornada, con honestidad, también estaba siendo un remanso de paz sin mayores sobresaltos que alguna pelea puntual de mis muchachos. A última hora de la tarde se me informó que, junto con el grupo de malvados se encontraba una “joven de la cebolla”. Ya sabe, la hija de algún noble que cree que portando ese vegetal podrá cruzar libremente el laberinto. Es sorprendente que siga funcionando ese embuste teniendo en cuenta que ninguna de las que lo han intentado han vuelto para contarlo. Dudo, con honestidad, que esta joven, sea de facto una joven cebollera pues se supone que justo al grupo de malvados salió también una joven que decía ser el sirviente de Lord Uptiny de Golatric, como sabe el tal Uptiny es un invento que usan los estafadores. Un supuesto noble que da porte y esplendor, pero que en realidad no existe. La cuestión es que esa muchacha que se hacía pasar por muchacho tenía un larguísimo pelo liso, pajizo, muy bello. Y esta que ha cruzado es, por el contrario, una mujer morena con el pelo rizado. ¿Quizás aquella que yo imaginaba en el grupo asaltante lo abandonó antes de entrar? ¿Y dejaron incorporarse a la hija crédula de un noble cebollero? Con honestidad, no lo creo.
Supongo, pero no lo he podido comprobar, que les acompaña una de esas abominaciones multiformes llamadas metamorfas que, como usted bien sabe, deben desaparecer de la faz de nuestra amada Flavia.
En cualquier caso, la segunda jornada estuvo marcada por este acontecimiento.
Sin embargo, la tercera jornada ha resultado ser un conjunto de sorpresas descomunales. En primer lugar, la jornada amaneció con el tañido de la Campana de la Muerte. Eso quiere decir dos cosas que, en mi opinión, afectarían de forma crucial a nuestros planes. En primer lugar que alguno (cuando no todos) de nuestros adversarios había logrado atravesar la Campana y que habían logrado sacrificar a alguien del grupo sin mayores sobresaltos. Sorprendente. En segundo lugar y teniendo en cuenta la posición de la Campana, que el grupo avanza rápido y, peor aún, que habían logrado superar nuestra prueba secreta, la nueva prueba falsa, quiero decir. La que habíamos preparado para acabar con ellos. La han superado.
Pero eso no es lo más sorprendente. Comparado con lo que ha sucedido después creo que nada es demasiado sorprendente.
Al caer el sol y empezar a dibujarse el pérfil de la luna, ha salido de la puerta del Laberinto “El Inmortal”, Francoisse de La Verget. Ha caminado tranquilamente por el campo de margaritas que se encuentra junto a la puerta de acceso a las montañas de la Bruma, con las manos en alto y sin portar armas de ningún tipo. Tan sólo un sobre, mi señor. Un sobre misterioso.
Con las manos alzadas ha gritado mi nombre y exigido mi presencia. Por supuesto, mi señor, que mi primer impulso habría sido matar a estar abominación, pero cómo ya le he indicado, es inmortal. Con lo que la tarea habría sido tan ridícula como infructuosa. Y e aquí el problema, señor mío meritísimo, la extrañeza. Doble extrañeza. El Inmortal se ha dejado atrapar, que es la única cosa que un inmortal no debe dejar hacer porque es la única forma de neutralizarse. Matarle es inútil, ya le digo.
Se ha dejado capturar por mis hombres sin oponer resistencia y me ha entregado la carta. Me ha pedido muy educadamente que le hiciera llegar la carta a usted, mi señor. Por lo que aquí se la adjunto.
Me he permitido abrirla y leerla para evitar cualquier tipo de envenenamiento en el papel o la tinta. Todos mis empeños están en mantener a usted seguro porque, sin usted, ¿qué soy yo? Es muy breve, mi señor, como comprobará. Tan sólo dice…
“Somos los del interior. Estamos dispuestos a rendirnos discretamente si nos garantizan una salida digna de este embrollo, que no haga sufrir nuestras mutuas reputaciones”
¡Señor! Ni que decir tiene que todo ésto es una trampa, un engaño, una mentira.
¿Pero de qué tipo?
Quedo a la espera de su respuesta.
Pd.- De la Verget se encuentra atado y custodiado por mis hombres en la posada. Se le han puesto grilletes de naturaleza mágica. Se ha negado a comer o beber nada.
FIN DE LA PARTE V
Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella I.
“– Señorita Galdah. Permítame presentarme. Mi nombre es Shing Len. Quiero agradecerle que haya aceptado reunirse conmigo. Como ya supondrá, actúo como intermediario de otra persona que, por el momento, prefiere mantenerse en el anonimato. Yo no puedo explicarle lo que esta persona quiere proponerle, pero si la recompensa que usted tendrá a su disposición en caso de aceptar y cumplir el encargo. Yo soy un “Fulcur”, un espíritu de la felicidad. Así que si usted empieza a hablar ahora no podré evitar decirme lo que usted más desea y yo no podré evitar hacer todo lo posible para conseguirlo… Siempre que usted cumpla con el encargo de la persona a la que sirvo. Quiero que lo entienda bien. Si usted no quiere aceptar este trato, no diga nada. Márchese y no habrá problema. Si empieza a hablar usted tiene un vínculo conmigo que nos obliga a ambos. ¿Lo entiende? Veo por su gesto que lo entiende. En ese caso, usted dirá.
– Soy Galdah, le sirvo a la dama de las ratas, ¿qué podría desear que no sea la sangre de mis enemigos mandando de mi espada? No hay nada que… Nada… Mi madre murió al nacer yo. Más bien murió gracias a mi. Nací matando. Mi padre me odia por ello. Siempre digo que tengo dos hermanas, pero es mentira. Son dos amigas invisibles que me hice para hablar con alguien antes de descubrir el culto a la diosa. Me gustaba tener dos, para que hablaran entre ellas. A mi no me gusta hablar, pero me gusta estar cerca de gente que habla e intentar entender lo que hacen al hablar. Me gusta, por ejemplo, cuando dicen una cosa con la boca, pero hacen otra con el cuerpo. O cuando están pensando en hacer una cosa y luego dicen la contraria y por dentro sienten como burbujas y les cambia el tono de la piel. Mis hermanas ficticias eran así porque así me las imaginé yo. Me uní al culto de la dama para escapar de mi padre y sus palizas. Pasé el rito porque, como digo, nunca he tenido dificultades para matar. Por su cara diría que cree que lo que me gustaría es dejar de matar. Pero ni por lo más remoto. La dama de las ratas me cuidó, me protegió y me enseñó todo lo que se, como rebozarme en mierda para que nadie se quiera acercar a mi y que, poco a poco, se vayan olvidando de mi para poder atacar con ventaja. Hace años que eduqué mi sentido del olfato para no oler mi propio ser. No. La dama me salvó de todo y me acompañó la noche que fue a devolverle a mi padre todo lo que me había dado. Mientras era novicia llevé su calavera como casco. Ahora llevó la de este ciervo alado porque se me entregó en la ceremonia en la que me hice mujer. Además, la muerte me ha dado muchos orgullos. Me cortaron el talón y media oreja. Aunque la oreja la recuperé después y el talón conseguí que sanara con unguentos. Tengo la mitad del cuerpo cosido por mi misma o por alguna de las otras novicias, que me enseñaron también los placeres que puedo arrancar de mis propios dedos. No necesito más. Perdí los carrillos peleando contra Castolux Caronte. El único ser al que me he enfrentado que ha salido con vida. Y quizás pensará que lo que deseo es que le des muerte. Ni por lo más remoto. Esa pieza es mi vergüenza y es para mi. No tengo prisa. Y el se acuerda de mi cada vez que se mira la mano derecha, ya que la suya la tengo yo. ¿Quiere que se la enseñe? La tengo en el jubón. Oler a muerte, ese es el truco. Eso es lo que nos enseña la dama. Así que no. Tampoco quiero que haga volver a mi madre de entre los muertos. No puedo tener hermanas y hace ya años que no necesito de la presencia de las mías para entretenerme. El mundo me ofrece cuento entretenimiento puedo encontrar y mi aguijón me proporciona toda la paz que necesito cuando alguien me molesta. Soy muy buena, mucho, de verdad. Sirvo a las ratas con orgullo. Pero eso usted ya lo sabe, porque sino no me habrías llamado para hacer el trabajo ese que se supone que debo hacer para quién quiera que le mande a buscarme. No, lo que quiero, lo que quiero de verdad es que me ayude a entender eso que hacen los demás. Lo de decir una cosa y hacer otra, lo de pensar una cosa y hacer la contraria. Yo no sé hacer eso y no sé para qué sirve. Quiero entenderlo y quiero poder hacerlo. Quiero entender por qué a veces hacen cosas que no están previstas y son… contradictorias. Porque a veces perdonamos una vida y otras veces no tenemos más remedio que tomar otra. En definitiva, quiero entender porque hacen cosas que no les ayudan. A veces, incluso, les perjudican. Eso es lo que quiero de verdad. Quiero entender, por ejemplo, por qué ahora mismo estoy llorando. No me había pasado nunca.
– Sea.
Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella II.
“– Señor Radmun. Permítame presentarme. Mi nombre es Shing Len. Quiero agradecerle que haya aceptado reunirse conmigo. Como ya supondrá, actúo como intermediario de otra persona que, por el momento, prefiere mantenerse en el anonimato. Yo no puedo explicarle lo que esta persona quiere proponerle, pero si la recompensa que usted tendrá a su disposición en caso de aceptar y cumplir el encargo. Yo soy un “Fulcur”, un espíritu de la felicidad. Así que si usted empieza a hablar ahora no podré evitar decirme lo que usted más desea y yo no podré evitar hacer todo lo posible para conseguirlo… Siempre que usted cumpla con el encargo de la persona a la que sirvo. Quiero que lo entienda bien. Si usted no quiere aceptar este trato, no diga nada. Márchese y no habrá problema. Si empieza a hablar usted tiene un vínculo conmigo que nos obliga a ambos. ¿Lo entiende? Veo por su gesto que lo entiende. En ese caso, usted dirá.
– ¿Y si le pido algo que es contradictorio con algo que ya le han pedido? No se lo digo por decir, es una pregunta que le hago en serio porque es posible que lo que yo más desee sea arrancarle el pescuezo a la rata ladrona que estuvo aquí anoche. Esa tal Galdah, que me ha robado mi dinero y que muy seguramente le ha pedido que usted acabe conmigo y yo lo que le quiero pedir es que… No. No es… No es eso, la verdad. Que estupidez sería esa, ¿verdad? Que aquello que yo más deseo sea matar a otra persona por un simple asunto de apuestas, algo nimio. Le diré más, incluso me cae bien la tal Galdah… ¡Mierda, si que son buenos sus poderes! No. No quiero eso. Durante mucho tiempo pensé que lo que me gustaría sería recuperar el vigor, ¿sabe usted.? Porque una serie de infortunios llevó mis huesos hasta la cárcel Arassia de la que puedo decir con orgullo que soy la primaria criatura que ha escapado. Para ello, sin embargo, debí separarme de mis testículos, al menos de parte de ellos. Desde entonces orino gracias a pociones de mi propia invención. Así que si, quizás recuperar mi vigor podría ser algo que me apeteciera, pero la verdad es que a mis años era una parte del cuerpo que ya no me servía para nada. No me había dado cuenta hasta ahora, no se crea, señor Len. Yo pensaba que era lo que más me importaba, pero ahora, hablando con usted y sin poder evitar esta cascada de verdades me doy cuenta de que no es lo que más me interesa. Le pido en cualquier caso no vaya comentando mi hazaña de Arassia por ahí. Al fin y al cabo no tengo ninguna gana de que vuelva a trincarme y me devuelvan a semejante agujero. Fíjese, me doy cuenta de que ha sido la recuperación de mi libertad la que me ha hecho olvidarme de otros supuestos placeres de la vida, como el uso viril de los órganos que la biología me han proporcionado, pero también, no sé, el disfrute de la comida. No. Muchas de las cosas que hace años me parecían esenciales y quería disponer de ellas con un ansia furiosa, hoy me resultan sumamente inapetentes. Y sin embargo, un paseo, la lectura de un libro, la cocina (no me refiero a engullir, sino a fabricar comida) y, por supuesto, el noble arte del juego y la estafa, los trucos de manos, la prestidigitación, la experimentación curiosa con pócimas y ungüentos, todo eso es lo que hoy por hoy me hace sentirme vivo. Así que puedo asegurar con todo convencimiento que lo que más deseo es no volver jamás a ser encarcelado. No volver a pisar esa prisión ni ninguna otra. Si tienen que darme caza los esbirros de la ley, que me den muerte, pero que no me vuelvan a hacer pasar por aquel tormento. Eso es lo que le pido, eso es lo que deseo de verdad. Puedo vivir toda la vida con la tez pálida por la perdida estructural de sangre al cortarme mis propios huevos y apoyado en mi bastón de roble. Flaco, débil y libre. Eso quiero. Eso es lo que me gustaría tener de usted. Pero si pudiera responderme también a la pregunta de la contradicción inicial, se lo agradecería.
– Si alguna petición es contradictoria con otra, señor Radmun, tendría que buscar la forma de resolver esa contradicción y cumplir con ambos encargos. Caso contrario perdería mis dones. No me ha pasado nunca y no me va a pasar. Con respecto a su deseo de no ser encarcelado jamás… Tiene mi palabra de que, caso de cumplir con las obligaciones que quién represento tiene preparadas para usted, yo cumpliré su deseo.
– En ese caso tenemos un trato. Vaya que si, pero dígame… Esa sucia Galdah también está metida en esto, ¿verdad? Dios, la huelo como si estuviera aún en esta misma sala. Una mujer insoportable.
Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella III.
“– Adora. ¿Es Adora su verdadero nombre? Tengo… La verdad que tengo seis o siete nombres asociados a usted que podría usar. ¿Le parece bien Adora? ¿Elonie? Adora, mejor. De acuerdo. Permitame presentarme. Mi nombre es Shing Len. Quiero agradecerle que haya aceptado reunirse conmigo. Como ya supondrá, actúo como intermediario de otra persona que, por el momento, prefiere mantenerse en el anonimato. Yo no puedo explicarle lo que esta persona quiere proponerle, pero si la recompensa que usted tendrá a su disposición en caso de aceptar y cumplir el encargo. Soy un Fulcur, un espíritu de la felicidad. Veo por su cara que ya sabe a qué tipo de entidad me refiero. Supongo que sabrá también que si empieza a hablar ahora no podrá evitar decirme lo que usted más desea y yo no podré evitar hacer todo lo posible para conseguirlo… Siempre que usted cumpla con el encargo de la persona a la que sirvo. Quiero que lo entienda bien. Si usted no quiere aceptar este trato, no diga nada. Márchese y no habrá problema. Si empieza a hablar usted tiene un vínculo conmigo que nos obliga a ambos. ¿Lo entiende? Veo por su gesto que lo entiende. En ese caso, usted dirá.
– Elonie es el nombre que usaba antes de mi anterior trabajo. Tengo la costumbre de cambiar de aspecto y nombre entre trabajos, sobre todo los importantes. Conozco perfectamente lo que son los Fulcur, pero pensaba que no había ninguno activo en Flavia. Estuve hace años en la cascada invertida de Folgong, cuando les metamorfes se consideraban una enfermedad. Fui allí para evitar que me quitaran “el cambio”. Entonces se hacía así, te lo intentaban quitar. Yo creo que era otra excusa para matarnos. Ahora está el registro y los fanáticos de la acumulación. ¿Cómo pueden convivir las dos cosas a la vez? No te voy a decir que sea parte de lo mismo, gente que te quema y gente que te cuenta y te mete en una lista y quiere saber dónde estás en todo momento. Lo mismo no es, claro. Pero es parte de lo mismo. El caso es que fui a la cascada invertida a buscar un Fulcur. A mi ya me habéis ayudado en una ocasión. Blindé mi cambio. No hay ritual que me lo pueda quitar. Y soy… Razonablemente feliz al respecto. Quiero decir que quizás no tengo un deseo tan grande como ese y ese es, bueno “era”, un sueño bastante importante, porque al fin y al cabo se trata de que nadie me pueda quitar mi identidad, ¿no? La identidad es importante. Y si tú no estás allí, en la cascada, junto a tus dioses, me imagino que tendrás una historia bien interesante por ahí. Supongo en cualquier caso que no me la vas a contar. ¿Qué es? ¿Es una deuda? ¿Estás en deuda? Eso sería lo más normal. Lo típico, vamos. Que la persona la que sirves te tenga atado por algún motivo. No lo sé. No me lo vas a contar, ¿verdad? Ya. Estoy pensando… Aquello que más deseo ya lo he conseguido, pero eso no quiere decir que no desee nada de nada, ¿no? Ya sé también que no puedes hacer cambios gigantescos. No podrías… Yo que sé, no podríais cambiar Flavia para que la gente no nos odiará a les metamorfes o cosas así. No lo dices, pero es así. Lo que pasa es que casi nadie te pide cosas grandes. El deseo más grande suele ser íntimo. Podría pedir que se deshiciera tu deuda, si es que es una deuda lo que tienes. Entonces… Ja. Entonces estarías en deuda conmigo. Eso es algo poderoso, ¿no te parece? Ya, claro. No dices nada. Salir de la sartén para caer a las brasas. ¿Y si te pido eso? Que te libres de aquello que te ata. Pero claro, entonces te irías simplemente. ¿Qué gano yo con eso? Soy buena gente, pero si alguien me cita en La Dulce Doncella, un día concreto del año, lleno de secretos, y me encuentro a un Fulcur haciendo de intermediario de alguien que quiere permanecer oculto, no parece que el encargo vaya a ser sencillo. ¿Por qué habría yo de hacerlo gratis? No. Si tú me sirvieras a mi una vez tu deuda estuviera saldada…
– Eso es imposible.
– ¿Imposible por qué? ¿Por qué? No vas a decir nada más. Okei. Bueno. Entonces nada de eso. Muy bien. Ya lo tengo. Quiero ser noble. Si, si, si. Quiero un título nobiliario. Un título legítimo, que me de tierras, un castillo, y que me reconozca como parte del consejo. Quiero, ¡whamba!, quiero un asiento en la mesa del Rey. Ja ja ja ja. Si. Perfecto. Eso quiero. Quiero ser une metamorfe nobiliar. La primera, el primero. Eso es. Será un revuelo excepcional. Y encima sin registrar. No pienso registrarme, pero no hay nada que impida que une metamorfe sea noble. Simplemente… Los nobles “no tienen hijes así”. Es mentira, claro. He conocido yo a mas de une y más de dos hijes de nobles repudiades por sus padres. Nos esconden. Pues no. Eso es lo que quiero. Ohhh, si. Me encanta esta idea. ¿Eso puedes conseguirlo? Si yo hago lo que sea que quién te manda me pida a cambio, claro. ¿Podrías haceme noble y sentarme en la “mesa del rey”?
– Sea.
Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella IV.
“– Señor de La Verguet, confío en que esté usted aquí, porque… La verdad, pensaba que me acompaña, pero ahora… Ah, si. Ahí está. Le pido disculpas, es usted una presencia… Efímera. Insisto en las disculpas. Permítame presentarme. Mi nombre es Shing Len. En primer lugar querría agradecerle que haya aceptado reunirse conmigo. Como ya supondrá, actúo como intermediario de otra persona que, por el momento, prefiere mantenerse en el anonimato. Yo no puedo explicarle lo que esta persona quiere proponerle, pero si la recompensa que usted tendrá a su disposición en caso de aceptar y cumplir el encargo. Soy un Fulcur, un espíritu de la felicidad. Mi habilidad, o mi poder, como usted quiera llamarlo es conceder el deseo que alguien más desea si se cumplen unas circunstancias concretas. En este caso se trata de que usted haga algo por la persona a la que represento. Si usted cumple, yo cumpliré. ¿Me explico? Igual que yo no puedo evitar cumplir con su deseo, usted no podrá evitar decirme qué es lo que más desea caso de que cuando yo termine de hablar usted empiece a hacerlo. Sé que puede parecer un imposible, pero le aseguro que eso es lo que pasará. Entienda que este es, o puede ser, un día de enorme suerte para usted, pero si decide no participar de nuestro acuerdo, le pido que simplemente salga por esa puerta. Nada más fácil. ¿Lo entiende? Porque si se pone a hablar sabré que es lo que usted más desea. ¿De acuerdo? Bien. Si empieza a hablar usted tiene un vínculo conmigo que nos obliga a ambos. ¿Lo entiende? Veo por su gesto que lo entiende. En ese caso, usted dirá.
– Ya imagino lo que usted está pensando. Casi lo puedo adivinar por su sonrrisilla pícara, señor Len. Pero no, lo que más deseo no es recuperar mi mortalidad. Todos los mortales piensan que la inmortalidad es un infortunio para no tener que afrontar que es una puta maravilla. No crea que me hago ilusiones de algún tipo. Ser inmortal no es nada bueno. Tarde o temprano algo o alguien me demostrará que no soy permanente, estoy seguro. Las heridas me hacen sangran y estoy casi seguro de que si me cortan la cabeza o bien moriré o bien viviré una existencia ridícula dónde lo más interesante que me puede pasar es pestañear o bostezar. Y si nadie me hace daño soy perfectamente consciente de que tarde o temprano perderé la cabeza, desconectado de mi tiempo, sin entender lo que pasa a mi alrededor, manchando la ropa y tirandole mis heces a las personas con las que me encuentre. Eso lo sé. Pero, amigo mío, para eso puede quedar muchísimo tiempo. Muchísimo de verdad. He conocido a un inmortal que es geológico. Es cierto que no tiene mucha conversación y su único entretenimiento es comprobar como se forma una montaña de la cordillera de Calaria. Pero ahí está, en paz. Así que no. Nada de perder mi privilegio bastardo. Espero vivir muchísimos años y, cuando envejezca de verdad montar algún tipo de culto. Uno simpático, con otros viejos como yo, no mucha gente, algo discreto que domine el destino de alguna población simpática que me haya hecho algún mal en mi vida o algún linaje noble al que maldecir. Eso suena divertídismo, la verdad. No. No tengo ningún interés en perder mi condición. Lo que quiero. Lo que yo más deseo, no lo dude ni por un segundo, es recuperar mi consistencia. Soy, como usted se habrá dado cuenta, soy translucido. No es sólo que no se me pueda ver bien, es que la gente se olvida de mi. ¿Una ventaja? ¡Bueno, no para repartir botines¡ ¿Y para enamorarse? Quiera la historia y mi corazón que me sienta atraído por aquellos con los que comparto género y ninguno, ni uno solo de mis amantes, me recuerda. Vivo un tormento en el que seduzco a los mismos hombres una y otra vez y al poco tiempo de estar juntos se olvidan de mi. Creame que es molesto y terrible. Para compartir planes con bandas de origen dispar como el que intuyo me va a proponer la persona para la que usted trabaja, tengo que hacer un esfuerzo considerable mientras dura la misión para que se acuerden de mi, de las tareas que se me asignan, etc. Así que quiero quitarme eso de encima, de una vez y para y siempre. Y de la inmortalidad ya me ocuparé yo y la entereza con la que mi mente soporte el paso del tiempo. No creo estar pidiendo nada sumamente complicado, la verdad. Pero es importante que se lo apunte, porque pronto me habrá olvidado usted. Quizás no hoy, y seguramente no mientras esté en su presencia, pero le aseguro que se olvidará de mi. Así que coja una resma de papel y un lápiz y ponga ahí… lo que sea que a usted le sirva para recordar. Algo sencillo. ¿De acuerdo? ¿Me sigue usted?
– Perfectamente. Y, por supuesto, haré lo que me pide.
“Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella V.
– Señor Naródnik o, si como entiendo prefiere “Señor Cabeza”, si como intuyo usted es la inteligencia que creo que es, entiendo que no necesita que le informe de lo que soy y a qué me dedico o de lo que soy capaz. Diría que es posible que no sea necesario si quiera que le diga que trabajo para alguien como intermediario porque es posible que usted sepa incluso para quién trabajo. Que lo haya deducido. Aunque es posible que no.
– Intuyo para quién puede trabajar, pero no estoy seguro. Sé que es más algo que alguien y que es antiguo. Pero nada más. Se han ocultado ustedes bien. Sé también que el motivo del contrato tiene que ver con el Laberinto de Ala Taspor y me aventuro a plantear que ustedes saben algo sobre ese lugar que yo también sé y quieren hacer algo al respecto. Intuyo también que es una misión peligrosa, cuando no suicida y, por ese motivo, usted está aquí. Usted puede conseguir algo importante. Lo suficientemente importante como para que yo y los compañeros que, sin duda, me han precedido en este tipo de reuniones, tengamos un aliciente para arriesgarnos. En cuanto a su naturaleza o potencial, no lo conozco del todo. No lo suficiente, creo. ¿Le parece suficiente inteligencia ésta?
– Mi nombre es Shing Len. Quiero agradecerle que haya aceptado reunirse conmigo. Soy un “Fulcur”, un espíritu de la felicidad. Así que a partir de su siguiente palabra en mi presencia, si usted empieza a hablar ahora no podré evitar decirme lo que usted más desea y yo no podré evitar hacer todo lo posible para conseguirlo… Siempre que usted cumpla con el encargo de la persona a la que sirvo. Por tanto, si no quiere tener nada que ver con esto, le pido que no hable más.
– La misión me interesa lo suficiente como para arriesgarme, señor mío. Aunque ya le advierto que no tengo deseos apasionados. Mi inteligencia me impide… No. No es verdad. ¿Cómo va a ser verdad? Mi inteligencia es portentosa, pero deseo. Claro que deseo. Deseo como cualquiera, sino más. Podría ser lo que quisiera y me he dedicado a esto, al noble arte de la estafa y el robo porque ver el mundo tal y cómo es no me ha servido más que para tener ganas de cambiarlo. Esa es la verdad. Así que por supuesto que siento. Pero mis deseos no son de naturaleza utópica. Son muy concretos. Echo de menos a mi compinche, a mi amiga, a mi aliada. Nada que ver con esas tonterías cursis del amor. Yo no amo a Marga Kolcha Reijdrandt. Es algo mucho más importante y profundo. Kolch y yo éramos una máquina perfectamente engrasada para el mal y la desestabilización, para el sabotaje y la desgracia de otros. Eramos perfectos. Al menos así lo siento. Mi cabeza, sin embargo, no está de acuerdo conmigo. Bien al contrario, considera que Kloch era demasiado atrevida e idealista y que terminaría por meternos en algún lío del que no tendríamos posibilidad de salir. Un lío en el ambos acabaríamos muertos por alguna estupidez idealista. Esta afirmación y sus consecuencias no son contradictorias con mi propio deseo de ver el mundo cambiar. ¡Pero la autoconservación es un principio esencial! Klotch iba a acabar muerta y yo también y entonces, ¿qué mundo íbamos a cambiar? ¡Ninguno! Y no es que ella no fuera consciente de aquello. En absoluto. Sabía perfectamente, porque así se lo había indicado yo en numerosas ocasiones, que estaba enfocando su vida hacia la perdición. Yo le decía “Kloch, cambiar el mundo para poder disfrutarlo, no para morirnos ahogados en las ruinas del viejo” y ella sonreía y me decía “Cabeci — me llamada Cabeci, era la única persona, entidad o criatura que podía llamarme algo así — Cabeci, alguien tiene que quedarse atrás para ir hacia adelante”. Lo tenía tan claro que daba miedo. Se metía. En fin, nos metía, en todo tipo de líos, sin pensar, sin meditar, sin… En fin, sin un plan. Tanto es así que ideo una palabra clave para informarme de que estábamos metidos en un aprieto o nos estaban engañando. “Apílora”. ¿Sabe lo que es una Apílora? Es una planta que crece al este, dónde nacimos Klotch y yo, al este incluso de Arassia, en la zona más cerca del fin del mundo de Flavia. Dónde viven los Murgos y los Azotes. Se supone que si masticas sus hojas o las convierten en infusión y te las bebes, puedes transportarte dónde desees. Pero se extinguieron hacia años. Son una leyenda. Así que “Apílora” quería decir “deberíamos estar en otra parte y no aquí”. Y cuanto más tiempo pasábamos juntos más tenía Klotch que decir “Apílora”. Así que hice lo que me pareció más lógico. Le dije que quería terminar nuestra alianza. Era el curso de acción más razonable e inteligente. Pero… Maldita sea, yo sabía que eso sólo quería decir que la muerte de Kloch era más y más probable. Es como si la hubiera empujado yo a morir sola, sin nadie a quién decirle “Apílora”. Es terrible. Y ella me odia por ello. Pensaba que éramos uña y carne. Decía que mi inteligencia me volvía orgulloso y cabeza, lo cual es absolutamente cierto. Así que me… No quiero que Klotch me odie y eso es lo que más deseo. Pero tampoco quiero que me deje de odiar porque un monjecito de la felicidad redondito y sonriente la obligue con su magia. Ni dioses ni señores. Eso es lo que quiere Klotch. Así que no. Nada de eso. Quiero que me hagas más inteligente, quiero pensar más y mejor, más rápido, con capacidades más complejas y elaboradas. No es lo que deseo, pero no soy un títere, y eso es lo que quiero.
– Sea, por supuesto.
“Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella VI.
“– Señora Monshey. Permítame presentarme. Mi nombre es Shing Len. Como ya supondrá, actúo como intermediario de otra persona que, por el momento, prefiere mantenerse en el anonimato. Soy un “Fulcur”, un espíritu de la felicidad. No sé si está familiarizada con nosotros. Para que lo entienda de forma sencilla le diré que conseguimos las cosas que alguien más desea siempre que ese alguien cumpla su parte del trato. En este casi si usted. Bueno, usted y su acompañante, claro. El ¿señor Blorp? ¿Es sólo Blorp? Sólo Blorp. De acuerdo. Y no es su acompañante. ¿Es su…? Su amor. Vaya. No… Le pido disculpas, no tenía ni idea, es… Por mi naturaleza soy muy abierto, piense que he tenido que realizar numerosísimos encargos y los deseos de la gente son, en fin, son personales. Todos tenemos nuestras cositas en la cabeza. Le pido disculpas si no he… En fin, no lo sabía. Blorp, al igual que usted, podrán disfrutar de aquello que más deseen siempre que acepten y lleven a cabo la propuesta que la persona para la que trabajo quiere proponerles. La cuestión es más que además de ser una criatura organizada y concienzuda, soy una entidad mágica. Quiero decir que igual que yo no podré evitar realizar mi misión si usted y Blorp cumple, usted y el Blorp no podrán evitar trasladarme lo que más desean en caso de que a partir del momento en el que yo me calle, empiezan a hablar y… En fin, lo que sea que haga Blorp. Digo esto porque quién me contrata a mi quiere dejar muy claro que si se marchan por esa puerta sin decir nada, no habrá ningún problema. De ningún tipo. Pero si ustedes se ponen a hablar… Bueno. Entonces tendremos un trato. ¿Me entienden?
– Perfectamente, Shing Len, perfectamente. Lo entendemos muy bien. Yo no pensaba que fuera a tener en la vida, mira lo que te digo eh, en la vida, la oportunidad de conseguir lo que más deseo. Y ahora, aquí estás tú. Si hubiera sabido yo que cositas como tú existían en el mundo ya me habría ocupado de buscarlas y “convencerlas” para que me echaran un mano en la vida. Como supongo que no es tarea fácil intuyo que estamos ante el típico caso de ser-muy-poderoso-controlado-por-ser-aún-más-poderoso, ¿verdad? Porque si no de que ibas a estar tú en esta tabernita de mala muerte con olor a orines ofreciendo tus dones con esa sonrisa de no haber roto un plato en tu vida. No. Estarías… No sé, en un templo, probablemente. O en algún sitio genial. Y como esto que me está pasando no es un proceso racional, sino un hechizo, y por eso no puedo dejar de hablar, no puedo tener un proceso racional que me lleve a decidir que, independientemente de lo que yo quiera, lo más ajustado a mi personalidad y a la mínima ética, es desear que te liberes de ese yugo. Porque aunque veas aquí a Blorp atado a mi con una cadena, esto es para nuestra mutua protección. Pero lo que a mi me gusta es liberar gente, no someterla. Entiéndeme, salvo que el sometimiento forme parte de algún pacto de naturaleza alegre, que entonces si. Lo que quiero decir es que tienes un don que es también un poco una desgracia porque lo que yo deseo, lo que deseo de verdad con todas mis fuerzas, es arrancarle las entrañas a mi padre y a mis hermanos. Por lo nos hicieron a mi madre y a mi. Lo deseo tanto que hay momentos en los que me hace llorar de rabia. Y, de nuevo, si este fuera un proceso racional y no un hechizo, te diría que esas ganas tan atroces de matar a mi familia no me van a convertir en una persona mejor y que, más allá de expresarlas en voz alta y trabajármelas con altísimas dosis de plantas y amor por el prójimo, es un deseo que no debería materializarse por mi bien, ahora no puedo evitar expresarlo. Así que si, eso es lo que quiero. Quiero que los mates a todos. A mi padre y a mis dos hermanitos. El violador y el psicópata.
– Ningún problema. ¿En cuanto a Blorp?
– Blorp, amor, ¿quieres decirle algo señor? ¿Te parece si rebajo un poquitin la intensidad de la cadena y te concentras mucho para que tu furia asesina no nos haga pedazos? Muy bien, así, con cuidadito.
– Quiero tener hijos. Quiero poder gestar para que Oleana y yo seamos mamis.
– ¡Amor! Pero que bonito. ¿Eso es posible? ¿Eso que ha pedido se puede hacer?
– Se puede hacer, por supuesto.
– Ay, que me encanta, cielo.
“Parte VI: Lo que pasó en La Dulce Doncella VII.
“– Señorita Marga Kolcha Reijdrandt, mi nombre es Shin…
— Llamame Klotch, saquito de magia. Llámame Klotch y cierra esa boca. Cierra la boca y no grites, bollito de crema. Llámame Klotch y escucha lo que tengo que decirte antes de que me cuentes el rollo que le has contado a todos los demás. Si, llevo vigilando “La Dulce Doncella” desde hace un mes, cuando viniste la primera vez para ver si podrías contratar esta habitación en concreto y hacer el túnel que sale de aquí y lleva hasta el barco que tenéis en el acantilado al suroeste. Sorpresa. Ahora vamos a lo serio. Como es normal tú no has venido aquí solo, sino fuertemente armado y protegido por la persona que requiere de los servicios de las personas a las que has ido contratando. Profesionales de la estafa, el robo y la fuga como corresponde al trabajo que se nos va a encargar. Dicho de otra forma. Yo sé que no voy a salir de aquí con vida. En caso de que a ti te suceda algo, vendrán los matones que te acompañan y me tiraran al mar a que me devore alguna criatura enorme. No me preocupa ese asunto. Te diré más. Ya estoy casi casi muerta. Hace un año, mientras investigaba sobre la relación entre la nobleza de Flavia y nuestro queridísimo monarca zombificado, sufrí una maldición incurable. Lo tengo asumido. No saldré de ésta. No, ni siquiera tú y tus poderes podréis ayudarme. Esta es una maldición de las gordas. ¿Me estás escuchando, verdad? Bueno. La cosa es que la persona para la que trabajas es una mala persona. Pero eso tú ya lo sabes. Lo sabes porque te secuestró para que te convirtieras en su negociador. Pero déjame contarte algo a ver si estoy despistada o no. Resulta que si se separa a un Fulcur de la cascada invertida de Folgong, dónde nacen sus poderes, estos se debilitan profundamente. ¿Esto lo sabe tu señora? Claro que es así, no lo niegues. No pasa nada. Es normal. Te secuestran pensando que eres un dios infalible de la felicidad, pues no vas encima a comentar que lejos de casa funcionas peor, ¿verdad? Yo no lo haría y tú tampoco. Comprobarás en el breve tiempo que conversemos que sé un montón de cosas. Como te digo, llevo bastante tiempo investigando la nobleza de Flavia, el rey zombie y, un poco de rebote, el laberinto de Ala Taspor. La parte de poder que te funciona perfectamente es esa en la que le gente te cuenta sus deseos. La parte que funciona regulín es esa en la que puedes cumplirlos. Un poquito si, un rato si, cosas fáciles si, pero las cosas gordísimas que andarás prometiendo… Esas no las puedes mantener. Pero no importa. ¿Sabes por qué no importa? No importa porque tu señora tampoco quiere que lo cumplas.Ella tiene un plan que lleva desarrollando bastante tiempo y no está para pequeñeces. No. Ella confía en que los seguidores de Taspor, empezando por su ladilla número uno, Castolux Caronte (que por cierto también os anda siguiendo con la sutileza de un adolescente desnudo untado en miel tocando una campana de dos metros en la plaza de un pueblo) nos maten una vez hayamos desvelado todo el asunto del laberinto. Ya sabes, la engañifa que tienen montada Lord Taspor y sus amigos. Ni tesoro legendario ni nada. Un vulgar negocio de apuestas a costa de los animosos héroes de Flavia, siempre dispuestos a alguna épica estupidez que los ponga en peligro. Pero el laberinto es más que eso, celofán. El laberinto si que tiene poder. En fin, no el laberinto en si, eso no son más que trampas más o menos ocurrentes. Pero la tierra dónde está el laberinto. Esas montañas, esa bruma. Ahí si hay energía mágica latente, claro que la hay. Y tu señora quiere que se desmantele el laberinto para que la gente se olvide de ese lugar y la magia, poco a poco, vaya recuperando el control. ¿Sabes el motivo? Tu secuestradora, señora, patrona, o como quiera que las llames, está intentando volver a casa. ¿Sorprendido? Eso si que no lo sabías. Aunque si sabes que ella no puede salir de dónde sea que la tengan encerrada. ¿Sabes el motivo? Yo sí. Lo sé gracias a unos libros malditos que, a cambio de información importante sobre el futuro de estas tierras, me han garantizado la muerte en las próximas dos semanas. Tu señora quiere volver a casa porque está encerrada. Y está encerrada porque los nobles de Flavia decidieron que era demasiado poderosa. Y ahora ella quiere acabar con Flavia al completo. Cosa que entiendo, pero no comparto. Y menos con mi ayuda. Flavia, pequeñin, me gusta. Este pocito de mierda y desigualdad es mi puta casa, ¿me explico? Hay que salvarla, no destruirla. Así que no. Tu señora no se va a aprovechar de la energía mágica del laberinto. Especialmente si yo puedo evitarlo. Y más si puedo usar esa magia para algunas otras nobles motivaciones. Bueno, nobles no. Motivaciones paganas, plebeyas si quieres. Y ahora te estarás preguntando… ¿Por qué te cuento todo ésto? Ah, amigo mío. Porque tú me vas a ayudar a hacerlo. ¿Por qué? Querido mío, porque voy a libertarte. En el laberinto hay una prueba que requiere de un sacrificio. Ese sacrificio seré yo. Cuando muera, tú serás libre. ¿Cómo lo voy a lograr? Porque yo también he estado en la cascada invertida de Folgong y he hablado con tus hermanos los Fulcur y les he prometido que si me sacrificaba por ti el vínculo sería tan potente que podrías romper el vínculo con tus señora y ellos te liberarían. ¿No es bonito? Pero espera, espera, espera. No te voy a liberar a cambio de nada. Hay algunas cosas que vas a tener que hacer a cambio. No va a ser todo tan sencillo. Tu liberad y unos pequeños deberes minúsculos a cambio de mi sacrificio y de que tu señora no lleve a cabo el plan que pretende. ¿Cómo lo ves?
– Sea.
FIN DE LA PARTE SEIS.
PARTE SIETE:
Lo que el Señor Mompracem le contó al Capitán Petin
– Capitán Petin, lo que le digo es cierto. Escúcheme bien. Tras nuestra última expedición yo decidí quedarme un tiempo en el puerto de Lagardia disfrutando de la noche y el grog. Allí estaba yo, enganchado a mi tercera botella. Le digo que me entregué al Grog como si fuera mi matrimonio favorito. Avivaba la brasa de la chimenea de la taberna usando sólo el aliento, jajaja. Estaba borracho como un perro bañado en brandy. Joder que si. Entonces se abrió la puerta. En la taberna quedábamos tres paisanos y Gloria, la que manda allí. ¿Quién estaba en la puerta? Pues se va a reír, Capitán. No me acuerdo. Dirá usted que es normal teniendo en cuenta las botellas que tenía dentro del pecho, pero no es por eso. Mire. ¿Lo ve? Aquí tengo la resma de papel en la que hizo escribir las cosas de las que hablamos aquel hombre y yo porque él ya sabía que yo no me acordaría de su presencia. Pero con estas notas que emburruñé con carbón que salió de no se dónde le puede contar todo lo que pasó esa noche. Y le adelanto capitán que es porque lo que nos contó nos concierne. Este hombre que no recuerdo decía que usted y él eran familia. Que ambos eran… Inmortales, capitán. Pero yo a usted le recuerdo perfectamente y sin embargo este hombre… No sé. Pero estoy convencido de que me dijo la verdad. Estaba muy empeñado en que yo hablara con usted. Me dijo que se llamaba… Espere un momento, lo tengo aquí apuntado. Francoise de la Verget. ¿A usted le suena este nombre? A mi de nada, pero el me dijo que usted sabría quién es el perfectamente y que no miente y que ustedes dos son familia de alguna manera. Ya le digo, inmortales los dos. ¿Cuantos inmortales hay en el mundo, capitán? Por nuestra experiencia común yo diría que muy pocos, jajajajaja, no sé si me entiende. Capitán. ¿Conoce usted a este hombre? ¿Lo recuerda al menos? ¿Quiere que le cuente lo que me dijo? Pues mire, me contó una historia imposible, pero tan llena de detalles que me pareció cierta. La verdad que un traguito si me vendría bien para pasar la sequedad y el calor y que la palabra fluya con un poco de alegría, ¿no le parece? Eso. Un poquitín nada más. Capitn, un poquitín un poco más generoso. Eso es. Ahhhh. Bueno, si ve que se me acaba que nada le impida echarme algo más. Un dedito o dos. Lo que le decía. Este hombre me contó que él junto a otras personas de dudosa catadura moral habían ido a al Laberinto de Ala Taspor, ¿sabe cual es? Está muy al norte. ¿Sabe las calas de la Bruma? Pues las montañas que hay detrás… Ya lo sabe. Perdón. No sé capitán, ya sé que usted conoce cada rincón de nuestros mares, pero… No se. Nunca vamos tan al norte. Ahora que lo pienso… ¿Por qué no vamos tan…? No es el momento. Buueno. En esas montañas hay un laberinto, eso lo sabe, ¿No? Un sitio legendario que… Ya lo sabe todo eso. De acuerdo, de acuerdo. No le entretengo más. Resulta que, agárrese. El tal laberinto es una estafa y el famoso tesoro no existe. No hay nada. Es una engañifa. Y este inmortal que le digo, el tal Francoise, se junto con otros para ir, ojo, no a robarlo. Ellos fueron ya sabiendo que era una estafa, fueron a demostrar que lo era resolviendo todos los enigmas. Sorprendente, ¿verdad? Pues no le sorprenderá tanto si le digo que habían sido contratados por alguien, el inmortal no me dijo quién, a tal fin. Pero, ahora es cuando la cosa se pone interesante capitán, se lo prometo. Ya sabe que me cuesta ir al grano. Escuche. Ahora la cosa se pone interesante por culpa de una cebolla. Se lo prometo. Una cebolla mágica. Con honestidad no recuerdo bien cual era el papel de la cebolla en todo esto, pero no importa. La cosa es que la cebolla no es una cebolla. Creo que era algo así. Más o menos. Bueno, la cebolla no es una cebolla, es una persona convertida en cebolla. Una tal “Klotch”. ¿Le suena? A mi de nada. Se ve que es de Arassia. No se me ha perdido ni a mi ni a usted nada en en ese patatal lleno de barro, ¿verdad capitán? Arasia. Se me pelan los pelos del culo de pensar en el frío que hace allá y los tritones y los krakens no quieran que jamás alguno de nosotros acabe en la prisión de ese sitio asqueroso. Echeme otro poquito, que se me ha revuelto el estómago sólo de pensarlo. ¿Por dónde iba? Ah, si. La tal Klotch. Al parecer hay una prueba del laberinto que consiste en que alguien debe morir. Sin más ni más. Si mueres alguien, sigues adelante. Es una putada considerable esta prueba, no le parece. A mi me ponen eso delante y digo “mira, ahí te quedas con tu tesoro” ¡Y encima no hay tesoro alguno¡ ¿Usted se imagina capitán cuantos desgraciaos han muerto en esa prueba sin saber que los estaban estafando? Cientos ya le digo yo que no. Miles. Miles habrán sido. Pobres idiotas avariciosos. Nosotros somos avariciosos, capitán, pero lo que no somos es idiotas. ¿O no es así? Claro que si. Total que la tal Klotch se había presentado voluntaria para morir. Que también tu dime si no es de estar loca de la cabeza. Pero bueno, se había presentado y así parece que iba a ser la cosa. Pero cuando pusieron la cebolla en la prueba y se materializó la tal Klotch, segundos antes de ser fulminada por un rayo y conseguir con ello pasar la prueba les dijo una sola palabra. Les dijo… “Apílora”. ¡Apílora! ¿Qué le parece? Increíble, ¿verdad? No. Espere. Espere un momento, creo que no lo estoy contando bien. Déjeme la botella, me ayudará a recordar. Lo que le decía, Capitán. Las últimas palabras de la tal Klotch fueron… ¡Apílora!. Una cosa bastante extraña para decir antes de que te fulmine un rayo que ya sabes que te va a fulminar, ¿no le parece? ¿Ha pensado alguna vez en cuales serían sus última palabras? Yo intuyo que serían “ese bicho está mas cerca de lo que pensaba” o “nunca pensé que esa verruga fuera a ser tan ambiciosa”. Bueno, no. Eso serían mis pensamientos. Probablemente mis últimas palabras serían “Oh mierda” o algún insulto. En cualquier caso nunca diría “Apílora”. Pero agárrese. La palabra es mucho más que una palabra, según me contó De la Verguet. Por lo que tengo apuntado en mi esquema, Apílora es una especie de clave o código secreto para decir que un trabajo está “bufao”, ¿sabe? Que es un tongo. Esta Kloth que le digo tenía un compinche en el grupo, alguien con quién trabajaba y a quién llaman “La Cabeza”. ¿Ese le suena? Veo que ese si. Parece ser que el tipo tiene un meño descomunal, capitán. Y que es listísimo. Klotch debía ser como aliada suya o algo así. Y tenían ese código. Así que el trabajo estaba gafado, era una estafa. Pero… ¿Gafado cómo? ¿Y qué hacer al respecto? La Cabeza les dijo al grupo que, normalmente, Klotch deajaba información en un sitio secreto que compartían. Un lugar que sólo conocen ella, el y ahora De La Verget. Tomaron la decisión de dividir el grupo, porque… Ah bueno, claro, no le he contado lo de, espere que mire el nombre… A ver… Dios, mío, mi letra es un auténtico desastre. Castol… ¿Castuldux?. Bueno, un tipo al servicio del Conde de Taspor, como su perro guardián. Un devoto de la “Iglesia de la Acumulación”. Gentuza del continente si se me permite la expresión, capitán. Gente con dioses de tierra. No me verán ahí a mi, señor mío. No señor. Un buen dios de mar, una buena historia de marineros, eso es lo que teje el mundo. No una entidad sebosa que se dedica a conseguir ganancias y acumularlas en vez de gastarlas. Es que me pongo de mala leche con estas cosas. Mire, se me está pasando ya el gustito del grog por esta gentuza. ¡Acumular en vez de gastar! Haga el favor de dejarme la botella capitán. Déjemela un momento sólo que con un trago voy a tener. Eso es. Perfecto. Quema como fuego pero levanta la moral. Una cosa, Capitán, yo abriría una segunda porque a la historia le queda un rato y ya sabe que yo tolero muy bien y si no me embriago un pelín me voy por las ramas. Gracias, señor. ¡Lo que le decía! Que en el exterior del laberinto esperan a este grupo de rufianes los enviados de Taspor, con su jefe Castordus y otros treinta asesinos con buena diposición para la violencia. No es una situación que puedas decir… “Bueno, pues esto es una estafa, nos vamos”. No señor. Es todo una trampa. No hay vuelta atrás. Así que deciden separarse. El grupo principal avanzará hacia el corazón del laberinto resolviendo los puzzles y enigmas, lo que — suponen — les hará estar más a salvo y ganar tiempo para conseguir información. ¿Cómo van a conseguir la información? A través de De la Verget. Ya le he dicho que este individuo tiene dos características. Una es que es inmortal como usted, la otra, parece evidente, es que las personas que lo tratan tienden a olvidarse de él. Así que, De la Verget sale del laberinto con una nota del grupo, desarmado, manos en alto, y se deja atrapar para entregar una carta en la que se dice que los que andan aún dentro quieren negociar con Castrolorus. A De La Verget lo detienen y lo encierran en una posada cercana al laberinto. ¡Pero apenas unas horas después se olvidan de él! Sale dando saltos, Capitán, porque le han puesto unos grilletes mágicos en los pies, pero a nadie parece importarle que haya un tipo dando saltitos por el salón y escapando de allí. Es un poder realmente útil, señor. Comparado con el mío, la verdad que es mucho mejor. Pero resulta que De La Verget está hasta las narices de esto que llama “su condición”. Yo que sé, supongo que nadie está de acuerdo con lo que le toca vivir. ¿No es así capitán? ¿De verdad a usted no le suena este caballero? Escúcheme ahora, capitán, que lo que viene a mi, personalmente me tiene con la cabeza perdida. El tipo, de La Verget, recorre una cantidad de no menos de cincuenta kilómetros a saltos. Si ya cincuenta kilómetros andando me parece una proeza digna de algún dios terrestre, hacerlos a saltos me parece propio de brujería. Pero así me contó este tipo su proeza mientras yo liquidaba mi tercera botella de grog a su salud, porque él no bebe. Honestamente, no sé porque no sospeché de él si no bebé, pero así es. Ah, no, ya lo recuerdo. Luego le explico porque me fío de este tipo. 50 kilómetros a saltos, ya le digo. No me lo creía. De hecho mire… Apunte aquí en mis notas… Ah no. A no no no no. Espere un momento. Cinco kilómetro a saltos. El cero del cincuenta no es un cero. ¿Qué es eso? Parece la mancha producida por algún esputo. Bueno, mientras sea de uno, ¿verdad capitán? Cinco kilómetros fueron. Bueno, también le digo que cinco kilómetros a saltos no es cualquier cosa. ¿No le parece? Capitán yo sé que me enrollo mucho, pero también sé que a usted le gusta mi verbo florido, ¿no es verdad? Y se nos ha acabado la botella. Yo creo que reponer es lo razonable. Mientras lo hace le explico. El inmortal, de La Verget consiguió despojarse de las esposas mágicas a los cinco kilómetros porque perdieron su condición al alejarse del centro del hechizo que las había creado. Capitán, esto para mi es otra prueba de que la magia es una paparrucha descomunal. Porque no me dirá usted que con unas esposas normales de las que tenemos en el barco, el clásico grillete marinero, no habría sido una captura mucho más satisfactorias. Un lado del grillete al pie, otro a una buena bola de hierro y háblame de magia ahora. ¿Verdad? Es que en fin. Eche, eche, no se corte. Si estoy despejao. Bueno. El tipo se quita los grilletes y ya camina hasta el punto secreto dónde la difunta Klotch tiene sus notas. El tipo obviamente no me dijo dónde estaba y yo no pregunte, porque entre rufianes lo mínimo que debe existir un código de conducta. Un respeto. Si nos vamos por ahí robando las guaridas… ¿Qué somos ahora? ¿nobles?. Y es leyendo las notas de Klotch que se le ocurre ponerse en contacto con nosotros, capitán. Con usted, principalmente, pero conmigo para llegar hasta usted. Entonces le tengo que explicar por qué me fio de este tipo, capitán. Y sabe cual es el problema, qué no me acuerdo. ¡Eso no lo apunte! ¡Borrado de mi mente!. Igual si que es posible que esto que yo creía un don de este caballero sea un pequeño martirio. Señor, ¿por qué nos vamos a fiar de este tipo? ¿Por qué habríamos de hacerlo? Oh, dios mio, capitán. ¿Y si todo es una estafa? ¿Y si nos está engañando este fulano? ¡Maldita sea, capitán! ¿Le abre fallado a usted? ¿Quizás me ha seguido y ahora sabe de nuestro escondite. No lo sé. Maldito perro sarnoso hijo de un cha… Ah, no. Un momento. La caja. ¡Me fie de él por la caja!. Si la tengo aquí mismo. Me entregó una caja. La caja, como ve, tiene una especie de cierre y el tipo me dijo que usted sabría abrirla por eso de que ustedes se conocen. Que son ¿hermanos me dijo? Hermanos, yo creo. ¿Tiene usted hermanos, señor?… Lo que quiero decir que es dentro de la caja están los documentos que Klotch había preparado para su socio. Los documentos que De la Verget consiguió y que decidió entregarnos a nosotros. ¿El motivo? Pues lo ignoro, la verdad. Quizás me lo dijo, pero eso también estará olvidado, supongo. Aunque si pudiéramos abrir la caja… ¿No le parece, capitán?. Fíjese, pensaba yo que tendría más cosas que contarle, pero… No sé. Se me han ido borrando de la mente. ¿Será el grog? No creo que sea el grog. Si lo fuera, no pienso abandonar el grog. ¿Capitán usted cree que podremos abrir la caja?”
– Mi fiel Mompracem. No sólo abriremos la caja sino que estoy convencido de que en su interior encontraremos una aventura que nos saque de esta situación tan penosa en la que nos encontramos. Sin dinero, sin tripulación y… Maldita sea, sin barco.
FIN DE LA PARTE SIETE.
PARTE OCHO:
Las cuatro apuestas de Basilor Petin. La máquina de triturar la tierra.
“– Mi querido Archibald, lo que te estoy diciendo y espero que me entiendas, es que estamos ante una de esas oportunidades que no se dan más que una vez en la vida. ¿Es fácil? Por supuesto que no es fácil. Hablamos de un asunto magnifico e irrepetible. Ya lo sé, ya. Ya sé que me has oído hablar muchas otras veces de asuntos magníficos e irrepetibles, pero siempre he acertado. Siempre he tenido razón. Jamás te he engañado. ¿O acaso sí? El capitán Basilor Petin no miente. Entiéndeme, no te miente a ti, mi querido Archibald. A la tripulación no se la miente. ¿Viejo? Arch, estás hecho un chaval. Tus hijos están hechos unos chavales y tus nietos son apenas bebés. No te quites de en medio tan pronto, déjame que te diga lo que pretendo y lo que necesito. Por supuesto que no siempre hemos logrado nuestro objetivos, hay una diferencia entre fallo y mentira. Pero soy un capitán justo. Si hemos caído, hemos caído todos. Yo incluido. Así que entiendo que no hay queja por ese lado. Déjame explicarte, por favor. Se trata de un rescate. Más o menos. Pero para ello necesito de tu ayuda, Arch. Lo que necesito es que montemos un artefacto en la proa del barco que nos permita horadar la tierra hasta abrir un canal de entrada a través de una montaña. Ya sé. Ya sé que parece una tarea imposible, pero resulta que tengo los planos de una máquina que podría cumplir con este cometido. Y los materiales para construirlo. Y el barco. Y la montaña, claro. Eso es lo más fácil. Pero no tengo ingeniero. ¿Y acaso hay mejor ingeniero en todos los mares del sur de Flavia que tú, Achibald Zop?. No lo hay. Y si lo hay yo no lo quiero. No me digas otra vez que estás retirado, porque los piratas no se retiran jamás. Déjame hablarte de la paga, primero. Escuchame bien. Porque si realizamos este rescate vamos a conseguir un territorio soberano. No, no es dinero. Es mejor que dinero. Es lo que se compra cuando se tiene dinero. Y está ahí, esperándonos. ¿No estás cansado de esconderte siempre? ¿De llamarte por mil nombres distintos, que te persigan en los puertos y escapar a duras penas? Una territorio soberano, nuestro propio condado pirata. No sé si es un condado o un ducado, pero nuestro “algo” pirata. Un territorio que será nuestro refugio y el de muchos otros como nosotros, un territorio libre sin señores a los que sirven ni criados que nos sirvan. Mompracem ya se ha apuntado. En realidad, no debería decir esto, pero la propuesta me vino de manos de Mompracem. Esta no es otra de las “locas ensoñaciones del Capitan Basilor”. Es posible, está ahí. En la punta de los dedos. Casi podemos tocarlo, Arch, te lo prometo. Mira, déjame darte una pequeña pista para que entiendas hasta que punto esto es verdad. ¿Sabes lo que es un Fulcur? No sabes lo que es un Fulcur. ¿No sabes lo que es un Fulcur? Por las siete sirenas, Arch, ¿Es que sólo sabes de pernos y válvulas? Un Fulcur es un ser mágico que concede de deseos. Toda la información de la que dispongo viene de un Fulcur que se la entregó a una mujer que ahora está muerta y que tiene un compinche… ¿Te acuerdas de La Cabeza? Le ayudamos a pasar “Aleidines” de contrabando en la… Exactamente, el tío del meño gigante. Pues su socia, Klotch, me ha pasado la información. Más o menos. El Fulcur se la dio a ella, ella se la hizo llegar a su socio, su socio a una persona de la que no quiero hablar y esa persona de la que no quiero hablar a Mompracem. ¡No es un tongo! ¿Por qué iba a ser un tongo? Dejad de pensara mal de todo el mundo. Claro que tengo el barco, y todo lo demás que necesito. ¿Te apuntas o no?
Las cuatro apuestas de Basilor Petin. El artefacto de iluminar el cielo.
“Fiona, escúchame. Escúchame por favor. No me vengas conque no quieres saber nada de mis historias. No me digas… Dinero, dinero, dinero. Que manía con el dinero. El dinero viene y va. Y ahora está más bien en la situación de irse que en la de venir, pero… No hay muchos piratas economistas, yo lo entiendo, no es lo que se estila, pero… ¿No has notado que los nobles siguen teniendo mucho y nosotros muy poco independientemente de lo mucho que les robamos? ¿Como es posible semejante milagro? Pues yo te lo explico. Los nobles poseen tierras. Tierras quiere decir… dominio. Dominio quiere decir que se producen cosas allí que son… Que les perteneces. ¿Entiendes lo que te quiero decir? No te estoy ofreciendo dinero, te estoy ofreciendo un lugar. Un… Terreno, un territorio, un sitio. Un maldito refugio. Eso vale más que el dinero. Eso “produce” dinero. ¡No me vengas con que prefieres ser libre! ¡Yo también! Por eso. No tengo la cabeza llena de pájaros. Soy inmortal, tengo experiencia y te digo, querida Fiona, que un hogar, un lugar, un territorio te hará más libre que mil barcos. Maldita sea, te permitirá tener mil barcos. Igual no todos tuyos, pero permitirá mil personas tener mil barcos que es como tener una milésima parte de mil barcos. ¡Ya sé que no sabes multiplicar maldita sea, eso ni siquiera era una multiplicación!… Lo que te quiero decir es que tengo esa posibilidad, que Mompracem ya ha dicho que si, que Arch ya ha dicho que si. Bueno, escucha, Arch no ha dicho que si “aún”. ¿Sabes lo que me dijo Arch. Arch me dijo “Si se une Fiona me uniré yo”. Eso me dijo. Y es normal, la gente se fía de ti. Arch se fía de ti, Mompracem se fía de ti, yo me fío de ti y en general las tripulaciones se fían de ti. ¿No quieres críar a tus hijas tranquilamente? Ya, ya, ya sé que sabes cuidarlas bien. No te estoy diciendo eso. Te digo… Ya sabes, libertad sin angustia. ¿No te parece una buena idea? Déjame que te cuente entonces lo que necesito de ti. No me interrumpas. Luego te cuento lo del barco. Ya tenemos el barco. Más o menos. En realidad todavía no he encontrado el barco, ¿vale? Si tú haces tu parte tendré más fácil encontrar el barco, pero tienes que hacer tu parte. Tu parte es como… La garantía. Tu parte lo pone todo en marcha. ¿Entiendes? Entonces, escucha tu parte. Es un poco raro. No te lo pediría si no tuvieras… Bueno, ya sabes… Las… Ya se que no te gusta que te distinga por ellas, pero es que tienes alas. Casi nadie tiene alas. Ya sé que no te gusta que te las toquen y que no son un juguete. Fiona, escúchame por favor te lo pido. Lo que tienes que hacer es sencillo. ¿Ves este artefacto? Cógelo. Como verás no pesa mucho. Es fácilmente transportable. ¡No! No lo abras. La tapa tiene que estar en su sitio hasta que llegue el momento. Entonces lo desenroscas apuntando al cielo. ¿Qué pasa entonces? Bueno, por lo que tengo entendido libera un proyectil que genera, pasados unos segundos, muchísima luz en el cielo. Luz de colores. Y formas. Parece ser que es un espectáculo. Efectivamente, te pido algo bastante sencillo en apariencia. Pero… La cosa, la gracia, el asunto, es que hay que hacerlo desde la cima de una montaña. Mira este mapa. Esta montaña de aquí. Se llama “El Pico de las viudas”, está al sur del condado… Nunca si es un condado o un ducado. El “algo” de Taspor. Frente a las Montañas de la Bruma, que están al norte. De hecho, tienes que apuntar al cielo y a las Montañas de la Bruma en un angulo determinado, pero si te fijas en el lado derecho del cilindro, justo debajo de la tapa, hay un… Eso es. Ahí te indica el angulo… No, Fiona. Es simplemente moverte arriba y abajo hasta que salga el número que yo te diga. Es sencillo. Te lo prometo. Pero hay que ir muy muy arriba. Si subes y sueltas este artefacto tendremos barco, tendremos aventuras, tendremos territorio, libertad y seguridad y entonces, efectivamente, tendremos dinero. ¿Qué me dices? ¿Si? ¿no? Ah si, el “para qué” de todo este lío. Tenemos que mandar a una señal a unas personas que están en la montaña de la Bruma. No, no podemos entrar en las montañas. Bueno, hay tres motivos. El primero es que en esas montañas hay un laberinto bastante peligroso. Lo cual está estupendo si resulta que son tu casa, pero no es tan buena idea si aún no es tu casa. En segundo lugar parece que en el exterior del laberinto hay una pequeña agrupación de personas peligrosas que no verían bien que nadie entre (o salga) del laberinto. En tercera lugar, se trata de liberar gente, no de encerrarnos con ella. Más o menos. Hay una parte del plan que todavía no conozco, pero de verdad que es todo bastante sencillo. La confianza es importante. ¿Qué me dices? Basilor Petin nunca te ha mentido querida Fio. ¿Qué me dices?
Las cuatro apuestas de Basilor Petin. La brújula de las cosas perdidas
“Bien, te cuento. ¿Este sitio es seguro? Es…. En fin, es bastante importante que sea seguro porque quiero hablarte de cierto aparatito, cierto… artilugio. ¿Me entiendes? El… El artilugio, ¿me sigues? Ya sé que tienes muchos artilugios, Robian, pero este en concreto, en fin, no es como para andar sacándolo a pasear por ahí y que se pierda. Entonces, te lo pregunto en serio, ¿este sitio es seguro? Es seguro. Muy bien. Entonces déjame explicarte lo que necesito de ti. No, no, no, no pretendo que vuelvas a subirte a un barco. Ya sé que te mareas. No todo el mundo está hecho para el mar. Eres un pirata de tierra, perfecto. Es… raro, pero lo respeto. Siempre lo he respetado. En varias ocasiones te he considerado de la tripulación aunque no estuviera en el barco, así que no, no tienes porque preocuparte. No voy a hacer que vuelvas a subirte a ningún barco. No son esas las habilidades para las que he venido a verte. No es por eso. Es por tú… Colección. En concreto por uno de los elementos de tu colección, supongo que ya lo habrás supuesto, claro. ¿Dinero? Ay, señor. Otra vez. ¿Has hablado con Fiona? Y con Archibald también. ¡No es cierto! No es cierto. En absoluto. No le he ido diciendo a cada uno que los demás ya habíais aceptado, siempre deje clara una buena disposición general. ¡Ya se que no tengo barco! ¿Qué sentido tendría tener un barco si no puedo resolver todas las demás cosas que necesito? Si tú dices que si, seguro que ellos dicen que si y si todos decís que si yo, sin duda ninguna conseguiré un barco. ¿El barco? Se lo voy a pedir a María. No te rías de mi. ¡Por supuesto que me lo va a dejar! Ya sé que no tengo dinero suficiente, esa no es la cuestión. María tiene visión. Entiende como se hacen las cosas y entenderá también ésto. Estoy seguro. Si, entenderá que no hay dinero. ¿Cómo sabes que no hay…? Ah, claro, Fiona y Arch. ¿Te han contado lo que sí hay o sólo las pegas? Ya. No, no digo que que no haya dineros sea una pega. No creo que lo sea. Se lo expliqué a los dos. Se trata de tener una casa, libertad, un territorio. No, no te voy a pagar a ti y a los demás no. Hacemos esto juntos, ese es el plan. Si te gusta bien, sino qué le vamos a hacer, tendré que buscarme otra idea. Aunque está idea… Oh, amigo. Esta idea te encantaría. Te volvería. Pero si no la quieres oír… Vale, entonces cállate y escucha. No pongas pegas. El artilugio al que me refiero es una brújula. No, no, no, no. Una brújula cualquiera evidentemente no. Y tampoco es la “brújula del consejo”. Cuando se convoqué el consejo, si es que alguna vez es necesario convocarlo, ya te pediré la bruja. Además esas brujas no son tan útiles. Oh, el congreso secreto pirata. Conque un maldito pirata sepa dónde tiene que ir, tarde o temprano se lo contará a alguien. Es lo malo de los secretos. Es más fácil contarlo siempre todo, la gente se desentiende, te toman por loco. “Oh, el Capitán Basilor Petín se dedica a contar sus planes a todo el que quiere oírlos, así que todos sus planes están gafados”, ¿pero qué es lo que sucede? Que a nadie le importan mis planes y me dejan en paz. Están ocupados con el último secreto que han descubierto. No, para nada, no es la brújula del consejo. Es la brújula de las cosas perdidas. Si. Estoy buscando algo perdido. En concreto, una isla. No una isla grande, por lo que sé es apenas una roca de gran tamaño con una enorme mansión encima y una piscina interior preciosa con una Galiata en el interior, preciosa también, aunque bastante letal. La roca es una especie de cárcel. Alguien la convirtió en un objeto perdido para que todo el mundo se olvidara de como llegar y, sobre todo, para que nadie pudiera salir. Pero me consta que se puede salir y la quiero encontrar. ¿Para qué? Tengo que ir a recoger a alguien ahí y llevarlo a otro lugar? Si, “a ese laberinto”. ¿Ves lo que te digo? No se puede guardar un secreto. Es imposible. No tiene sentido. Ahora en serio, ¿me dejarás la brújula a cambio de tener tu propio territorio soberano pirata? No tendrás que poner un dedo en el agua, te lo prometo como me llamo Basilor Petín. ¿Qué me dices?
Las cuatro apuestas de Basilor Petin. El Barco.
“María, supongo que ya sabes por qué he venido a verte. Supongo que el resto de la tripulación te habrá contado porque como aquí nadie es capaz de esperar ni dos días a que su capitán traslade la información, pues entiendo que ya te habrán contado. Lo primero que te quiero decir es que esta situación es absurda. Si quieres ser tú la capitana a mi no me importa en absoluto. Yo no lo pedí. Pero que cada vez que como Capitán tengo una idea tener que venir a suplicar por mi propio… Está bien, está bien. Llevas razón. El barco es tuyo. No es mío. Si, perdón, lo siento, llevas razón. LOS BARCOS son tuyos. Si, amor, ya sé que han sido… Perdona, perdona, ya te he dicho que lo siento. No te volveré a llamar amor mientras hablamos de negocios…
Esto es absurdo.
¡Qué quieres que te diga! ¡Es absurdo! ¡Estamos casados! ¡Somos marido y mujer! ¡Y tengo que venir a solicitar el uso del barco cada vez que…!
No estoy levantando la voz. No estoy. No estoy levantando la voz. No es verdad. Hemos hablado de este asunto muchas veces. Si, yo también quiero que funcione nuestra relación. No es fácil, ¿sabes? Yo soy inmortal, tú eres una sirena milenaria. Quiero decir… No es fácil. Pero lo estamos intentando, ¿no es verdad? Entonces te pido, lo primero, que entiendas cuan absurdo es que siendo tú y yo matrimonio a los ojos del dios Tritón y yo capitán electo democráticamente por la tripulación, insisto, porque tú no quieres hacerte cargo del cargo, tenga que venir yo a solicitar el uso de nuestras naves cada vez que hay una posibilidad de, en fin, salir adelante. Pero bueno, aquí estamos.
María, dueña de los barcos bajo la bandera de la Bruja y el Inmortal, te solicito una vez más el uso de nuestra embarcación para una nueva aventura. Como depositaria del patrimonio común de la tripulación, es decir, los barcos, las armas, los artilugios y libros de cuentas, además de otras propiedades misceláneas que tenemos inventariadas a mayor gloria del gremio de contables y auditores, solicito de tu autorización y te conmino a que, una vez más, te encargues de los mecanismos necesarios para poner en marcha esta hazaña. Hablo de la adquisición de bienes como de los salarios inmediatos o potenciales de la aventura.
Si, soy consciente de que en esta ocasión no hay salarios. Y, en sentido estricto, no hay tesoro. Pero, convendrás en que, de toda la tripulación, tú eres la más indicada para entender que conseguir patrimonio, y en este caso hablamos de un terreno que puede multiplicar nuestras ganancias futuras, es sin duda algo mejor que cualquier potencial salario. Y también sé, lo sé porque los conozco, que ninguno de los tripulantes han dicho aún que si a mi propuesta porque están esperando a que tú des el visto bueno, porque si lo das tú, todos ellos entenderán que estamos en el buen camino. ¿El motivo? Bueno, el mismo motivo por el que tengo que venir aquí a solicitar permiso cada vez que nos embarcamos en algún asunto, que la tripulación se fía más de mi que de ti porque tú eres una criatura de mar y yo soy… En fin, como ellos.
¿El plan? El plan es sencillo. Lanzamos la señal con el artefacto que nos ha hecho llegar esa tal Klotch. Después armamos en la proa del barco la máquina de agujerear montañas y navegamos hacia el norte, al frío, a las montañas de la bruma, allí horadamos y liberamos a “La Cabeza” y, supongo, algunos otros individuos que se encuentran atrapados en el llamado “Laberinto de Ala Taspor”, posteriormente navegamos a un terreno mágicamente convertido en un lugar perdido gracias a la maldita brújula de Robian y allí negociamos nuestras condiciones con lo que probablemente sea una arpia encerrada por el consejo de nobles de Flavia, sino por el mismo rey zombie. La verdad, es que dicho así me parece un plan sencillísimo.
En fin, ¿qué me dices? ¿Tengo tu permiso?
Gracias.
Y una vez ha terminado nuestra conversación profesional, ¿te importaría dejar de besarme el cuello y palparme en mis partes pudendas? No estás dispuesta. Perfecto, pues nos entregaremos a un frenesí amatorio. Ningún problema, amor.
PARTE NUEVE:
Castolux Caronte espera (inquieto) instrucciones.
“Señor mío merítisimo, potentado hacedor de mi acceso a recursos y un futuro lleno de estabilidad probablemente a través de la adquisición de algún terreno y, espero, alguien con quién acompañarme, Lord Taspor. Me encantaría escribirle con las mejores de las noticias, decirle que la situación del laberinto está controlada y que, de hecho, parto de vueltas con los rufianes que lo han asaltado, pero mucho me temo que me es por completo imposible trasladarle semejante información.
La verdad, señor mío, que necesito de su experta guía al respecto de lo que debemos hacer. Le explico la situación con la mayor honestidad de la que dispongo y le pido clemencia en relación a los múltiples asuntos que debo contarle, todos ellos de naturaleza extraña, misteriosa y, si no me equivoco, un poco… En fin, señor mío, no encuentro las palabras. Territorio maldito es una expresión que empieza a parecerme de lo más adecuada.
En primer lugar está el asunto de la persona que capturamos. Tengo la certeza de que así fue. Capturamos a alguien que salió del laberinto y se nos entregó. Yo recuerdo haberle escrito a este respecto, estoy seguro. Sin embargo, no sólo no conseguimos encontrar a la persona en cuestión, sino que, además, ninguno recordamos haberla capturado. Es decir, yo recuerdo escribir la carta dónde hacía mención a la captura, pero no recuerdo la captura en si. Y como además no tengo copia de la carta que anteriormente le había enviado, no se exactamente a quién demonios tuvimos a bien detener. Le pido por favor que me confirme si esta información es cierta y de quién se trata. Le ruego que me informe al respecto en su próxima misiva.
La certeza de la detención, pero el olvido de la persona nos ha llevado a dudar de si se ha escapado o sigue entre nosotros. Esto, unido a que llevamos aquí ya diez días sin que dejen de suceder acontecimientos extraños y sospechosos, ha hecho que el humor de mis hombres se haya ido poniendo un poco turbio. Ayer noche sin ir más lejos decidieron que el joven Haroly, un muchacho sin maldad ninguna (ni discernimiento) podría ser en realidad la persona a la que habíamos detenido. Una cosa llevo a la otra y… En fin, Lord Taspor, en este mismo sobre encontrará una carta destinada a su pobre madre acompañada de los restos de su hijo en una bolsita.
Por si esto no fuera suficiente, hace dos noches sucedió algo absolutamente inusual que, la verdad, nos puso a todos los pelos de punta. En medio de la noche, sin que mediara ningún otro acontecimiento, sin aviso ninguno, se escuchó una especie de silbido nocturno y, de pronto, el cielo se iluminó. Y no me refiero a una iluminación leve, de una pequeña zona, señor mío. Hablo de que el cielo al completo, me atrevería a decir que el conjunto del condado y, sin duda, las montañas de la Bruma, se encendieron con una luz tan intensa como si fuera de día.
Señor, como sabe, aquí somos todos fieles devotos de la acumulación y nos debatimos entre si vimos un milagro, un aviso nocturno, o una maldición. La confusión no ha sentado bien al campamento, ya se lo digo. Por el contrario, un segundo muchacho, Eloi, también muy buen chico… En fin, hubo una discusión y como verá en el sobre que le mando hay una tercera carta para sus padres, esta vez sin bolsita, porque uno de los muchachos que me acompañan no nos permite acercarnos a sus restos porque, dice, los está guardando para cuando se incorporen de vuelta a la vida. Algo que, para alegría de todos, no ha sucedido.
Y por otro lado, el laberinto sigue dónde estaba. No tenemos pruebas que los rufianes hayan salido, ni hayan avanzado hasta el centro del mismo. Si llegaran hasta esa zona se lo haríamos saber de forma inmediata, por supuesto.
Total que empiezo a valorar la posibilidad de que mis hombres entre en el laberinto antes de que la falta de cosas que hacer haga que nos matemos unos a otros. Entrar, cazar a estos perros impíos y olvidarnos de ésto. Por ese motivo le solicito permiso para dirigirme al interior, así como las instrucciones para resolver los puzzles y trampas y llegar a toda velocidad al objetivo.
Atentamente, con toda mi devoción y el aire de mis pulmones dedicados a soplar su frente cuando tenga fiebre, si es que alguna vez la tiene porque yo desde luego no he visto signos de el más mínimo quiebre en su salud desbordarte, se despiste
C.”
Castolux Caronte recibe y ejecuta (aún más inquieto) instrucciones.
“A LA ATENCIÓN DE: Castolux Caronte.
DE: Lord Taspor,
Entrad de una vez al puto laberinto y sacad a esos bastardos de los pelos. No me hagas perder más el tiempo, Caronte, o te juro por el alma de mi padre que dejaré que te devore alguna criatura con más dientes que cerebro.
Pd.- El tipo al que detuvisteis se llama Francoisse de La Verget y en tu carta dices que es inmortal.
Pd II.- No hay ninguna instrucción sobre como se resuelven los enigmas del laberinto, imbécil de mierda, se trata de que sea i-nex-pug-na-ble. Para eso contratamos a los ingenieros y por eso los matamos después (En concreto tú, imbécil) Así que cojones de instrucciones va a haber. ¿Para qué? ¿Para que cualquiera pueda robarlas? No. Creamos una trampa perfecta y mortal.
Entra ahí y traeme a esa gentuza”
“Mi admirado Lord Taspor, como fiel servidor de vuecencia y siervo absoluto de sus designios, le agradezco con infinito sentido de la humildad las cariñosas palabras que me dedica siempre que tiene ocasión. Se que detrás de su razonable enfado por una situación que se ha estancado más allá de lo razonable se esconde un afecto sincero hacia mi persona.
Y me encantaría responderle de vuelta con noticias más favorables, de verdad que si, pero remitiéndome a su propia carta, cuando me indicó que no había forma de resolver las pruebas del laberinto mas que, en fin, enfrentándose a ellas como uno más y utilizó la expresión inexpugnable, pensé que lo mejor sería mandar una primera avanzadilla de entre mis hombres. Por prudencia, decidí que no fueran mis mejores hombres. Esta primera expedición tenía por objeto identificar cuanto tardaría una persona, digamos, dotada de cualidades medias para el combate, el ingenio y la supervivencia, en morir en el laberinto. Y bueno… Debo decir que nuestro (permítame incluirme en esta iniciativa enteramente suya) ingenio asesino en forma de laberinto, funciona a las mil maravillas. En la primera prueba mis hombres fueron catapultados a otra dimensión y convertidos en pulpa primigenia. Le diría que puede estar orgulloso de lo que ha conseguido si no fuera porque es precisamente el espectacular diseño del ingenio lo que nos ha metido en esta situación.
A pesar de ello mandé una segunda expedición, esta vez de mejores cualidades. Pasaron la primera prueba, y también la segunda, pero algo pasó en la tercera y dos noches después de entrar en el laberinto escuchamos unos gritos aterradores que parecían provenir del cuerpo de alguien que se estaba estirando más allá de lo razonable. Total, que la segunda expedición fue infructuosa.
Pero la tercera… La tercera la preparamos con enorme cuidado durante una semana, con la información que habíamos extraído de las anteriores misiones gracias a los miembros de las mismas que huyeron despavoridos antes de morir. Mi señor, le puedo asegurar que esa tercera estaba preparada para encontrarse casi cualquier cosa.
Pero la verdad que en ese casi no se encontraba la horrenda criatura alada superinteligente de la prueba número cuatro. Con honestidad, señor, ¿usted sabe qué demonios es eso? Mi segundo en combate, el señor Piedra Pulida lleva llorando desde hace cuatro días. El resto de los que han entrado, pues se puede imaginar el resultado.
Quiero decir, señor, ¿Y si el laberinto es… demasiado difícil? Y si… No sé. No me explico como es posible que estos malandrines pasaran de la campana de la muerte, la verdad. Me resulta incomprensible.
¿Por ese motivo solicito nuevas instrucciones, quizás es el momento de revaluar la idea de adentrarnos ahí y esperar a que salgan?
Atentamente suyo, siempre fiel, Castolux Caronte.
C.
“A LA ATENCIÓN DE: Castolux Caronte.
DE: Lord Taspor,
“La gente a la que llevas más de dos meses persiguiendo sin éxito ya ha salido del laberinto y ni siquiera te has enterado. Eres más inútil que follarse una piedra, Caronte.
PD.- ¿Quién es Lord Uptiny de Golatric y por qué demonios dice que las tierras de mi familia le pertenecen?”
Castolux Caronte empieza a no entender nada.
“Mi muy amado patrón, noble entre los nobles, pieza de orfebrería del reloj de la vida, Lord Taspor. Le puedo asegurar que ninguno de los villanos a los que andamos persiguiendo ha salido del laberinto. Hacemos guardia día y noche, tenemos agentes desplegados en la llanura e incluso en el interior del propio laberinto he dejado a algunos de mis hombres vigilando. No hay posibilidad ninguna de que estás asquerosas criaturas hayan salido.
Por precaución, al recibir su amabilísima misiva, pensé en la posibilidad de que se hubiera obrado algún conjuro o artilugio mágico para hacerlos desaparecer, pero como sabe, disponemos de herramientas suficientes para barrer el territorio e identificar rastros de magia. Hasta la llegada de su carta se hacían tres análisis al día y los niveles mágicos de la zona — que por cierto, son inusualmente altos, aunque supongo que eso ya lo sabía — no se han movido desde nuestra llegada. Le aseguro muy señor mío que es del todo imposible que estas personas hayan salido por la puerta del laberinto.
En cuanto al tal Lord Uptiny de Golatric, sin duda es un engaño. Es un nombre de propiedad múltiples, una broma entre rufianes, un espantajo, señor mío. No existe el tal Lord Uptiny de Golatric. Hace algunos años varios de estos malnacidos y algunas timadoras del sur de Flavia, se dieron cuenta de que era mejor tener un único noble por el que hacerse pasar y que, de esta forma, lo conseguido por uno sirviera para mejorar las posibilidades que tuviera el siguiente. Si en el condado de Alorde se presentaba una joven diciendo que era una de las hijas de Lord Uptiny con el objetivo de casarse con el el hijo de los condes y hacerse pues con parte de su fortuna, era más fácil que meses después, un primo de Lord Uptiy apareciera junto al condado de Alorde, en Urla, por ejemplo, y dijera que viene de parte de Lord Uptiny, y así sucesivamente. Yo personalmente he investigado varias de estas estafas y le aseguro que el tal Uptiny no existe. Cualquier que diga ser su representante miente y debe ser ajusticiado.
Atenta y sinceramente, C”
“A LA ATENCIÓN DE: Castolux Caronte.
DE: Lord Taspor,
Vamos a ver, estúpido cojón parlante. Cada segundo que empleo en mandar a uno de mis escribas que te escriba es un segundo de mi vida desperdiciado en un ser que vale menos que el moho que vive en el limo del barro en el que se refocilan los cerdos de mi castillo.
El tal Cabeza, el enano deforme de enorme testud, la hija de MoonShey y una puta sirena metida en una barril de agua salada gigante han convocado el consejo de los nobles con documentación que dice que las tierras de mi familia le pertenecen a una arpía. Y que esa arpía, estúpido producto de un linaje de sexo entre hermanos y aberraciones castrenses, le ha cedido las tierras a Lord Uptiny de Golatric.
Por si eso eso no es suficiente para ti, te diré que les acompaña como guardaespaldas, una mujer apestosa con una cabeza de ciervo en la cabeza y lo que parece ser una metamorfa que insite en cambiar de forma de manera ostentosa delante de los nobles con el único fin de inquietarles.
¿Se han escapado del laberinto o no se han escapado del laberinto?
Pd.- Estás despedido.”
FIN DE LA PARTE NUEVE
PARTE DIEZ:
Un hombre arruinado explica una partida de cartas.
“¿Qué crees que es más importante? ¿Un buen dinero o una buena historia? Yo siempre prefiero una buena historia. El dineros se me cae de las manos, ya lo sabes. No lo puedo evitar. Si tengo dinero (y ya sabes que lo tengo) me parece una locura, una estupidez y un desperdicio acumularlo. Si quiera para conseguir multiplicarlo. ¿Le gusta a mi padre mi modo de vida? En absoluto, claro. El dinero es suyo al fin y al cabo, pero lo que él no entiende son dos cosas. La primera es que sumando lo que he ganado con las cartas y lo que he perdido en estos años, mi casa nobiliar no ha sufrido. No mucho, al menos. Por el contrario he logrado tener una buena… Que digo buena, buenísima, única, colección de historias, enredos, embustes y cotilléos de todo el Reino de Flavia y, en mi humilde opinión eso vale mucho más que todo el dinero perdido y todo el dinero ganado. Lo digo porque sólo entendiendo esta situación que os comento, amigos, se puede explicar por qué estoy de tan buen humor después de haber perdido mi castillo y el conjunto de mis posiciones. Si es así, si estoy lleno de gozo es únicamente porque por dónde se ha ido mi dinero, ha venido una historia que, realmente, supera a todas las que he podido escuchar jamás en torno a una mesa de cartas. Permitidme que os la cuente y entenderéis hasta que punto estoy contento.
La “Poza de Guano” es uno de los locales de juego de cartas más importantes del sur de Flavia. Anteriormente se la conocía como el “El Saco de Estiércol” y mucho antes como “El hueco del Fango”. El local tiene muchos nombres, uno por cada vez que ha sido incendiado en medio de una noche que ha ido particularmente mal a alguien aficionado a las cerillas. Se quema tan a menudo que, hay quién dice que convertirlo en escombros es una tradición de la que participan sus dueños, el Señor Fango y la Madamme Mugre”. Es un momento tan alegre que todos los que participan en el incendio colaboran posteriormente en la reconstrucción. Huelga decir que no es el sitio más recomendable del mundo. Es la clase de sitio dónde las trampas en el juego se consideran de buen gusto. Si te pillan haciéndolas terminas en “el dolorcito”. Una habitación en la que habitan animales hambrientos. Pero hacer trampas bien forma parte del juego como fanfarronear o contar historias. Eso lo sabe cualquier aficionado. La noche a la que hago referencia yo estaba siendo desplumado por un jugador de una habilidad consumada. Un hombre mayor, alargado y flaco como un papiro, que entró en el local apoyado en un bastón, con el gesto pálido de quién ha perdido sangre y no parece tener energía suficiente para recuperarla. Llevaba ropa buena, elegante y un sombrero que gritaba “tahúr” desde antes de verle. Por supuesto, le invitamos a nuestra mesa habitual y en cinco o seis horas en las que sólo consumió agua tibia y un licor especial que le preparaba “Madamme Mugre, nos desplumó a todos. Era evidente que aquel tipo hacía trampas, pero yo no encontraba la manera de descubrir las suyas y aquello me estaba poniendo de los nervios. Tanto, que valoré la posibilidad de inventar mi propia historia, de acusarle de hacer trampas exponiendo argumentos que fueran ficticios con la suficiente convicción como para que se me creyera ya que, si una historia es lo suficientemente buena, entonces se puede ir uno al “dolorcito” sin que haya pruebas de que aquello de lo que se le acusa sea cierto o no, tal es la grandeza de este tipo de locales. Para ello aposté todas mis posesiones e ingenié una historia lo suficientemente sólida, pero cuando ya estaba en disposición de contarla pasaron las siguientes cosas fascinantes. En primer lugar el tipo me miró a los ojos y me dijo “Le aseguro señor mío que el motivo por el que va perdiendo usted sin remisión no tiene nada que ver con las trampas. Yo no hago trampas. Soy Radmun, el mejor jugador de todo Flavia, no necesito hacer trampas. Como ha viste, “Madamme Mugre” me ha servido una bebida especial para mi, eso quiere decir que me conoce. Sabe, al igual que ahora lo sabe usted, que yo no hago trampas. Usted ahora, desesperado por la catástrofe económica que el azar y la falta de talento le han provocado, va a intentar contar una historia rocámbolesca sobre mi y las trampas que hago, pero no va a colar, se lo aseguro. Jamás, ni una sola vez en mi vida he pisado “el dolorcito” y estoy seguro de que usted tampoco. Ceda su castillo y ahórrese la humillación y las marcas en el cuerpo”.
Me quedé helado, sin saber que decir y pensando en como le iba a explicar a mi padre que me había jugado a las cartas el castillo familiar, pero antes de articular palabra sucedió algo igual de extraordinario. Se abrió la puerta y entraron diez hombres armados. Todos ellos tenían un aspecto pulcro y cuidado, como de gente que se viste bien para salir a matar, quizás las personas de las que menos se puede fiar uno. Y después de entrar esas personas con sus ballestas y sus pistolones, entró un hombre aún más siniestro. Tenía un capa de la iglesia de la acumulación, pero estaba gastada y sucia. Era enorme, fuerte, y quizás alguna vez fue guapo. Le faltaba, eso si, el brazo izquierdo, dónde tenía un sustituto mecánico parecía alimentado por algún tipo de magia.
El tipo cogió una silla y se sentó a nuestra mesa mientras sus compañeros nos apuntaban a todos. El local era un mar de silencio, salvo por el Señor Fango, que empezó a preparar un cubo de brea con la certeza absoluta de que, una noche más, su local iba a terminar incendiado.
El tipo grande y “El Tahúr” se miraron. El tipo grande desafío al Tahúr con la mirada. “El Tahúr” por su parte se relajó, enseñó sus cartas antes mi para recordarme que podía ir diciendo adiós a mi castillo y sonrió. Su dentadura era una carretera llena de agujeros. No era una sonrisa que invitaba al beso, precisamente. Al tipo parecía darle igual, por otro lado.
– Carone — dijo “El Tahúr — Tienes una pinta asquerosa.
El tipo de la capa no se movió.
– Te vas a venir conmigo — dijo.
– Seguramente. Pero todavía no. ¿Sabes ese momento en el que el malvado de turno le explica el plan al héroe de turno? Todo el mundo piensa que es una estupidez del malvado, revelando sus planes antes de tiempo, pero lo que sucede en realidad es que el héroe quiere saberlo. Lo necesita más que capturar a su presa. ¿No lo habías pensado nunca? Tú no estás aquí para detenerme. Tú estás aquí para saber lo que pasó en el laberinto. ¿No es así?
Se hizo el silencio. Yo me había olvidado ya de todas mi pertenencias. Si en ese momento me hubieran dicho que tenía que entregarlas para seguir oyendo la historia lo habría hecho con sumo gusto. ¿Qué laberinto? ¿Quién era esa gente? Todo yo era una suma de preguntas.
– Lo que quiero decir — prosiguió “El Tahur”. Es que si me sacas de aquí sin escuchar la historia, no la escucharás jamás. Ya sé que crees que me puedes torturar hasta que te lo cuente, pero no va a suceder porque tú sabes que yo tengo una enorme resistencia al dolor. Al fin y al cabo hay una cosa que ya no vas a poder hacerme. Cortarme los cojones.
Ohhhh, amigos, habría entregado a mi propio padre en ese mismo momento.
– Así que, paciencia.
El otro tipo, el tal Caronte, levantó “la mano” y sus hombres bajaron las armas.
– Habla -dijo.
– Supongo que todo empezó cuando Klotch nos contó que todo aquello era una estafa — dijo el tahur — pero antes de eso ya había muerto el pobre Blorp. Aunque entiendo que eso ya lo sabías, ¿verdad? O quizás no. Empezaré entonces por el principio, desde que entramos al laberinto.
Te aseguro que para ese momento todo el local le estaba escuchando sólo a él. Se habían parado todas las partidas, todos los trucos, todas las timbas. El tal Radmun, “el Tahur”, se acomodó, bebió un poco más de su agua tibia y comenzó su historia.
– El pobre Blorp murió muy al principio. En la segunda o tercera prueba, justo antes de que descubriéramos lo de Klotch. La entrada fue bien. Supongo que ya habrás intuido que logramos contar con la ayuda de un nigromante. Quizás te gustaría saber dónde anda ahora el tipo, si volvió al inframundo y si te guarda rencor por destrozarle la cabeza con una maza… Creo que en ese sentido puedes estar tranquilo. Ese fantasma al menos no va a rondarte. Una cosa inteligente que hizo Taspor, tu señor fue que las pruebas no se limitaran al ingenio. Hay quién cree que un buen laberinto debe ser un ingenio complejo, lleno de triquiñuelas y trampas. En la prisión de Arassia tenían un dicho que ilustra bien lo que quiero decir. Allí decían que una roca de dos toneladas bloqueando una puerta siempre es mejor que un conjuro o un enigma. Así que llegamos a la tercera prueba. La del bicho.
Para entonces yo ya había hecho mis propias cábalas. Taspor debía ser el Conde de Taspor y el laberinto al que habían referencia el legendario laberinto de Ala Taspor, al norte de Flavia. Muy muy lejos de dónde estábamos en ese momento. Un lugar en el que a mi jamás me iban a encontrar y del que, por lo que dicen, nadie ha logrado cruzar por completo y encontrar su tesoro. Aquello se ponía más y más interesante.
– El bicho — continuó Radmun — no se si lo habrás visto alguna vez, pero no es algo que se pueda matar así como así. No parece ser “matable”. Es más bien… No sé. “Despistable” puede ser una buena definición. Pero para despistar a aquello, con todos esos ojos y esa velocidad. En fin, alguien tiene que enfrentarse a la criatura en serio. Y nuestra única posibilidad era Blorp.
Ni idea por mi parte de quién era el tal Blorp y tentado estuve de preguntarlo, pero la historia no me la estaban contando a mi y, al fin y al cabo, había diez tipos con ballestas y pistolas en el local (además de las ballestas y las pistolas que cada quién hubiera traído de casa, junto a — probablemente — cuchillos, porras, explosivos y todo tipo de material incendiario) Así que me callé y tuve que hacerme una composición de lugar por sus palabras. Blorp debía ser una criaturas fuerte, muy fuerte y que tenía algún tipo de relación con alguien del grupo. Una mujer.
– Oleana no quería que lo hiciera, pero Blorp sabía que era pelear y ayudar a que pasáramos o darnos la vuelta y olvidarnos de la recompensa por nuestros servicios. En ese momento no sabíamos que Blorp iba a enfrentarse a la bestia por nada. No sabíamos que estábamos siendo estafados. Y veo por su cara que usted tampoco lo sabía. Oh no, señor Caronte. No se confunda. Llegamos al final de su amado laberinto y quizás va siendo hora de que la gente sepa que ahí dentro no hay ningún tesoro. Y que todo no es más que un gigantesco engaño.
Hostias.
– Pero en cualquier caso, lo nuestro fue un engaño sobre un engaño, porque al fin y al cabo sabíamos que ahí no había nada y entramos con otros planes. Pagados por terceros. Y aquella era la estafa que nos tocó a nosotros. Pero como le decía, la criatura Blorp no sabía nada de eso en aquel momento. Así que hizo su trabajo. Su trabajo es despedazar, morder, golpear y, me temo, morir después. A Oleana no le gustó. Y le gustó mucho menos cuando se enteró de que había muerto para nada. A usted no le tiene en alta estima. A Taspor no tengo palabras para describir lo que quiere hacerle, pero eso no es nada comparado con el odio que siente a quién nos engañó. Fue una despedida dura, pero gracias al buen Blorp pudimos salir adelante. Y con eso llegamos a la “Campana de la muerte”. Un ingenio perverso, efectivamente. Una de las cosas que ustedes no sabían es que venía con nosotros une metamorfe y que portaba una cebolla que no era una cebolla, sino Marga Kolcha Reijdrandt. Kotch para los amigos.
Al escuchar ese nombre fue como si alguien hubiera lanzado una maldición. Yo ni idea de quién era la Kotch, pero desde luego a todos estos hombres armados y al propio Caronte no le gustaba un pelo.
– Colocamos la cebolla en la campana. La campana activo su magía, con lo que la cebolla se transformó en Marga, que antes de caer fulminada por el rayo del sacrificio dijo simplemente… “Apílora”. Y ahí fue cuando descubrimos la estafa.
La Apílora es una planta de Arassia que sirve para hacer licor, creo.
– Apílora era el código que usaban Marga y “La Cabeza” cuando querían informar al otro de que les estaban estafando en un trabajo.
En ese momento yo no pude más y solicité que se nos sirviera otra ronda de lo que fuera que estuviera viviendo cada una de las personas presentes. Aquella historia era demasiado atractiva para pasarla con el gaznate seco, y aquello no había hecho más que empezar. El Tahur Radmun continuó explicando lo que sucedió después de que la tal Kloch dijera “Apílora” y desvelara que todo el asunto era una enorme estafa. Una trampa envuelta en un enigma con lazos hechos de mentiras.
– Como le digo, señor Caronte, la amiga Klotch, a la que ustedes dejaron pasar por andar escondida en una cebolla, dijo “Apílora” y su socio “La Cabeza” — a quién usted conoce perfectamente — gritó que nos detuviéramos. No podíamos seguir sin saber lo que estaba pasando.
La cabeza, por lo que entendí después, era un hombre de una inteligencia prodigiosa, pero una persona. Quiero decir que no era una cabeza y nada más.
– “La Cabeza” nos dijo que, normalmente, cuando un trabajo en el que estaban participando era una estafa, quién lanzaba el aviso aportaba también la información necesaria para saber lo que estaba pasando y salir del entuerto. Es decir, que si Kloth había hecho todo aquello es porque estaba preparada para echar una mano. Pero claro, ahora estaba muerta. Luego supimos que estaba muy enferma antes de ofrecerse para todo aquello. Se sacrificó, básicamente. ¿Y por qué? Luego lo sabrá. No va a gustarle, ya se lo digo. La cabeza lo ha pasado francamente mal con todo este asunto. Pero no me quiero desviar. La cuestión es que tanto Klotch como La Cabeza tienen diversos refugios distribuidos por toda Flavia. Lugares seguros en los que esconderse y conspirar. Nada que usted no sepa, ¿verdad Caronte?
El tal Caronte no movía un músculo. Como si todo su ser estuviera centrado, no ya en la historia, como en los movimientos del propio Radmun. Como si temiera que se le fuera a escapar, lo cual aparentemente era imposible. Ya os adelanto que Radmun, finalmente, escapó. Pero esa la parte final de todo esto, no me quiero adelantar. Es mi parte favorita.
– Uno de esos escondrijos quedaba relativamente cerca del laberinto — prosiguió el buen Tahur — y a buen seguro habría dejado toda su documentación allí. Pero… ¿Cómo salir? No le voy a engañar, Caronte, todos le despreciamos en mayor o menor medida, pero sabemos que es usted un hombre técnicamente notable y que sus muchachos son una banda de asesinos realmente letal. No tomarle a usted en serio sería un error. Con lo que, simplemente, dar la vuelta y salir alegremente, no parecía una solución. Además, que el trabajo fuera un engaño no quiere decir exactamente que no lo fuéramos a cobrar. Oh, si. A nosotros, señor mio, no se nos jode. Pero nos faltaba muchísima información. A si que… ¿Qué hacer? Y la solución la trajo el Señor… Disculpe un segundo.
El Tahur en ese momento se hurgó en las ropas y sacó una pequeña nota escrita con un nombre.
– ¡Francoise de la Verget!, por supuesto — dijo.
El nombre pareció despertar un extraño interés ausente en los hombres de Caronte, como si de pronto todos hubieran recordado algo. Después debieron recordar algo más y suspiraron con inquietud.
– El señor de La Verget, como usted ya sabe, es inmortal. Lo que no sabe es que, además, tiene otro don. Ese don hace que la gente se olvide de él. Así que nos propuso salir él, ser capturado por ustedes y cuando empezaran a olvidarse de él, cosa que evidentemente sucedió, escapar de su captura e ir a dicho escondrijo. Nos pareció la solución más viable, la verdad. Aunque antes tuvimos que escribirnos su nombre y lo que pretendía hacer en varios documentos, porque al poco de partir a todos se nos olvidó lo que iba a hacer y la situación se empezó a poner tensa.
Caronte estaba ya singularmente interesado en la historia, se incorporó un poco hacia adelante y dijo…
– Así consiguió salir, pero como… — y parece que él mismo se dio cuenta de algo — Las luces del cielo.
Radmun, con una risa seca, pero contagiosa, celebró la deducción de su oponente.
– Exacto una vez más. Es usted un prodigio para darse cuenta de las cosas una vez han sucedido. Una cualidad que supongo es habitual de cualquier perseguidor, que entrena su mente para ir siempre “por detrás”, pero esta vez no le está siendo de ninguna utilidad, ¿verdad?
Caronte no parecía dispuesto a dejarse enredar con insultos, porque no dijo nada.
– Las luces del cielo nos decían dos cosas. Una es que Francoisse de la Verget había logrado su objetivo y que el plan de Klotch, fuera el que fuera, se estaba desarrollando. La segunda cosa que nos indicaban las luces es, dependiendo del color y la hora, si debíamos esperar o debíamos seguir al interior del laberinto. La respuesta es que teníamos que seguir adelante. Así que eso hicimos.
Radmun se recostó.
– Oh si, conseguimos llegar al final del laberinto, claro que si. Somos profesionales. Para eso se nos contrató. Y además, tampoco es tan difícil. Con un poco de información, cierta coordinación de equipo y un buen plan… En fin, ya lo vé. Lo que me lleva a pensar que ha habido más gente que lo ha conseguido antes. Claro que la habido. ¿Sabe lo que creo que ha pasado con ellos? Creo que usted, o alguno de sus muchachos, los han matado. ¿Verdad? Seguramente si. Al salir, exhaustos por la aventura, mientras dormían… Si, claro que si. La gente prefiere los cuentos y las leyendas, pero yo sé que detrás de cada una de ellas lo que hay es sangre y miserables que matan sin mirar a los ojos. Como usted. Pero esta vez no le dio tiempo, ¿verdad?
Caronte no dijo nada.
– Porque no llegamos a salir del laberinto. Eso es lo que le tiene más despistado, ¿verdad?
Caronte no dijo nada.
– ¿Quiere saber por qué no salimos del laberinto? La respuesta la tiene Basilor Petin.
Hubo varios vítores en la cantina, además de risas. El tal Petin es un viejo conocido del sur de Flavia. Una vez jugué con él a las cartas. Pésimo jugador, siempre anda con planes imposibles y leyendo sobre economía. No es la persona que habría imaginado para este momento en esta historia, pero quizás yo no soy el mejor juzgando a la gente más allá de la mesa de juego.
– Oh si, señor Caronte. No salimos del laberinto porque nos rescataron los piratas.
“Piratas. Así era. Eso dijo, al menos, el Tahur Radmun. Y la respuesta desconcertó por igual a los hombres de Caronte, al propio Caronte, a mi y, me temo al conjunto de personas presentes porque, ¿qué hacías unos piratas tan al norte? El Condado de Taspor está al norte, dónde el mar es bravío por el viento y la temperatura, bien es cierto que no son los hielos y el frío de Urassia, pero tampoco es el agradable frescor caluroso de la costa del sur. Lo que quiero decir es que no hay piratas al norte. Allí no hay barcos, quiero decir. ¡Ni puertos! Es más, el laberinto de Ala Taspor se sitúa en el interior de una cordillera llamada “Montaña de la bruma” y creo que estaréis de acuerdo conmigo en que tanto las montañas como la bruma casan mal con los laberintos, pero como ya os he dicho una y otra vez, esta historia fascinante es de las mejores cosas (sino la mejor) que me han contado nunca en una taberna. Así que si, claro que si, Basilor Petin y sus piratas subieron por el bravío mar del norte y rescataron a nuestros héroes… ¿Pero cómo lo hicieron? ¿Cómo entraron en las montañas? ¿Y a cambio de qué?
– La buena de Klotch lo tenía todo previsto. Había desarrollado su plan como si fuera la propia “Cabeza” la que lo estuviera desarrollando, cuidando cada detalle y sorprendiendo a sus adversarios. Me refiero a usted, por supuesto — dijo Radmun regocijándose en la duda de su perseguidor — ¿Sabe lo que es una Galiata?
Por desgracia yo sí sabía lo que era una Galiata y aquello me dio cierta rabía, porque me habría encantado descubrirlo allí, en ese preciso momento, en aquella posada mugrienta que olía a tripas de perro y que considero lo más parecido a un hogar desde que decidí alejarme física, aunque no financieramente, de mi vida de hijo de noble. Yo sabía lo que era una Galiata, pero la mayor parte de la gente del local, incluyendo al propio Caronte, no lo tenía muy claro. Así que Radmun tuvo que explicarlo.
– Una Galiata es una criatura de leyenda. Una especie de dragón marino que se alimenta de los materiales preciosos que albergan las rocas. Una criatura excepcional de precioso pelaje azulado y ojos de color de fuego.
En ese momento me pudo la excitación y los nervios y exclamé…
– ¡Un túnel! ¡La Galiata hizo un túnel en la roca!.
El tal Caronte me miró con el desprecio que uno le dedica a un insecto molesto y Radmun me regaló su terrorífica sonrisa con más huecos que dientes. Pero yo mismo estaba confundido en el frenesí de mi propia excitación, con lo que no pude evitar preguntar…
– ¿Pero de dónde sacó Basilor Petín una Galiata? ¡Si ya no existen!
Que es absurdo, porque evidentemente que existen, sino no habrían escapado del laberinto de Taspor.
– Muchos de ustedes — dijo entonces Radmun — conocen a Archibald Zop.
La sala se llenó de vítores. El tal Zop, el ingeniero de la tripulación del Capitán Petin, era — casi como la Galiata — Una leyenda.
– Pues el señor Zop fabricó un artefacto para horadar la tierra, pero no se confundan, no era una gran máquina, sino un simple silbato, un silbato de complejísima elaboración y reducido tamaño con el que se podía llamar a una Galiata y que está se alimentara y consiguiera, efectivamente, horadar e inundar unos túneles al interior de las montañas de la bruma y sacarnos de allí. Ahora mismo, señor Caronte, detrás del laberinto de su señor, hay una magnifica bahía entre las rocas. Supongo que no se lo esperaba.
Caronte respondió con un lacónico “Ya no es mi señor” lleno de la tristeza que tiene un perro por el amo que, tras pegarle demasiado, le echa de su casa.
– Les aseguro, amigos, que el espectáculo de ver llegar a la Galiata atravesando la roca mineral como si fuera agua es de esas cosas que hacen que uno diga “merece la pena estar vivo”.
Radmun se rió con el entusiasmo de un niño. Demonios, aquello debió ser realmente un espectáculo increible.
– Y así fue, Castolux Caronte, como escapamos del laberinto.
Caronte perdió entonces los nervios.
– No del todo — dijo Caronte — porque al fin y al cabo, aquí estoy yo.
En ese momento, los hombres de Caronte levantaron sus armas y todos intuimos que la conversación había terminado. Pero el Tahúr tenía una última sorpresa preparada.
– ¿No huele un poco mal aquí? — dijo.
Y cómo si aquello fuera una señal del algún tipo, de la nada más absoluta, de una sombra en una esquina perdida del local dónde os puedo asegurar que era imposible que cupiera ningún ser de Flavia, emergió una… No sé lo que era, la verdad. Voy a decir que una mujer porque así parecía referirse a ella Radmun. Portaba una espada larga, como un estoque afilado, ropas más mugrientas que la propia mugre y tenía la cabeza tapada por la cornamenta de un ciervo alado. Cruzó la sala más rápido que lo que tarda en apagarse una vela con un soplido. Saltó sobre la mesa en la que nos encontrábamos y puso su estoque en la garganta de Caronte, que no había tenido tiempo de moverse.
– A Galdah ya la conoces, ¿verdad? — dijo Radmun casi en una carcajada.
Y entonces empezó el inevitable incendio
De pronto había tantas cosas en las que fijarse que me quedé paralizado, os lo prometo, amigos. Estaba esa tal Galdah encima de la mesa, estoque en ristre, apuntando al cuello de Caronte, pero también estaba la primera gran llama del incendio que iba a llevar a escombros, una noche más, “El Saco de Estiercol”, que por cierto hoy se llama “El hueco del Moho” — no es mi nombre favorito, no os voy a engañar.
Además de las llamas y la pelea inminente, estaba el propio Radmun, que empezó a recoger sus ganancias (y con ellas iba mi dinero y mi castillo. En fin, el castillo de mi padre. Uno de los castillos de mi padre. De verdad no os pongáis estupendos, fue una perdida muy relativa) Y en el mismo movimiento de recoger las ganancias, volcó la mesa contra el resto de guardias que acompañaban a Caronte.
El resultado de esa acción fue que la espadachina se impulsó contra el cuello de Caronte como un perro rabioso y lo tiró de espaldas. El tipo le dio una patada entre las piernas y rodó con ella en un revoltijo de golpes, cortes y tretas.
Por puro instinto, los soldado de Caronte descargaron sus armas al general del local. Quiera la fortuna que ni flechas ni los pesos de plomo de sus pistolas y escopetas rozara mi cuerpo. Siempre he dicho que la suerte es pendular, y si mi fortuna con las cartas había sido desastrosa, me merecía una compensación, que me vino en forma de historia — la que os estoy contando — pero también porque me permitió seguir vivo. No es algo de lo que puedan presumir tres o cuatro compañeros jugadores, que se vieron llenos de riqueza y con varios agujeros mortales en el cuerpo. La noche siempre trae este tipo de intercambios, os lo aseguro. Por eso siempre digo, ¿qué es ganar en realidad? Ganar es seguir vivo al día siguiente. Si no me creéis preguntadle al tipo que se encontró con un tercer ojo entre los ojos y que sólo acertó a decir “Patatas” antes de morir. Una palabra extraña, pero en fin ¿Quién sabe por qué las gente dice lo que dice ante la muerte? Honestamente espero descubrir semejante misterio lo más tarde posible.
Lo que os decía. Las balas volaron, impactaron e hirieron (o mataron), pero superado el primer susto, los supervivientes se encontraron con diez soldados recargando en un local pequeño y pasto de las llamas. Lo que vino después no fue bonito, la verdad. Algunos por rabia, otros por venganza por los compañeros caídos de forma totalmente gratuita y una parte importante de los presentes, por esa forma de alegría que da el salvajismo, se lanzaron contra los soldados con lo que tenían a manos. Una auténtica sinfonía de filos, pomos, superficies romas e incluso una piña.
Si, hubo una piña tropical que impactó en el rostro de un soldado con la pericia y la velocidad necesarias para hacerle, me temo que literalmente, una cara nueva.
No me preguntéis después porque ya os lo digo yo ahora. A Radmun no volví a verle, se evaporo como había venido. Con el tiempo he sabido que el tipo es experto en fugas y que, se dice, había escapado de la prisión de Arassia misma y yo con honestidad pienso que tal cosa es mentira, pero cuando charlo con gente menos ilustre que vosotros, buenos amigos, doy por buena esta leyenda porque todo relato tiene que crecer en intensidad con el tiempo o se pudre, como los alimentos que un día están frescos y al día siguiente…
Radmun desapareció.
En cuanto a la tal Galdah y el tal Caronte, se volvieron lo más interesante de la noche. Su pelea se desplazó pronto al exterior del local, si es que tal cosa tiene sentido en un sitio que se está viniendo abajo y, por la fiereza de los golpes, sin duda hablamos de una pelea esperada, deseada, llena de reproches pretéritos. Aquellos dos ya se conocían y, desde luego, se querían matar.
Caronte era un luchador excepcional. Duro, pero muy técnico, experto con la espada, pero también de una resistencia prodigiosa. Galdah, al contrario, era un borrón de cortes y velocidad, siseaba dando vueltas, lanzaba estocadas, cansaba a su rival. Los dos estaban a la par. El golpe contundente en la cara de uno de los ellos era el corte sangrante del estoque de la otra. Pero el tiempo fue decantando la pelea hacia Galdah y, de nuevo, la historia tenía aún brasas que quemar y cosas que contarme.
La victoria de Galdah parecía inminente, había cortado el talón izquierdo de su adversario que, con la cara ensangrentada cayó de rodillas frente a ella. La mujer, menuda y siseante, se movió a su alrededor, dando vueltas eligiendo el mejor golpe final. Pero, de pronto, dijo.
– ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Por las ratas!…
Parecía enfadada. Caronte, entonces, empezó a gimotear. No se movía. Galdah se detuvo frente a él. Se miraron a los ojos y ella soltó una especie de gruñido agudo seguido de una maldición.
– ¡Shing Len! Maldigo la hora en la que me apartaste de la Dama y me diste empatía.
Yo no entendía nada entonces ni entiendo aún hoy a qué se refería, pero después de aquella maldición dicha contra al aire, con el calor del incendio a su espalda, se retiró la osamenta que llevaba como casco y desveló un rostro horrible, sin carrillos, que se acercó al de Caronte.
– Así no puedo matarte. Eres patético.
Y se fue. Se fue como se va el invierno y llega el verano.
Y yo me quedé ahí, como vosotros ahora mismo, con una historia sin terminar, con huecos incomprensibles. Pero es que esa es la grandeza de la historias, siempre las cogemos a medias, escuchamos una parte, nos hacemos una idea parcial..
Y enncualquier caso esta tiene una especie de conclusión. La conclusión es lo que explica que yo esté aquí, contando todo esto. ¿Recordáis que os dije que no volví a verle? Es cierto. Pero volví a saber de él.
Semanas después de los acontecimientos de aquella noche se celebró la inauguración del Hueco del Moho — insisto, no es mi nombre favorito. Durante la misma, Madamme Mugre me hizo llegar una carta del propio Radmun que me proponía un trato. Si quería recuperar mis ganancias al completo, debía contar esta historia, incluyendo de forma muy específica la información de que el Laberinto de Taspor es una engañifa. Hacer eso durante un año. Y que cumplido ese año podría volver a jugar a las cartas con él en un local de su pertenencia en Condado de Klotch e intentar recuperar lo que es mío.
¿El Condado de Klotch? Me dije. ¿Acaso semejante lugar existe?
Y vaya si existe, claro que si. Y ahí es dónde pienso ir cuando termine este año, y para entonces espero que todo Flavia sepa, gracias a los amantes de las historias como yo, que el Laberinto de Ala Taspor es una estafa y que, de hecho, dónde antes estaban sus proezas y trampas, ahora está el flamante condado de Klotch. Y que dicho condando está gobernado por une metamorfe que se llama “Flux”, La Cabeza (la mente criminal más brillante de todo Flavia), una sirena bruja, y su marido, Basilor Petín. Y que ofrecen refugio a piratas, ladrones, malandrines, estafadores, y gente de mal vivir, en general.
Ah, si, Y si sois metamorfes os permiten residir sin apuntaros al registro”
FIN DE LA DÉCIMA PARTE
Lo que Rock y Roll le contaron al secretario Allegro.
“– Entonces, ustedes son…
– Rock, señor secretario.
– Y Roll.
– ¿Quien es…?
– Yo soy Rock, señor.
– Y yo Roll.
– Entiendo. ¿Y que ha sido de…?
– ¿Bossa y Nova?
– No, no, los otros chicos… Drum y… Ese otro que va con él siempre.
– Bass.
– ¡Eso es! Gracias Roll. Drum y Bass.
– No les tocaba venir, señor. Nos tocaba a nosotros.
– Entiendo, entiendo. Muy bien, muy bien. Tomen asiento. Tomen asiento y cuéntenme. ¿Es verdad lo que se rumorea?
– Me temo que si, secretario Allegro. Lo tenemos todo documentado y el consejo ha dado su conformidad.
– ¿Incluso Ala?
– Oh no, señor. El joven Taspor evidentemente no. Pero estaba…
– … En minoría, señor.
– En minoría absoluta. Incluso sus hermanos…
– ¿Qué me dicen?
– Así es, señor.
– Increíble. Cuénteme, cuéntenme.
– Todo empezó, la verdad, como una de las sesiones habituales del consejo, señor.
– Lo de siempre, lindes, derechos, prevendas…
– Pero…
– … Pero la sesión fue interrumpida de pronto.
– ¿Por quién?
– Piratas, señor.
– ¿Piratas?
– Bueno, era una mezcla. Piratas, malandrines… Gente variada.
– Había una metamórfica, señor.
– Une
– ¿Perdón?
– Une. Se dice…
– No me jodas, Roll.
– Se dice así.
– Bueno, bueno, no se pongan ustedes dos a discutir ahora, sólo faltaba. Una criatura de esas, ya está. Entraron en la sala.
– Tenían una petición formal de reconocimiento de un territorio.
– ¡Nada menos, eh! ¿Y quién la firmaba?
– Pues… Una Arpía, señor secretario.
– No puede ser.
– Una Arpía, se lo prometemos. Está en el acta que usted debe firmar.
– ¡Ya no hay Arpías!
– Eso dijeron los nobles.
– Al principio.
– ¿Luego cambiaron de opinión?
– Decidieron que… La verdad, secretario Allegro, decidieron que les daba igual.
– ¿Pero el sello es bueno? El de la petición, digo.
– Compruébelo usted mismo.
– Increíble. Absolutamente increíble. Y esas personas… ¿Qué eran? ¿Enviadas de la Arpía?
– No. La arpía les cedía ese terreno a ellas.
– Un momento, un momento, un momento. Ellas. Concretemos. Sabemos que estaba “la criatura” de la que hablábamos antes. ¿Quién más?
– Al consejo vinieron le metamorfe, un caballero pirata que se hacía llamar Basilor Petin y que era del conocimiento de algunos nobles.
– Que lo mandaron detener y todo.
– ¿Y lo lograron?
– No. Es decir, si. Los guardias lo apresaron, pero se le concedió hablar antes de ser detenido y…
– Vaya pico de oro, señor.
– ¿Al final lo soltaron? No me lo puedo creer.
– No al principio, pero cuando terminó la sesión…
– Es que al terminar la sesión, formalmente…
– Aunque falta su firma, claro.
– Pero formalmente… Es que era… Quiero decir.
– ¡Un noble! ¡Un noble como ellos! Excepcional. Excepcional, amigos. Si viviera Troppo, mi maestro secretario, disfrutaría muchísimo con esta historia. Piensen que él estuvo en la formación del consejo, que fue muy emocionante, y autorizó los documentos para que nuestro buen rey… En fin…
– Para levantarlo de los muertos.
– Resurrección colegiada, señor Rock. Un poco de respeto al lenguaje de la ley.
– Perdón.
– Pero desde ese momento el consejo había sido un sitio aburridísimo. Troppo, el pobre, siempre quería que le contáramos historias. Pero seguid, seguid. No os quiero hacer perder más tiempo. ¿Sólo estaba ese tal Petin y la criatura metamórfica?
– No señor. Estaba también Oleana Moonshey.
– Ay dios mío.
– Efectivamente. Arrebatadora, por cierto.
– Siempre lo fue. Indomable. La conocí de niña, cuando su padre se incorporó al consejo y ya era un diablillo. ¿Vino con esa… criatura que dicen que la acompaña?
– No señor.
– Una pena.
– Se ve que la criatura ha muerto.
– Otra pena.
– Pero eso es un rumor. Ella no dijo nada. No dijo nada en general. Sólo insulto una vez a su padre y le dijo que se preparara.
– ¿Para qué?
– No lo dijo. Esa familia ha sufrido muchísimo. A Farlo, al hermano, alguien lo secuestró y lo convirtió en pulpo.
– No sabía nada.
– Pues así es. Y la madre, pobre. Muerta al poco de nacer Oleana. Un misterio.
– ¿Y eso era todo? No había nadie más.
– Oh, si. Había alguien más.
– Cuéntenme.
– Estaba la sirena.
– Había… Había…
– Una sirena. Si señor. Esposa, al parecer, del tal Petin. María, se llama. Una bruja del mar.
– Pero como…
– En una enorme cubeta de agua salada en la que estaba sumergida. Una criatura formidable.
– Las sirenas son seres sapientes.
– ¿Y?
– Que no la llames criatura.
– Eres una puta pesadilla, Roll
– Sólo quiero que hablemos con propiedad.
– Bueno, bueno. ¿Y nadie más?
– En realidad no. Aunque el documento de la Arpía, como puede ver, señala a otras dos personas como adjudicatarias de los terrenos que, dice, son de su propiedad.
– ¿Y esa persona es?
– La Cabeza, señor. Un ladrón y villano de enorme inteligencia y su compinche, una tal Klotch, de Arassia. Ya fallecida.
– Que sitio más horrible,
– No lo sé, señor. Nunca he estado.
– Bueno, pero por lo que cuentan…
– Por lo que cuentan es un sitio infecto, efectivamente.
– ¿Nadie más?
– No.
– ¿Y entonces…?
– Venían a reclamar los terrenos del señor Ala. En concreto, las montañas de la Bruma.
– El laberinto, vaya.
– Y Ala se negó, evidentemente.
– ¡Todos se negaron!
– Al principio pensaban que era una broma o algún tipo de estratagema.
– Pero luego no, ¿verdad?
– Eso es.
– ¿Y por qué? ¿Qué sucedió? ¡Contadme!
– Bueno, el pirata que le comentaba antes y el tipo al que llamaban “La Cabeza”.
– … Un enano con un meño increíble…
– Bueno, pero muy listo.
– Listo y con un meño colosal, eso es lo que digo.
– ¡Sigan, por favor!
– Disculpe, secretario Allegro. Lo que pasó es que les dijeron a los nobles presentes que si aceptaban la propuesta de cesión les perdonarían las deudas.
– ¿Qué deudas?
– Las que tenían con Ala por el Laberinto.
– Comprendo. Fascinante.
– Se ve que las distintas familias de nobles y comerciantes de todo Flavia llevan años intentando resolver el enigma del laberinto y conseguir su fabuloso tesoro. Como sabe, participar en el laberinto tiene un precio, no muy elevado, pero también hay asociado al mismo un sistema de apuestas.
– No tenía ni idea.
– Si señor secretario… Los socios de Ala permiten a los nobles apostar por sus héroes y el propio condado de Taspor recibe una parte importante de los beneficios.
– Así que hay una gran parte de los nobles de Flavia endeudados al condado de Taspor.
– ¿Y estos caballeros propusieron cancelar las deudas? ¿No les interesaba mantenerlas?
– Me temo, señor secretario, que con la firma de una arpía en los documentos oficiales era mucho suponer que fueran a conseguir el territorio. ¿No cree?
– Había mujeres también. En el grupo. La sirena, Oleana.
– Si bueno, pero ellas en ese momento no dijeron nada.
– Oleana le dijo a su padre que su hora estaba al caer.
– Vaya.
– Si.
– Especialmente teniendo en cuenta que…
– Efectivamente.
– ¿Qué?
– Esta mañana ha aparecido muerto el señor Moonshey. Y el hijo, el que se convirtió en pulpo, troceado y cocinado. Un horror.
– ¿Y sospechan de Oleana?
– Bueno…
– Al ser ella ahora miembro del consejo… Y noble.
– Por lo de las tierras de la bruma.
– Y además todo el mundo afirma que se cuidó muy mucho de que se la viera en presencia de numerosas personas la noche que su padre…
– ¿Y el negocio de la familia?
– Un bochinche. Tendremos trabajo con eso.
– Una empresa aseguradora para nobles que pierde a sus responsables sin herederos. Si, realmente va a ser un buen follón.
– Así es.
– ….
– ….
– ¡Pero entonces! ¿Los nobles aceptaron?
– En general, si, así fue. Se enfadaron mucho, dijeron que era un vil chantaje, que a quién se le ocurre, que qué locura…. Pero entonces María, “la sirena” dijo que según el reglamento del consejo se podría realizar una votación secreta…
– … Artículo 6, párrafo 4 del anexo III, efectivamente.
– Entonces todos los presentes en la sala empezaron a bajar la voz.
– Menos Ala
– Menos Ala. Ala empezó a gritar todo tipo de barbaridades impropias del consejo.
– Así se lo hicimos saber como responsables de la sesión. Bueno, se lo hizo saber Roll, no yo.
– Así es. Me tiró una fruta.
– Que le dio.
– Por eso vengo con los vendajes, secretario Allegro.
– La fruta era de mármol.
– Vaya hombre, que infortunio. ¿Va a realizar una queja?
– El Conde Taspor me indicó muy amablemente lo que iba a hacer con mi queja.
– Entiendo.
– La cuestión es que el voto secreto permitió a los nobles votar secretamente y así lo hicieron. Aunque el resultado no fue muy secreto porque cómo puede ver en el acta, el Conde Taspor se quedó completamente sólo en la defensa de sus tierras.
– No nos queda más que certificar la sesión, entonces. ¿Tenemos un nombre para elnuevo… condado?
– Condado de Klotch, secretario Allegro.
– Klotch, eh. ¿Y se puede saber…?
– Es un homenaje a la antigua compañera de la cabeza. Parece ser que se convirtió en cebolla.
– Nosotros tampoco lo entendemos.
– Condado de Klotch. Muy bien. Y los condes y condesas son…
– Y condese.
– Yo creo que eso es un problema, porque la… le metamorfe no está registrada.
– ¿Y eso?
– Se niega. También se niega a definirse e incluso otorgarse un nombre específico. No hay manera de registrar su presencia bajo los preceptos de la ley.
– Si me permite, señor secretario allegro…
– Roll tiene un plan.
– Es una idea, nada más.
– Cuénteme, Roll. Veo que es usted todo un innovador jurídico.
– Hago lo que puedo, señor.
– No soy yo muy de innovar, ¿sabe usted?
– Ya me imagino.
– Pero cuénteme, cuénteme,
– Se me ocurrió hacer una excepción. Al haber un sóle metamorfe en el consejo… Puede ser simplemente “elle conde metamorfe de Klotch”.
– A mi me plantea problemas.
– Dígame usted, señor Rock.
– Bueno, puede que haya más. Hipotéticamente. En el futuro.
– Si hubiera más… Señor, si hubiera más… Lo lógico…
– Si, si, ya sé lo que me va a decir.
– Habría que cambiar la norma, ¿no cree?
– ¿Que impide entonces que esta excepción se extienda y haya, no sé, alguna criatura que…?
– Ya se va a sentar la sirena. Y tú mismo la has llamado “criatura” antes. Lo que pasa es que como la sirena es una mujer sirena… Pues no tenemos ese problema.
– ¡Es fascinante la ley, ¿no les parece?! Hagamos algo. Firmaremos el acta marcando la excepción y dejando que sea el propio consejo, que al fin y al cabo es quien hace la ley, quién decida como convertir la excepción en norma. El motivo, si no les parece mal… Déjenme pensar. ¡Bueno, claro, por supuesto!. El consejo ha votado para conceder la posesión del Condado de Klotch a estas personas, una norma dictada por el consejo no puede ser inferior a una norma dictada… En fin, por el consejo.
– Hay una colusión.
– Así es. Lo indicaremos. Lo indicaremos todo y ellos lo resolverán.
– Pero… Secretario…
– Dígame Roll.
– El consejo nunca se pone de acuerdo en nada.
– Ese no es nuestro problema. Si no lo resuelven la colusión seguirá ahí. No podemos hacer nada más que encogernos de hombros y reconocer que, en fin, la realidad es más ancha que la ley, ¿verdad?
– Habla usted como un auténtico innovador, ¿señor?
– ¿Usted cree señor Roll?
– Totalmente.
– En realidad yo me considero más un… poeta, ¿sabes usted?
– No tenía ni idea. ¿Y tú, Roll?
– Ajeno totalmente.
– Pues así es… Si me permiten, les explicaré a que me refiero. Supongo que tienen tiempo.
FIN DE LA PARTE ONCE
PARTE DOCE:
Negociar con una Arpía I. La propuesta.
“– Como verá, me acompañan una parte importante, aunque no completa, de la gente a la que tuvo a bien encargar la misión de desvelar la mentira del “Laberinto de Ala Taspor”. Se encuentran ausentes en este momento el señor “De la Verget”, quizás en paradero desconocido, quizás simplemente hemos olvidado la última vez que le vimos debido a su particular… Poder. Tampoco han venido ni el señor Radmun ni la señorita Galdah, que en estos momentos se hayan cubriendo nuestra retirada para atraer la atención de Castolux Caronte. A le metamorfe que usted conoce como Adora y que hoy se hace llamar Blure ya la conoce. A la “Cabeza” ya la conoce. A la señorita Oleana Moonshey ya la conoce. El resto de gente que puede ver son parte de mi tripulación.
Permítame, señora, que me presente y me disculpe. Mi nombre es Basilor Petin, capitán pirata, aventurero, investigador, hombreenamorado y, por una casualidad del destino fruto de mi nacimiento, inmortal. En cuanto a la disculpa se lo digo sin ambages, lo siento. Lo siento de verdad, pero me temo que no sería posible tener la charla que necesito que tengamos si usted no estuviera… Así como está. A mi tampoco me gustan los venenos. Permítame decirle que, para la edad que intuyo que tiene, se conserva usted de maravilla y que me encanta lo que ha hecho con esta isla-prisión. Más aún, le diré que no le tengo ningún aprecio a sus captores, más al contrario, todo lo que represento en la vida, todo lo que pienso, todo lo que soy, camina en dirección opuesta a la de este conjunto de sujetos que dominan vidas y tierras para acumular más y más riquezas. No, amiga… ¿Puedo llamarle amiga? Quizás no hemos llegado aún a esa mutua… No quiero provocar un enfado. Soy consciente de que… Quiero decir, la hemos envenenado (más o menos) Pero me gustaría que entendería que pongo todo mi empeño en que el fruto de esta conversación termine por ser el inicio de una especie de amistad. O al menos de un acuerdo.
Lo que quiero decir. Lo que le quiero decir es que no he venido aquí a ponérselo más fácil a las personas que la han encerrado, ni mucho menos al noble rey zombie de Flavia. Al contrario. Pero creo que tenemos que son honestos usted y yo en, al menos, dos cosas. Por el futuro de nuestra hipotética relación. Una de esas cositas es que usted intentó engañar a mis socios en esta nueva aventura en la que me encuentro y que me tiene francamente apasionado. La segunda es que si usted sale de esta isla lo más probable es que intenté destruir buena parte de Flavia y a la inmensa mayoría de la gente que la habita.Y yo entiendo, creame, lo entiendo muy bien porque como le he dicho al principio soy inmortal, lo que es tener conflictillos ancestrales y todo tipo de rencores. Y también se que cuando alguien vive el tiempo suficiente la relación entre el tiempo, la muerte y los seres que deben o no continuar con vida, se vuelve un poco… borrosa. Pero para que no haya ninguna duda se lo quiero aclarar. Toda vida vale lo mismo independientemente del tiempo que pase en nuestro mundo. ¿Me entiende? Toda vida. No pretendo que lo entienda, pero creo que es bueno que sepa cómo lo veo yo. Eso quiere decir, por supuesto, que también su vida es importante.
También sé lo que es tener ganas de quemarlo todo y no dejar piedra sobre piedra y también sé que, siendo usted una arpía, semejante posibilidad es más bien una certeza. Si usted sale de aquí, podemos despedirnos de Flavia. ¿Me permite seguir explicando la situación? Entiendo que no le queda más remedio que oírme. Le prometo que cuando termine de hablar usted también podrá hacerlo. Incluso tendrá el antídoto de este veneno que le hemos (más o menos) administrado.
Por desvelar todas las cartas, usted ha sido envenenada por su fiel ayudante Sing Leng. Sing Leng es un, como usted ya sabe, un Fulcur. Los Fulcur viven en un sitio en el quintísimo huevo. En una catarata. De ahí obtienen sus poderes. Usted, desarrollando algún tipo de plan del que lo ignoro absolutamente todo, pero que intuyo laborioso, secuestró al bueno de Sing Leng y le hizo su ayudante a través de algún hechizo que evitara esto mismo que acaba de suceder ahor sucedería. Shing Leng puede hacer muchas cosas, envenenarla no parece una de ellas. Asi que…¿Cómo es que ahora puede hacerlo? Pues yo se lo explico. Déjame que se lo aclare. Usted descubrió que en dónde se encontraban tus tierras y su energía mágica, el Conde de Taspor se había inventado un laberinto. Con ese laberinto “en activo”, la energía mágica de la zona estaría bajo mínimos, explotada por este imbécil, los imbéciles que le acompañan y, en general, el conjunto de imbéciles que forman parte de la gran estafa conocida como “Laberinto de Ala Taspor”. Penso ustedentonces que necesitaba a un conjunto de personas singulares que pudieran llegar al final del laberinto ydemostrar que era una estafa. Así, se desmantelaría todo aquello, nadie volvería a preocuparse de las “Montañas de la Bruma” y, poco a poco, la magia recuperaría su poder hasta hacerse tan fuerte que ustedpudiera volver a casa contando con la energía de su tierra. Como todo ello era un secreto, ustedesun prodigio milenario enjaulado y no te se fía más que de ustedmisma, decidió que, si por el camino, morían las personas a las que habías contratado… Tan amigos. Pero claro, ¿quién se jugaría la vida por un tesoro que no existe? Necesitaba algún pago, alguna cosa que darles para y que se sintieran tentadas a jugarse la vida por ustedsin contarles tu plan. Y ahí entra el secuestro de Sing Leng. La promesa, si no me equivoco, era proporcionar aquello que mis socios más desean a cambio de destapar la estafa del laberinto. El problema es que Sing Leng, alejado de su catarata, tiene unos poderes límitados. Y eso no se lo ha contado usted a nadie. Porque al fin y al cabo, usted aquí, se siente segura y su fiel Sing Leng nunca jamás le haría nada. Pero en ese momento se incorpora a la historia una mujer a la que yo personalmente no conozco, pero que tengo en alta estima. La difunta Margarita Kolcha Reijdrandt. Usted la conoció ya siendo cebolla. Esta mujer singular descubrió su plan mientras investigaba como deponer al Rey Zombie. Al menos esa es la conclusión a la que hemos llegado. Por el camino contrajo una enfermedad incurable y por eso decidió sacrificarse y, por el camino, resolver este pequeño entuerto en el que nos encontramos. Así que se marchó a la catarata dónde viven los Fulcur e hizo un trato. Un trato sencillo. Si ella cumplía el trato que le prometía Sing Leng, el propio Sing Leng quedaría liberado de sus obligaciones con usted. Y así fue. Klotch murió, mis socios llegaron al final del laberinto y confirmaron que allí no había tesoro alguno y, con ello, Sing Leng quedó libre. Eso sucedió hace apenas, no sé, un par de mseses, que es cuando yo y mi tripulación conocimos y mis actuales socios. Para entonces ya teníamos la brújula que nos ha permitido llegar hasta aquí. Un artefacto curioso. Y entonces fue cuando Shing Leng empezó con esto del envenenamiento. Es evidente que si está usted aquí encerrada es porque matarla no es algo sencillo. Es posible que no sea posible. Yo me inclino por pensar que no es posible. Al menos nosotros no. Quizás otra arpia, o algo maś poderosos. No lo sé, pero diría que hoy por hoy es usted inmortal. Entonces este veneno que, como ve, le mantiene paralizada, no tiene más objeto que qué podamos establecer esta conversación y que yo pueda hacerle llegar mi propuesta sin que me destripe. Nuestra propuesta es sencilla. Queremos su permiso formal y por escrito para quedarnos con las tierras que son de su legítima propiedad hasta que nazcan los nietos de los nietos de nuestros nietos. Su palabra por escrito que nos ceda legalmente sus posesiones. Si, usted está atrapada aquí, pero es la última heredera de una tierra milenaria. Taspor es un usurpador. Además, Sing Leng seguirá trabajando para usted en calidad de embajador de esta isla prisión en las Montañas de la Bruma. Nosotros resolveremos el asunto con el consejo de los nobles. Le garantizo que las tierras quedarán legalmente a nuestro favor. Se lo aseguro. Mi mujer y yo nos entretenemos estudiando leyes y códigos. Unos artefactos muy útiles, si se los acompaña de algo de maña y, ocasionalmente, algún despliegue de fuerza.
Si por el contrario se niega, nosotros nos iremos, usted quedará aquí encerrada y tendrá que esperar a que el veneno se pasa y ya le advierto que sin el antídoto, el efecto se vuelve extremadamente laxante a parte de las primeras tres horas. Además de dejarla aquí defencado sobre misma, me encargaré personalmente de que esos “rumores sobre que el Laberinto de Ala Taspor es una estafa” queden en nada difundiendo rumores nuevos, más brillanyes y divertidos sobre el fabuloso tesoro que un grupo de rufianes encontraron en su interior. Es más, estoy dispuesto a entregar parte de mi tesoro particular como pirata para avalar tales mentiras. Soy un pirata muy exitoso.
Si decide cooperar, por supuesto, el antídoto será suyo. Así que… ¿Qué me dice? Pestañee tres veces si está a favor de nuestra propuesta.
Negociar con una Arpía II. La respuesta.
“–La verdad, no esperaba que unos saquitos de sangre y agua como vosotros fueŕais a ponerme en una situación como ésta. Y un veneno laxante… Por favor. Me parece de pésimo gusto. De pésimo gusto. ¿Acaso he mostrado yo en algún momento un gusto pésimo? En absoluto. Al contrario. Les invité a mi castillo prisión, les expuse mi plan con una cantidad inusitada de detalles y les hice saber que conseguirían cualquier cosa que le pidieran a Sing Leng. Ah, Sing Leng. Acércate. Acércate un segundo tocinito de cielo, ven. Ven que te mire a esos ojos de roedor traicionero. No me tengas miedo. Al fin y al cabo has podido envenenarme y el veneno es todo un arte. Considerate un artista, claro que si. Pero no me pidas que, además de aceptar tus condiciones, te desee lo mejor. Ahora mismo, entiende que te desee un dolor punzante e infinito. O al menos muy largo. Pero no soy una persona rencorosa. En absoluto. Para empezar porque no soy una persona. No. Ni un Fulcur. Ni una Galiata. Soy una Arpía. Soy LA Arpía. Y no es que me guste serlo. Echo de menos de todas y cada una de mis hermanas, a todas ellas. A Beleria, a Glotia, a la imbécil de Filuria. A todas. Pero he tenido que asumir la realidad de su ausencia. Y aquí. En esta prisión que he acondicionado (voy a insistir un momento en que con un gusto descomunal, porque esto no eran más que una roquitas miserables) Aquí, como digo, he aprendido a olvidar, pero también a desear. A desear mi regreso a casa. ¿Tienen ustedes casa? ¿Saben lo que es que un grupo de magos asquerosos se organicen para quitarte tu casa? No lo sabéis, sois demasiado breves, sois un suspirito de la historia. Incluso tú, pirata inmortal. Cuando yo era joven no había inmortales, hazte una idea de lo vieja que soy. Así que creo que me merezco, la verdad, la posibilidad al menos de intentar salir de aquí para recuperar mi hogar. Y como digo no soy rencorosa. Es verdad que no os he contado la verdad más absoluta. Es posible que, efectivamente, secuestrara a Sing Leng de su catarata y os prometiera dones que, probablemente no pueda garantizar. Para ser honesta tampoco me preocupé demasiado al respecto. Si Sing Leng podía garantizar lo que le pedíais, pues muy bien. A mi que me importa. ¿Por qué tengo yo que atender a estos asuntos de los breves… ¡Qué digo breves! Soy efímeros. Sois nada. Nada que sueña. En fin. Tampoco tenéis la culpa de ser lo que sois. Por eso digo que no albergo rencor en mi corazón. Me decís que podre disponer de mis tierras dentro de una cantidad de tiempo que, entiendo, atiende a vuestro procesos biológicos y familiares, los nietos de los nietos de vuestros nietos. No tengo ni idea de cuanto supone eso, pero es poco. Ya os lo digo. Es poco para el tiempo que llevo habitando esta miserable roca. ¿Sabéis cuanto tiempo tarde en organizar el secuestro de Sing Leng? ¿Desde aquí? Hubo gente que nació y murió con propositos relacionados con el plan. Con eso os lo digo todo. Y es posible también que haga planes demasiado enrevesados, ¿verdad? No podría yo haberos dicho “mirad, quiero recuperar mi casa, necesito que todo el mundo deje de atender, soñar y confiar en que su vida será mejor si pasa por ese laberinto, así que… venga, hacedlo”. Seguro que lo habríais hecho por una cantidad absurda de esos metales que tanto os gustan. Pero en fin, es lo que hay y aquí estamos. Los nietos de los nietos de vuestros nietos quiere decir que hay un final. Un final para mi regreso a casa y mi venganza. Y me gusta la idea de que sólo queráis defender vuestra tierra durante el tiempo en que estéis en ellas vosotros y una parte razonable de vuestras familias. No todo el mundo va a pensar en términos… Digamos, no sé. Grandes. Yo quiero mi casa y quiero mi vanganza y estoy hasta las gónadas de esperar. Pero supongo que mi paciencia y la vuestra operan en escalas muy distintas. Por otro lado, si vuestro plan va como intuyo el consejo de nobles tendrá que humillar al asqueroso de Ala y tendrá que reconocer mi propiedad sobre las tierras. Sólo por eso merece la pena. Quiero decir que, en fin, que acepto. Acepto vuestra propuesta. Podréis disponer de mis tierras durante esa cantidad variable de tiempo. Si.
Pero también deseo avisaros de algo. Creo que en esto debo ser honesta. Si consigo salir de aquí antes de que nuestro plazo de tiempo se agote, os encontraré y haré vuestra breve existencia muchísimo más breve. Mientras tanto, podemos ser incluso amigos. Y Sing Leng podrá ser embajador e ir y venir de esta isla maldita, claro que si. Siempre se puede ser amigo de alguien antes de todo se venga abajo. Antes de la ruina.
Pero la ruina, queridas bolsitas de sangre y agua. La ruina siempre llega. Y la ruina esta vez seré yo.
¿Queréis comer algo? ¿Un aperitivo? Si este antídoto funciona como es debido en breve podré moverme tranquilamente, ¿no es así? Ahora, si no os importa. ¿Me lo podéis entregar? Mil gracias.
Y debo decir algo más. No quiero que se me olvide. Oh no. Admiro vuestra… No se que palabra usar. Eso que hacéis de coger una situación que es de una manera y darle le vuelta y enfrentaros a lo imposible cómo si, en fin, como si no fuerais criaturas efímeras. Es admirable. Admirable de verdad. Por tanto, mi casa es vuestra, por un tiempo.
Y luego. Venganza. Ah, ya casi la noto y aún queda… No sé. Un poquito aún, ¿no? No importa. La noto. Ah, si. La comida. ¿Un snack? ¿Ensalada? Sing Leng, no seas impertinente y agasaja a estos conspiradores. Ahora que eres embajador de una roca maldita en un… Lo que sea que queráis montar en esas montañas, tienes que mantener la elegancia y el decoro. Eso es siempre lo más importante. No perder las putas formas.
Negociar con una Arpía III. La recompensa.
“– Supongo que entonces el que debe dar carta de naturaleza a este acuerdo soy yo. Pero antes, y con la mayor brevedad, tengo alguna explicación que dar y alguna disculpa para acompañar mis explicaciones.
Mi señora, con la mayor humildad le pido que me perdone por haberla envenenado. No soy rencoroso ni me movía el odio, se lo aseguro. Pero el plan de la señora Klotch debía llegar a buen puerto. Señora, yo soy un Fulcur. He sido educado para servir. ¡Me gusta servir! Lo considero un arte, una delicia que requiere de habilidades que no están a disposición de la mayoría. Es necesaria atención, preparación, conocimientos extensísimos sobre los más variados asuntos, capacidad de improvisación y respeto. Pero la servidumbre y la esclavitud no son la misma cosa. Usted me secuestró, me obligó a salir de mi hogar y me ató con un hechizo para utilizarme y lo hizo sin preguntar. Si lo hubiera pedido sabría que yo estaba dispuesto a abandonar la cascada invertida de Folgong. Aquello era terriblemente aburrido y yo, bueno, siempre he tenido un espíritu inclinado hacia la aventura. Pero me secuestró y me obligó. Así que tenía que reaccionar. Pero ahora, al cumplirse los acuerdos a los que llegué en la Dulce Doncella, soy libre. Y como Fulctur libre que soy estaré encantado de su su embajador. Siempre y cuando tenga un salario decente, vacaciones, una habitación mirando a la ventana sur y no esa horrenda dónde me tiene ahora… En fin, yo mismo he redactado un contrato que nos vincule a ambos como sirviente y señora. Eso podemos arreglarlo luego. Lo importante es lo que tiene que ver con vosotres. Yo os prometí algo, cumplisteis y ahora yo debo hacer mi parte. La segunda parte de mis disculpas ya la conocen por vía de Klotch. Mis poderes, alejados de mi casa, no dan para tanto. Las cosas que me han pedido. En fin. Creo que he podido apañar más o menos bien la mayoría de ellas, pero en ningún caso con el brillo y esplendor mágico que se supone debían tener. Algunas otras son directamente imposibles para mi, pero he encontrado en casi todos los casos… razonables sustitutos. Si no les parece mal, iré por orden.
Señor “Cabeza”, empiezo por usted porque es, quizás el más difícil. En realidad tengo que decirle que no he estado a la altura de su petición. Usted me pidió ser más inteligente, aunque lo hizo como sustituto de su verdadero deseo, que era que su amiga Klotch le perdonara. El problema es que su amiga Klotch no había dejado de serlo. Usted ya estaba perdonando. En ningún caso habría podido yo obligarla a reconciliar sus afectos para con usted, porque ya le tenía un enorme cariño. Ella ya sabe que tenía otras prioridades y, si todo va como me figuro, sus deseos habrán avanzado bastante. Quiero decir, ustedes van a reclamar las montañas de la Bruma como terreno propio, así que los nobles perderán una parte pequeña, pero significativa, del pastel y, además, bueno, por lo que tengo entendido el planteamiento es convertir aquello en un refugio para piratas y truhanes de todo Flavia, con lo que creo que Klotch se sentiría muy agusto y orgullosa. Hay además otro problema. Si usted fuera un poco más inteligente de lo que ya es, la complejidad y los matices de los problemas que empezaría a abordar… Bueno, señor mío, creo que le volverían loco. Así que le pido indulgencia, la garantizo que seré un buen embajador para sus nuevas tierras y tiene usted conmigo una prestación pendiente que podrá resolver cuando considere y en los términos que considere. Espero que le parezca adecuado.
La señora Galdah no está aquí hoy, pero creo que lo que ella me solicitó, que no es más que una mínima empatia, ya lo tiene en su poder. Así que basta conque ustedes le digan que he cumplido mi tarea y ella empezará a desarrollar con normalidad afectos y contradicciones como todo ser humano. Me temo que su problema no era de origen mágico, sino más bien educativo o religioso. No es necesario que hagan nada, ella misma se dará cuenta de todo.
En cuando al señor Radmun, no puedo garantizarle la libertad en un sentido absoluto, general abierto y, en fin, mágico. Pero no he sido ayudante de cámara de la única arpía en activo sin desarrollar habilidades, contactos y recursos. Este documento es un perdón real, emitido por el mismísimo Rey Zombie. Le agradece al señor Radmun sus servicios de espionaje y le condona cualquier delito que pudiera haber cometido. Por supuesto, su fuga de la carcel de Arassia queda absolutamente perdonada. Por si se lo están preguntando, no. No he hablado con el rey. El rey sigue siendo un zombie sin poder real, nunca mejor dicho. Pero hay un noble que me debe un favor y que, bueno, tiene un simpático negocio paralelo a través del cual consigue estos perdones reales. Estoy seguro de que como embajador me será muy útil. Y a ustedes también. Si el señor Radmun comete otros delitos a futuro, en fin, me temo que entonces no podré ayudarle.
El señor de la Verget, por el contrario, si ha conseguido exactamente lo que me pidió. Quería que ninguno lo olvidemos más y ya no lo haremos nunca. No era un hechizo complicado de deshacer, en realidad era una maldición relativamente sencilla que había sufrido el señor de la Verget y se resolvía con una poción muy básica. El problema es que… bueno, había olvidado lo que le pasaba y por tanto no podía resolverlo.
¿Qué más? Oh, si. Adora. ¿Sigue llamándose Adora? Excelente. Mi papel en su petición es, en realidad, minúsculo. Si el plan del Capitán Petín sale adelante, y estoy seguro de que así será, usted será una noble propietaria de un terreno y como tal se podrá sentar como une mas en la mesa del consejo. Será, seguramente, un problema legal importante, pero el “Secretario Allegro” tenía une hije como usted que fue… En fin, ya sabe como eran las cosas antes. Allegro hará por encontrar un hueco para su naturaleza en la compleja legislación de Flavia. Y sino, mentirá. No se preocupe.
Por último… Mi querida Oleana Moonshey, siento mucho… En fin, siento mucho lo sucedido. De verdad. Blorp era… Bueno, yo no hablé demasiado con Blorp, pero se que era muy importante para usted. Me pediste que acabara con su padre y sus hermanos y eso es lo que he hecho. O haré, mejor dicho. En breve habrá un consejo de Flavia en el que supongo os presentaréis como dueños legítimos de las Montañas de la Bruma frente a Ala Taspor. Me parece que estando usted allí puede ser un bien momento para cumplir con mi parte. Le pido nada más que se “haga ver” para no levantar ninguna sospecha. Por mi parte, todo será muy discreto. El dinero, como digo, es bastante útil para este tipo de cosas y el asesino en cuestión es de toda confianza. Lo mejor es que sepan lo menos posible. Sin embargo, hay otro asunto que queda pendiente y tiene que ver con el propio Blorp. Como seguramente recordará, Blorp me pidió “ser madre”. El caso es que ahora mismo es imposible cumplir ese deseo por motivos obvios, pero creo que no estaría cumpliendo con mis funciones como Fulcur si no ofreciera, al menos, una alternativa. La raza de Blorp es… Extraña, sumamente extraña. No sé si saben algo de ella, o si usted, Oleana, tiene información al respecto. Bueno, el caso es que Blorp es una criatura que nace de una mezcla entre sueño y realidad. Es una especie de Quimera. Como digo, es difícil de explicar. El caso es que he conseguido crear un… Bueno, supongo que la palabra más adecuada es “cría” de esa raza. Que sería lo más parecido que he podido conseguir, dadas las circunstancias, a lo que Blorp me pidió. La cría está sana y… En fin, si usted quiera hacerse cargo de ella… No es lo que Blorp quería, claro está, pero es lo que he podido conseguir. Se llama “Blam”. Al menos eso es lo que dice todo el rato. Si no queréis haceros cargo de ella, puede quedarse conmigo. Nos conocemos desde hace poco, pero le he cogido cariño. En cualquier caso, creo que lo justo es preguntarle a usted. Al fin y al cabo, nace del deseo puro de Blorp, de sus sueños. Y en esos sueños también está usted, Oleana. Así que… ¿Qué me dice?
– Sea.
FIN DE LA PARTE DOCE.
PARTE TRECE:
La banda se despide.
La Cabeza
“– Basilor, haz el favor de escucharme. He estado haciendo unos cálculos y creo que hemos sido sumamente optimistas pensando que este experimento iba a durar como para que lo vieran los nietos de los nietos de nuestros nietos. Tendremos suerte se aguantamos cinco años. ¡Y creo que estoy exagerando!. Lo que tenemos formalmente entre manos es un condado reconocido por el consejo de Flavia. Al sur y al este las tierras de Taspor. Por ahí no vamos a poder pasar. Estamos protegidos por el laberinto, pero olvidate de comerciar con nadie. Aislamiento total. Hacia el norte las zonas más profundas de las Montañas de la Bruma. Ahí no hay nada. Piedra y, probablemente, algún horror enterrado en ellas. Al oeste tenemos la salida al mar. Nuestra única conexión real con Flavia. Es decir, somos totalmente dependientes de nuestra salida al mar. Pero no somos un puerto, somos un refugio. Un refugio para piratas, truhanes, tahures y malandrines de toda Flavia. No quiero que parezca que ahora me he vuelto un noble y no quiero saber nada de los antiguos compinches, pero reconozcamos que las normas no son nuestro fuerte. Necesitamos algún tipo de orden y alguna autoridad reconocida por todos. En mi opinión debería ser María, creo que al menos los marineros respetan a las sirenas y ella es sumamente inteligente. Necesitamos establecer normas y normas que todos respetemos. Si no, lo más probable es que dentro de muy poco nuestra cabeza este colgada de una pica. Me temo que no podemos ser conservadores en esto. Te hablo, por favor necesito que entiendas esto, desde la más absoluta pragmática. Lo que te propongo en por nuestra supervivencia. Necesitamos que las normas que sirven en el barco sirvan en tierra. Más aún. Estamos ofreciendo protección, ¿verdad? Así que lo mínimo es que se le cedan al condado un porcentaje de las riquezas de los barcos, los robos y las estafas. Yo diría el 50% para los visitantes que estén un tiempo corto y el 100% para quienes quieran fijar aquí su residencia. Escúchame. Tiene que ser el 100% a cambio de tener la vida resuelta. No podemos acumular dinero aquí. Tenemos que ser fanáticos de redistribución. ¡Por pura supervivencia!. Me refiero a que ninguno tenemos riquezas, todos tenemos acceso a una casa, a alimento y bebida (he renunciado a limitar el acceso al grog, me temo que hoy por hoy es imposible) Asi como a los cuidados mínimos que cualquier requiere. Creo que en un primer momento vamos a atraer a mucha gente joven en problemas y con ganas de aventura, pero esa fase no durará demasiado. Esos serán los intermitentes, los que vienen y van. Los que se queden serán más mayores, quienes prefieran vivir aquí que acabar muertos en una posada por culpa de cualquier enfermedad horrible que no pueden curar. Por esto te digo que debemos conseguir especialistas en medicina. Y entrenarlos. Que vengan más. Lo mismo con la escuela. Los piratas tienen una cantidad descomunal de hijos perdidos. Intentemos que estén a nuestro cuidado. Entonces, las riquezas que obtengamos debemos decidir que hacer con ellas de forma muy muy democrática. Ni siquiera sé si el voto será suficiente. Es posible que no porque, insisto, las minorías siempre podrán organizarse y, como te digo, matarnos. Y tiene que haber normas para el refugio. Ni una agresión. No hablo de peleas. Las peleas son inevitables e icnluso bienvenidas, pero las agresiones a las mujeres, las costumbres de la iglesia de la acumulación y cuestionar a alguien por sus deseos sexuales y afectivos… El resultado es la violencia y la muerte. Oleana tiene ideas bastante interesantes al respecto sobre la seguridad. Si todo eso funciona seguiremos teniendo, al menos, tres problemas más. El primero es que estamos sentados en un repositorio gigantésco de magia de las arpías. Y no sabemos como funciona. El segundo es que aquí, en invierno nieva. Y nieva fuerte. Olvida tus alegrías tropicales. Eso significa que podemos quedarnos sin comida a la que tengamos algún disgusto. El tercero es que necesitamos pensar qué vamos a hacer y a decir en relación a la política general de Flavia. Los nobles aceptaron concedernos este terreno porque saldaban sus deudas. Bien, ya están saldadas, ¿cuanto creen que van a tardar en decidir que no debemos existir aquí? ¿Cuantos mercancias robadas que acaban en nuestro territorio serán las suficientes para hartarles? Ya te lo digo yo. Poquísimas.
Siendo muy muy muy optimistas y dejando de lado una cantidad casi infinita de condicionantes, creo que no exagero si digo que es imposible que este experimento salga adelante pero es lo más parecido al sueño en vida de mi amiga Kloch, así que esta será la última vez que me escuches quejarme o decir que todo esto es imposible. Pongámonos en marcha”.
Galdah
“– Mi señora. He viajado hasta aquí para comunicaros que ya no puedo seguir siendo una sierva y debo abandonar “La Orden de las Ratas”. Siempre recordaré las enseñanzas, así como los talentos, pero ya no puedo creer de verdad ni cumplir mis obligaciones. Mi señora, cada día dudo más, especialmente en lo que se refiere a quitar vidas. He dejado vivir a un enemigo declarado y, con la mayor humildad digo que no me arrepiento. No he dejado el arte, eso no. Ahora lo pongo al servicio de la protección de mi… No sé como llamarlo. ¿Socio? El insiste en decir que ahora somos amigos. Un antiguo adversario llamado Radmun Fancini. Ahora trabajamos juntos. Yo me encargo de la seguridad de su local. Ahí si tengo que enhebrar la aguja lo hago sin dilación y con gusto. Nadie me supera allá, en el condado de Klotch. Soy la mejor con el aguijón, aunque me han pedido que me lave para no espantar a la clientela, cosa que hago. No me siento orgullosa, pero es así. Me lavo de foorma regular. Estoy descuidando las enseñanzas desde que me enfrenté a Caronte. Mi adversario. Lo tenía a mi merced y no pude matarlo. Esa es la verdad. No pude no, no quise. Me pareció tan… Pequeño y tan penoso, que no merecía que yo lo matara. Y esto es porque yo pedí entender todas estas complejidades que la dama me había enseñado a separar y ocultar de mi ser. Ahora huelo bien y pienso mal. Pero no me siento mal. Por eso se que debo abandonar la orden. Y se también las consecuencias. Sé lo que supone. Y lo asumo. Si las hermanas vienen a matarme estaré esperando y si tengo que morir, sea. Y si ellas mueren, sea también. Se que al menos ellas morirán cumpliendo su deber con la dama. Yo ya no sé cual es mi deber con la dama. No sé qué es lo que se supone que debo hacer o dejar de hacer y ahora tengo que decidirla sola. Completamente sola. En honor a la dama he venido apestando a un becerro que encontré por el camino y portando mi yelmo de hueso, pero el yelmo aquí lo dejo, en el suelo, y el olor me lo quitaré de encima a la que salga de aquí. Me siento muy mal por dejar la orden. Me genera emociones tan intensas que me llevan al llanto casi cada noche. Pero eso no es más que una prueba evidente de que debo abandonarla. Las ratas no lloran. La carroña no siente más que el objetivo. Lo siento de veras. Mi señora, todo lo que soy ha sido gracias a la orden, pero ahora soy más que lo que la orden hizo de mi y no sé como encajar todo esto. Así que lo dejo. Abandono el rito, abandono también la protección. Y esperaba que se me concediera al menos una luna para alejarme de aquí, pero veo que las novicias se arremolinan a mi alrededor. Creo que es un error, señora. Mi falta de fe no ha afectado a mis talentos y creo que sería una pena perder a cuatro miembros, seguramente valiosos de la casa. Si, también he visto a la que se está descolgando desde el techo. Creo que sería mas adecuado si fuéramos razonables y nos diéramos tiempo. A mi de salir de aquí y a ellas de aprender los mínimos rudimentos del combate que las permitan tener alguna oportunidad…
¡Maldita sea! He dicho que no quiero matar a nadie (más) aquí hoy. Qué necesidad había de lanzarse así, con el flanco descubierto. ¿No ve mi señora dama de la ratas que estásn jóvenes están intentando impresionarla y que con esa vocación no están pensando bien? ¿Tengo que matar a las otras tres o me van a dejar salir de aquí? He sido justa. He sido honesta con mis sentimientos y he venido a entregar el yelmo. Dejadme salir. Tendréis muchas más oportunidades de matarme de aquí en adelante.
Gracias. Gracias de verdad. Y siento mucho haber perdido lo que me hacía digna. Pero esa es la verdad, lo he perdido.
Radmun
“–Bienvenidos, bienvenidas, bienvenides a la que será, si lo deseáis, vuestra casa. Como veis, hoy estamos cerrados. Digamos que es una fiesta especial. Permitidme que me explique. Mi nombre, como ya sabéis, es Radmun Fancini. A lo largo de mi vida he sido muchas cosas, pero desde hace tiempo sólo ansío cierto entretenimiento y cierta calma. Quienes habéis escuchado la historia de que me fugué de la prisión de Arassia sabed que es absolutamente cierta, y lo digo porque cuanto más se sepa de ello más sencillo será que ese horrible lugar terminé por cerrar. Ante la duda, evitad en lo posible que os capturen y, si lo hacen, quitaos la vida dignamente. Es mejor que soportar ese tormento. Yo ahora mismo he sido perdonado por el mismisimo Rey Zombie de Flavia, así que me encuentro limpio y libre. ¿Cuanto tiempo pasaré así? Me temo que no mucho. La ley suele ponerse en mi contra. Como os decía aspiro al sosiego y la calma. Por eso, tras muchas aventuras, he decidido establecerme aquí, en la bahía salada del Condado de Klotch, dónde he establecido mi negocio: “La Posada de las Mil Historias”. Mi socia, la señorita Galdah, se encuentra de viaje en estos momentos, pero pronto volverá. Entre los dos nos vamos a hacer cargo de este garito.
Como también sabéis soy un jugador de cartas excepcional. Lo sabéis porque me habéis visto ganaros noches tras noche a las 16 personas que estáis aquí hoy. Tras vuestra “derrota” se os hizo llegar una carta y aquí estáis, todas sin excepción, puntuales, un año después y tras — supongo — haber contado la historia de vuestra derrota un número importante de veces. A cambio de ello tengo preparados los documentos por los que recuperáis las riquezas que perdistéis jugando conmigo. Todo os será devuelto.
Pero ya que habéis venido hasta aquí dejadme que os haga una nueva propuesta que, con toda seguridad, os va a interesar.
Como sabéis ya, el Condado de Klotch y, especialmente, esta bahía de sal, precioso enclave lleno de grutas con salida al mar y un precioso embarcadero dónde ya podéis ver barcos como el “Abayarde”, el “Conejo Malo” y el “Pai Pai Pai Pai” junto con sus tripulaciones, es ya el refugio pirata más importante de toda Flavia. Pero no queremos quedarnos ahí. Dejadme que os explique un poco como funciona esto. Por un lado, todos los que queráis quedaros aquí por un tiempo indeterminado debéis entregar la mitad de vuestras ganancias para sostener este humilde condado, que a cambio ofrece refugio, protección, contactos, infraestructuras y todo lo necesario para una vida de aventura y conspiración. Si os quedáis de forma permanente, cosa que también podéis hacer, tendréis que ceder el total de vuestras ganancias. Pero a cambio tendréis la vida prácticamente resuelta. Yo personalmente estoy disfrutando mucho de los cuidados de nuestros médicos especialista mágicos. No sé si los sabéis, no es la parte que más se sabe sobre mi, pero carezco de testículos. Una incoveniencia que hace que la cuestión sanitaria sea esencial para mi. Y os aseguro que no tener que preparar mis propias pócimas de supervivencias es un lujo del que no pienso desprenderme. En cualquier caso, supongo que este no es vuestra mayor aspiración, ya que sois personas a la búsqueda de las mejores historias, relatos y chismes. Tenéis toda la vida por delante. No os váis a apalancar aquí para siempre. Lo entiendo. Lo que os propongo es que seáis los ojos y los oídos de la “Posada de las Mil Historias” en el resto de Flavia. Tendréis alojamiento gratuito en la posada, crédito para jugar de forma ilimitada y, por supuesto, bebida. A cambio tendréis que contarnos aquí todo lo que os enteréis por allí y podréis contar allí lo que decidamos aquí que debe contarse. ¿Se entiende? Mitad contadores de historias, mitad espías. Mitad narradores, mitad fisgonas. ¿Está claro? Y cuantas partidas de cartas podáis jugar os estarán esperando. E insisto. Si os queréis quedar a vivir aquí no tenéis más que renunciar a vuestras riquezas que, por otro lado, ya habéis perdido. Sin presiones, por supuesto. Sois las 16 personas más chismosas de las peores tabernas de Flavia, para mi es un privilegio que estéis aquí. Mientras lo pensáis creo que lo mejor es que suene la música y corra el Grog. Os lo merecéis. Recordad mi nombre, Radmun Fancini, responsable de la “Posada de las Mil Historias”, aquí, en el Condado de Klotch. ¿Os he contado la vez que nuestra fundadora se convirtió en cebolla? Una historia fascinante.
Oleana Moonshey y Blam
“– ¿Como se supone que se te llama ahora? ¿La Arpía? ¿Arpía simplemente? ¿Arpi? Supongo que Arpi te gustara. Con ese tono entre desenfadado y decadente que manejas. Da igual. Llámate como quieras. No he venido a discutir. He tenido a decirte algo. La última vez que estuve aquí, cuando te envenenamos… Yo estaba preparada para matarte. Era lo que necesitaba hacer. Lo que me pedía el cuerpo, ¿entiendes? El resto — quiero decir los demás, no el resto de mi cuerpo — me pidió que no lo hiciera. Si te mataba no podríamos conseguir los derechos sobre el condado, el plan no habría servido para nada, etc, etc, etc. A mi todo eso me sonaba a mierda de perro. Una mierda de perro lista para comer. Eso es lo que me pedían, que me comiera una mierda de perro. Pero pensé que mi venganza era mía y no había razón alguna para que los demás tuvieran que sufrir por mi. Así que espere. Cuando te escuché aceptando nuestro trato, con esas peroratas larguísimas que te sueltas, noté que no dedicaste ni un segundo de tu tiempo a disculparte y menos a sentir la muerte de Blorp. La verdad es que dudo que seas capaz de sentir algún tipo de compasión por nadie que no sea tu misma e incluso que seas capaz de distinguir a unos y otros. Es posible que ni siquiera sepas o te haya preocupado jamás que exista alguien llamado Blorp. Pero existe. Era mi pareja. Era la persona más importante de mi vida. No era mi vida al completo y por supuesto que puedo vivir sin él, pero… ¿Sabes lo que es echar de menos? ¿Sabes lo que es que algo te recuerde a alguien y luego te venga el sentimiento de que ese alguien ya no estará a tu lado nunca más? Nunca más es mucho tiempo. Blorp era una bestia sensacional, era cariñosa, era dulce y destrozaba a la gente con una alegría que me hacía enrojecer. Le amaba por todo lo que me separaba del mundo cuando estaba a su lado. Blorp quería ser madre, supongo que eso tampoco lo sabías. Y murió. Murió ayudándonos a atravesar tu estúpido laberinto. Murió alegremente, feliz. Luchando contra una criatura enorme y horrible que probablemente secuestraron de algún sitio y sólo está confusa y rabiosa, no lo se. Blorp murió peleando contra ella y pensando que moría por algo que merecía la pena. Pero no merecía la pena. Era un engaño de mierda. Así que decidí matarte. Pero había más gente a la que matar. Gente a la que he odiado mucho antes de que tú llegaras a conocerme. Mi padre y mis hermanos, para empezar. ¿Sabes que mi padre y mis hermanos le hicieron la vida tan absolutamente imposible a mi madre que terminó por saltar por una ventana? ¿Sabes que todo el mundo dijo que mi madre estaba loca porque mi padre le dijo a todo el mundo que así era? Mi madre lo único que quería era salir de allí. De esa vida y ese castillo. Discretamente. Ni siquiera quería su asqueroso dinero. Simplemente irse de allí. Y mis hermanos siguieron con el cuento. Se reían de ella. La llamaban “la loca”. Lo que me hacían a mi es lo de menos comparado con lo que tuvo que aguantar ella. Durante un tiempo la odié también a ella. Por no aguantar, por no quedarse conmigo. Supongo que son sentimientos razonables, pero también un poco miserables. ¿Egoísmo de niña rica? Puede ser. De eso sabes bastante, yo creo. La sensación que da es que no eres más que una niña rica llena de rabia. Puedo reconocer ese sentimiento perfectamente. Total que los maté. Bueno, no. Hice que los mataran. Si atendiste un poco la última vez que nos vimos sabrás que es algo así como el pago por mis servicios. Total que ahora están muertos y… ¿Sabes qué? El mundo no es mejor por ello y yo no me siento mejor. Un administrador se hace cargo de los negocios de mi padre y otros asquerosos como mis hermanos han ocupado sus lugares. Los miserables tienen ejercito de reserva, ¿sabes? El mundo es igual. Ni una sóla mujer se siente más segura gracias a mi. Ni una. Así que… ¿Qué sentido tiene matarte? Ya, ya se lo que me vas a decir, que no hay forma de que yo te mate. Y lo que yo te quiero decir es que ya no lo sabremos. Y que… ¡Joder! Tienes que hacerte cargo del dolor que provocas. Hacerte cargo de algo. Es tu… Es tu responsabilidad y tienes que ser mejor que mi padre y mis hermanos. Eres única, ¿no? Pues estate a la altura. Lo que he pensado es que ya que este sitio está bastante escondido y hace falta una brujula mágica para llegar hasta aquí, sería un buen refugio para mujeres como mi madre. Así que eso es lo que va a ser a partir de ya. Tienes una biblioteca fabulosa y comida y lujos de todo tipo. ¿Me entiendes? Vamos a salvar a cuantas mujeres podamos y tú me vas a ayudar. Porque me lo debes. A mi y a Blorp. Y si, ahora tengo un hijo además. Es precioso y salvaje, pero la sóla idea de pensar que esa dulce criatura iba a hacerme olvidar quién soy, quién era Blorp o que el mundo está absolutamente roto y nos hace sufrir, es no saber quién hostias soy yo. ¿Estamos? Veo que te has quedado sin habla. Me alegro. A veces también hay que saber callarse.”
Lord y Lady Uptiny de Golatric
“– ¿Cuanto tiempo tengo? ¿En serio? Bueno, supongo que muy prontito os vais a poner de acuerdo para limitar el tiempo de las intervenciones. Es una intuición que tengo. Conde Euli, ¿se marcha? ¿Y usted también Lord Grosbord? Una pena. Bueno, cuando vuelvan yo seguiré aquí. El resto, si lo desea, también puede marcharse. No pretendo que me escuchen. No he venido aquí a “ser escuchade”, sino a hablar. Parece lo mismo, pero no es exactamente lo mismo. Bueno, vamos por orden. Soy Lord y Lady Uptiny de Golatric. El consejo de Klotch, del que ahora les hablaré, me ha hecho responsable de… Hablar aquí, votar las cosas que haya que votar y eso. El resto tiene cosas importantes que hacer. Yo no. Así que me voy a dedicar a venir aquí y disfrutar de la vida contemplativa. Si, he dicho “Lord y Lady Uptiny de Golatric”. Tras un proceso de debate conmigo misme me he dado cuenta de que albergo multitudes y que todas elles son demasiado interesantes para quedarme con une sole cada vez. Así que aquí estamos. Algunos de vosotros, especialmente los que tenéis cara de estar sufriendo un cólico… Señor secretario, si, sólo un momento. Si el caballero representante del condado de Vileure no me suelta la mano lo consideraré una violación del reglamento en cuanto al cuidado, recato y respeto al resto de nobles del consejo y me veré obligade a arrancarle el brazo y sacarle el corazón. Si cree que no soy capaz no tiene más que ser el noble que dice que es y retarme a duelo, pero entonces si le gano me quedaré con parte de sus tierras. Midan bien sus palabras, señores. No se dejen llevar por la rabia y hagan como los dos o tres que ya se han marchado que estarán en el exterior viendo a ver como pueden asesinarme de forma discreta. Como les digo, soy el enviade formal del consejo del condado de Klotch. Si, tenemos un consejo nosotres también. Tenemos de todo, la verdad. Gracias a ustedes, no lo olviden. ¿El señor Taspor ya no viene a los consejos? Pobrecillo. Bueno, todes tenemos problemas. El caso es que se me ha elegido y querría aclarar un par de cosas. Ya he sabido por parte del señor adjunto de secretaria “Twist” y su enlace para asuntos burocráticos “Sout” que algunos de ustedes han planteado que es ilegal y contrario al consejo que yo compadezca aquí, porque me vienen a decir que soy una ficción creada por malandrines. Lo cierto es que no existe ninguna denuncia contra mi, ni en tanto que Lord ni en tanto que Lady, por lo que me temo que todo eso no son más que infundios y rumores. Lo que sabemos a ciencia cierta es que este mismo consejo ratifico tanto el condado de Klotch como la presente de une metamorfe, por lo que ahora deben ustedes ser coherentes con sus propias decisiones.
Dicho esto, traigo dos o tres asuntos al orden del día. El primero es una duda. ¿Es cierto que los condados tiene autonomía para la aplicación de sus propias normas siempre que no vayan en contra de los principios generales del nuestro buen Rey? De acuerdo. Siendo así les informo de dos cuestiones. Una es que vamos a abrir una escuela de magia para los ciudadanos de Klotch y que solicitamos observadores del gobierno para garantizar que no estamos rompiendo ninguna norma al respecto. Por dejarlo claro, hablarmos de magia vulgar, fundamentalmente enfocada a la sanación y extensión de la esperanza de vida, también para cuestiones biológicas. Pero queremos que ustedes lo comprueben todo. Necromancia ya sabemos que no podemos enseñar… Veo que no tienen sentido del humor. Eso es bueno. La segunda cuestión es que creemos que el registro de metamorfes no tiene sentido y vamos dejar de aplicarlo. Por lo que solicito también dos mociones para este consejo. Son sencillas. Una es que se permita estudiar magia a cualquiera que lo solicite y la otra es que se sustituya el actual registro metamórfico por un sistema equivalente para cada ciudadano, ciudadana o ciudadane de Flavia. Mismos derechos, mismo registro. ¿Denegada? Ya lo suponía. ¿Que van a hacer cuando las gentes de sus condados vean que hay otro allá en las montañas que funciona de otra forma? Ya, no me lo digan. Nos declararán la guerra. En fin, esperemos que alguien esté dispuesto a luchar en ella, ¿verdad?
Yo ya he acabado. Mil gracias por escucharme.
Francoisse de la Verget
“– Disculpe, señorita. Disculpe. Hola, ¿qué tal? Me llamo Francoisse de la Verget. Supongo que mi nombre no le suena, pero no se preocupe que le va a sonar. ¿Sabe lo que es ésto? Es un silbato. Pero no es un silbado cualquiera. Que yo sepa hay tan sólo otro silbato como este en todo Flavia. ¿De dónde saqué el mío? Bueno, querida, ¿cuanto tiempo tienes? Es una historia larga que prefiero resumir para no tardar mucho en llegar al asunto importante. Queda muy poquito. Este silbato lo construí con mis propias manos gracias a las instrucciones que me hizo llegar una socia inesperada. Marga Kolcha Reijdrant, aunque todos las conocen como Klotch. O lo hacían, porque ha muerto. Antes se convirtió en cebolla. Como te digo, es una larga historia. Digamos que yo estaba metido en un trabajito que era una especie de estafa y que tiene que ver con este sitio en el que trabajas. Pronto llegaremos a ello, ya lo verás. El caso es que el trabajo se jodió y yo tuve que ir a buscar información para sacar a mis compañeros del entuerto en el que andábamos. ¿Por qué yo? Bueno, la gente tenía la mala costumbre de olvidarme todo el rato, lo cual es útil para fugarse, pero para nada más. Ahora ya no me pasa. Así que recopilé la información y la entregué a quién podía ayudar a mis amigos. Pero antes hice este silbato que ves aquí.
Cuando la gente se olvida de ti y te dedicas a lo que yo me dedico — por cierto, no grites ni hagas nada raro, esto es un robo. No te molestes en llamar a nadie para que me detenga. Soy inmortal. Si, así es, soy una caja de sorpresas — Cuando te dedicas a lo que yo me dedico, cobrar tu parte es algo complicado si nadie se acuerda de ti. Así que pensé que, bueno, quizás esta vez podría conseguir una parte que fuera sólo para mi. Por eso fabrique el Silbato. Bien, estamos llegando al final. Ahora hablemos un momento de tus jefes.
Los señores Mordie y Turam, dueños del “Gran Casino MorTur”, dónde los nobles de toda Flavia se juegan sus ahorros en apuestas y juegos de azar. ¿Sabes que este casino es el que se encarga de cobrar las apuestas que se hacen sobre “El Laberinto de Ala Taspor”. ¡Por supuesto que lo sabes! Para eso trabajas aquí!. Supongo que Mordie y Turan consideraron elegante poner un casino en una islita elevada en el medio del mar. Una isla preciosa sujetada por enormes pilares de tierra que salen del mar. El camino desde el puerto hasta aquí arriba es realmente precioso. Lo recomendaré a futuro, de verdad. Las pasarelas de madera, los arbolitos, es una belleza.
Bien. Ahora viene la parte importante. El silbato.
Este silbato lo que hace es llamar a una Galiata. ¿Sabes lo que es una Galiata? Oh, veo por tu cara que si. Y tú dirás… “Bueno, las Galiatas ya no existen”. Pero yo conozco al menos una. Y en el momento en que solpe este silbato vendrá nadando hasta aquí. Yo calculo que tardará una hora o así en venir, antes de caiga el sol, seguro que está por aquí. Mientras tnato podeís intentar matarme, pero ya te digo que soy inmortal. Cuando la Galiata llegue hasta aquí va a devorar los pilares. Eso lo hará bastante rápido. Y el Gran Casino MorTur se va a venir abajo y a hundirse para siempre. Todos vais a morir. Todos menos yo. Yo soy inmortal.
Veo que me sigues con atención y que estás empezando a interiorizar que esto va en serio. Es una buenísima noticia, porque ni tú ni yo queremos que ésto se hunda, ¿verdad que no? Claro que no. Lo que quiero que hagas, y seguro que lo vas a hacer porque eres una persona inteligente y capaz es llamar a tu superior y decirle a que llame al suyo y así sucesivamente hasta que Mordie y Turan vengan hasta aquí a verme. Y cuando ellos estén aquí les contaré una historia. Será un poco más larga que esta. La historia de la estafa que tienen montada allá arriba, muy al norte, en las Montañas de la Bruma. La historia que se inventaron con su amigo Ala. Y después de contarles esa historia les contaré la historia del silbato. Y si no son idiotas me dirán “Señor de Verget, ¿cómo podemos evitar la destrucción absoluta de nuestro negocio de mierda?” Y yo les diré “Muy sencillo, amigos, denme todo el dinero que tengan en sus mágicas cajas fuertes”. Y seguramente intenten evitarlo, porque no son muy listos. Pero pronto verán que no me invento lo de ser inmortal y muchísimo menos me invento lo de la Galiata. Así que más temprano que tarde terminarán por hacerme caso. Y me iré de aquí rico y recordado por todos.
Así que… ¿Por qué no empiezas a llamar a tus superiores y vas llenando todos estos sacos que tengo aquí con preciosos billetes con la cara del noble Rey de nuestra querida Flavia?
Así me gusta.
Castolux Caronte.
“ –Lord Taspor… Señor. No esperaba que fuese usted a ponerse en contacto conmigo de nuevo. Sus últimos mensajes fueron bastantes claros en lo que se refiere a mis… capacidades. Si le soy sincero he acudido a su llamada tan sólo para comprobar en qué estado se encontraba usted, señor. Humillado, hundido, traicionado por su propio consejo, ¡por sus propios hermanos!, despojado de su fuente fundamental de recursos… Me pregunto cuanto tardarán sus propios sirvientes en abandonarle. Me ha movido la curiosidad, fundamentalmente. Tampoco es que yo pueda presumir mucho, ¿verdad? No. La fortuna no nos ha tratado excesivamente bien a ninguno de los dos. Supongo que simplemente usted se cae desde más alto y yo… Bueno, los perros ya vamos a ras de suelo.
Supongo que su llamada tiene que ver con mis últimos movimientos que, supongo, habrán llegado a sus oídos. Efectivamente, he estado teniendo algunas reuniones con maestros acumuladores. La iglesia está preocupada, señor mío. Y no está contenta. Oh no no no. Su avaricia, se puede decir, que ha roto Flavia por varias partes. Fíjese que ahora tenemos nada menos que una abominación sentada, ¿sentado? ¿sentade? En el consejo de Flavia. Resulta que nada menos que una Arpía va por ahí regalando territorios. Los piratas, señor mío, los putos piratas tienen ahora un refugio dónde se dice que pronto empezarán a practicar magia y quién sabe cuanto tardarán en volver a aparece nigromantes o alguna de las otras criaturas que habíamos logrado expulsar para siempre de nuestras tierras. Han asesinado a Moonshey y a sus hijos varones. A uno de ellos ya le habían convertido en pulpo. Magia nicromántica, Lord Taspor. En nuestra santa casa. La acumulación no pasa por su mejor momento y ustedes, usted y los nobles de Flavia, llevan ya muchos muchos años pasando por alto la degradación y la miseria de nuestro gran reino. Y ahora se nos ha llenado de mierda que nos rebosa hasta la garganta. No, Lord Taspor. Usted no me llama a mi. Yo le llamo a usted. ¿Me ha entendido? ¡Yo! ¡Le llamo! ¡A usted!.
Yo le llamo a usted y le digo que el tiempo del buen rey zombie se acaba. Que el tiempo de los antiguos pactos se está viniendo abajo y que ustedes son los responsables. Y que sólo se salvaran si hacen caso de los acumuladores. Sé que tiene pocos recursos, pero los pocos que tiene puede ponerlos a disposición de esta nueva causa o esperar a que algo o alguien le corte el gaznate mientras durme. ¿Me entiende? Todo el reino está intranquilo, Lord Taspor. Tenemos la obligación de detener lo que se avecina. Quizás no sea demasiado tarde para devolver la paz y la prosperidad a Flavia. Asi que haga el favor, deje de gimotear y piense de qué lado le conviene estar.
Sólo hay un lado bueno, Lord Taspor. Y lo pienso ocupar yo.
FIN